viernes, 25 de diciembre de 2009

(10/15) Amor de cambios de temporada

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 10.



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DesiSmall[3] Aunque Desi es un bombón ella siente que no es la que era antes. Le digo que no importa lo que uno es, la forma en que uno se ve, sino la forma en cómo uno se siente.

Ella me invita a acordarme cómo era cuando llegábamos a cualquier lugar, hacia diez años. Las voces se callaban y las miradas eran todas suyas. Y en aquél entonces las de treinta de aquella época la envidiaban a rabiar. El mundo entero cabía en las comisuras de su sonrisa. Pero los años han pasado inclementes, al igual que nosotros. Me dice que se cansa con mucha facilidad y de repente llora viendo un comercial de detergente en la televisión, sin saber por qué.

«Me compro todas las cremas que me ayudan a no tener arrugas, pero no hay crema que se le pueda untar al corazón. Voy al gimnasio y sólo consigo sentirme más mal. En lugar de ver cómo adelgazo me la paso viendo a otras con un cuerpo que no tengo. Si sigo con la dieta que estoy llevando pronto voy a comenzar a relinchar. Me siento como un salmón, nadando contra corriente, mientras el río de mis oportunidades se va quedando sin agua», se queja. «Las arrugas son las cicatrices de la vida, ¿para qué quitarlas?», le digo. «Preocúpate de verte bien respecto a las de tu edad. Piensa si esas jovencitas hubieran podido competir contigo cuando tú tenías su edad, y te darás cuenta que tú estuviste mucho mejor. Piensa en si ellas se van a ver igual de bien que tú cuando tengan tu edad, y te darás cuenta que probablemente no se mantengan como tú. Si alguna te mira como si fueras una vieja, hazle saber que la incógnita no es si tú te viste tan bien como ella, sino si ella estará viva y logrará verse tan bien como tú ahora.»

«Tienes razón, pero no me reconfortas. Me siento sola y triste.» «Sabes que cuentas conmigo», le digo. Me mira como si le estuviera mintiendo descaradamente. «Estoy tan rodeada de gente a la que no le importo que me siento sola. Me siento a la deriva en un mar inmenso, en una barca sin velas ni timón. Cuando siento que la barca comienza a girar de forma extraña me doy cuenta que no estoy en un mar, sino que la barca está dentro de un inmenso retrete al cual Dios ha decidido bajarle para que nos vayamos los indeseables de su reino. Es más, siento que ya no le importo a los incuestionables de mi vida. Si supieras lo que me duele que alguien con el que pensé contar toda la vida me deje plantada a cambio de recibir de una francesa un tratamiento que seguramente incluye unas lamidas de pene y otras antinaturalidades, sabrías lo que te quiero decir. No me vengas ahora con esa falsa disponibilidad Manolo. Prefiero tu honestidad hiriente que tus mentiras reconfortantes. Pienso que nunca te importé de verdad. Pienso que la sinceridad de tu amor es oropel.»

«Pues resulta que lo que dices es tan ridículo que debiera ser divertido, aunque no lo es, porque si lo fuera me estaría riendo. Siempre fuiste para mí una paradoja», le explico. «Era siempre esa necesidad de tu persona lo que me movía, y ahora me dices que nunca me has importado. Tú qué sabes de mis necesidades de ti, de lo que era necesitar de causas y de efectos, y que todo ello tuviera algo que ver contigo. Las inquietudes más profundas de mi vida, mis abismos más profundos, siempre estaban construidos con ladrillos que tenían el color blanco de tu piel. Lo paradójico era que con dichos ladrillos construía la casa, el hogar que me protegía de todo dolor. Siempre fuiste el antídoto del mismo veneno que constituías. Eras el agua al mismo tiempo que eras sed. Despertaba y eras mi urgencia, y sólo hasta que te veía te transformabas en saciedad. ¡Qué diablos! Me oscurecías todos los presagios haciéndolos imposibles de ver bajo las nubes de tus dudas, y luego, sin mediar explicación alguna, derramabas tu luz sobre mis ansias, me aclarabas la existencia y pasabas a ser el extremo de todos mis arcoíris. Me dejabas lleno de pasión ardiente con tus caricias para luego darme la buena nueva de que estrenabas novio y que pasabas a regalarle a otro tu cuerpo.

»Sólo se odia con pasión lo que alguna vez se amó, y cuando más te odiaba llegabas a mi vida nuevamente, para ser la entrega ilimitada, la transformación más carnal del pudor. Regresabas siendo el cuerpo complaciente que siempre quise tener, delicioso de tan escaso. Regresabas pero nunca eras la misma que se iba, olías a otro cuerpo, a otro sexo; tenían aún tus piernas las marcas de otros dedos, de otras mordidas propietarias aún frescas, tu cuello ostentaba con orgullo los tatuajes de otros labios, todavía ¡cómo te odiaba, y sin poder matarte! Te pedía explicaciones a sabiendas que no hay nada más inútil en el mundo. Tú me explicabas todo con silencios, asumiendo que entendía; yo sólo me quedaba siendo un mar de conclusiones erróneas, y no obstante siempre estiraba la mano para ayudar, aunque tú entendieras que pedía limosna; en tus manos cargabas siempre un corazón con heridas que yo tenía que lamer para sanar. Siempre fui tu amor de cambios de temporada. Eras el sueño más insistente de mis desvelos e insomnios, eras la sonrisa de mi rostro, mi alegría más incuestionable. Eras la lluvia que enfriaba mis calenturas más desérticas, eras mi amor más autosustentable, la represa de mis delirios y el resumen de mi vida. Pero te ibas en el momento preciso. Pues bueno. Ahora la devoción que se concentraba en ti está regada en varias personas y no hay manera de componerlo porque ya no me importa tu felicidad más que la mía. No creo que te quede el acusarme de falta de interés y de abandono. Acúsame de haber sobrevivido a los vaivenes de tu incertidumbre emocional y de tus cariños con destinatario equivocado.»

