Dicen que el amor precisa de un diálogo constante para crecer.
Yo sostengo otra cosa: el amor es un diálogo constante entre dos personas que participan en una historia contándose; la fábula termina cuando uno de los dos se hace silencio, cortesía de una muerte o una huída.
El amor es un hablar de intimidades con los ojos, manifestar urgencias a fuerza de tactos que gritan querencias, labios mudos que dicen tanto, olores que sugieren, sabores que confirman, y por qué no, palabras, si no hay más remedio.
Y es que en el amor hay que hablar claras las lealtades y hablar mucho las intenciones, usar las sentencias precisas donde uno pone las vocales y otro las consonantes, uno los espacios, otro los acentos, uno los verbos, y el otro los adjetivos.
Me interesa tu drama, me intriga tu historia; tengo muchas frases que requiero que me completes. Lo que me gusta más de todo esto es que todas las frases están en tiempo presente o en tiempo futuro, y que te veo decidida con una pluma en la mano, y con días en blanco de tu propia libreta.
La última frase que te quiero comprartir, por cierto, es de una lápida.
martes, 30 de noviembre de 2010
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