«¿Tan mal la pasabas conmigo?», me pregunta.

«Por supuesto que no. Simplemente me encabrona que me digas que no cuentas conmigo y que mi amor fue de mentira», le contesto, «has de saber que sólo que me molestaba cuando me utilizabas. Revivías con mis besos tu autoestima perdida. Yo me prometí una y otra vez no caer de nuevo, pero bastaba un segundo de tu encanto para bajarme la guardia, otro segundo para que comenzara a amarte, y otro más para estar dispuesto a dar la vida por ti. Es más, habría navegado eternamente por los ríos del infierno si me lo hubieras pedido. Mis promesas de olvidarte siempre eran como fuegos fatuos; todo el día, todos los días, recordaba que te había olvidado. Terminaba por abrir siempre de nuevo la puerta de mi ya muy conocida perdición. Me buscabas cuando te dejaban, y lo sabes bien. Seducir a alguien por despecho a otra persona es un acto diabólico que le disuelve el alma a quien es utilizado, así que no te sorprenda mi poca benevolencia. Jugaste tanto con las ansias de mis labios que ahora ya no hay espacio en ellos para que pongas los besos que te sobran.»

«¿Por qué eres así conmigo? Sólo te rompí dos o tres veces el corazón, y el tuyo tiene alma de gato. Encontrabas consuelo demasiado rápido en otros cuerpos, así que no te quejes», me dice, como si yo fuera el culpable de lo que me pasó con ella. «No te engañes llamando enfermedad al síntoma. Si me consolaba con otras demasiado rápido era porque era más fácil no pensar en ti con alguien en mi cama. No me quejo de mi suerte, simplemente hago notar que si me quebraste el corazón varias veces, pues varias veces tuve que pegarlo. No te sorprendas ahora que al pegarlo no haya quedado hermético. Mataste mi fidelidad posible. Por las fisuras se estará filtrando amor todo el tiempo, no puedo mantener mis ojos en una sola persona, con todos los problemas que eso me ocasiona. Gracias por hacer eso de mí.»

«Que sabio aquel al que se le ocurrió representar al amor como un corazón rojo traspasado por una flecha», le sigo diciendo. «Así me sentía cada que ibas y venías. Traspasado por un filo inclemente. A mil santos les recé para no volverte a ver, pero sólo el diablo me escuchaba.» «Me lo dices así, como si de nada se tratara, como si tu presencia en mi rostro no fuera tan de evidente Manolo. ¿No te decía nada que siempre regresara a tus brazos?» «Pues sí me decía algo: que era yo el personaje principal de un capricho recurrente de tu corazón.»

«Creo que uno de los dos se siente mejor ahora», me dice, al mismo tiempo que se le ensombrece el rostro.

Nos regalamos un breve pero muy incómodo silencio.





Siguiente entrega: (11/15) El secreto de la eterna juventud.

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miércoles, 23 de diciembre de 2009

(9/15) La depresión toca la puerta.

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 9.







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DesiSmall[2] Me pide que la acompañe a la cocina y me dice que está de vacaciones. Su trabajo de directora de relaciones internacionales en una cadena hotelera de escala global le permite elegir cualquier lugar del mundo ir de vacaciones, y sin embargo se le ocurrió que el mejor lugar para tomar un merecido descanso es donde estuviera su Manolito. Lástima que sea la Cuidad de México, pero ese es el precio por preferir el trato de un chilango como yo.

Ha viajado miles de kilómetros para que la escuche. Resulta que está en un periodo de profunda desorientación respecto a su vida. Me da la impresión que está entrando en la crisis de los treinta, y está perdiendo un poco el estilo. Me dice que la depresión le ha estado tocando la puerta, y no sabe si sigue afuera de su vida o si ya se le metió por alguna ventana.

Tiene todo el éxito profesional que una mujer puede tener, pero no se siente plena. Es inútil que le pregunte qué es lo que le falta para ser plena, dado que no lo sabe. Siente un vacío existencial y no sabe cómo llenarlo.

Está por cumplir los treinta este mes y para ella es muy significativo. Los treinta eran para ella un plazo y una incertidumbre. Según ella a los treinta ya estaría casada y sería una profesionista exitosa, con una relación sólida, viviendo la madurez sexual y emocional que las revistas dicen que una mujer de treinta tiene.

Yo la entiendo plenamente. A las mujeres les preocupa tanto cumplir treinta como a los hombres cuarenta. Entran en crisis porque piensan que ya no atraen al sexo opuesto y que no han hecho con su vida lo que hubieran querido. A raíz de ello comienzan a cometer tonterías. Los hombres a ir al gimnasio, a ponerse a dieta, a comprarse una Harley y a conquistar jovencitas que podrían ser sus hijas —pero en versión cachonda, claro—. Las mujeres por su parte comienzan a lamentarse de lo gordas que están y de lo hermosas que son las demás, todas ellas unas zorras.

Como si fuéramos unas comadres en una cocina de pueblo, nos ponemos a platicar confidencias. Espero que no comience a platicarme de alguna telenovela porque tendría que matarla a patadas, pensando en el festín que me estaría dando si estuviera con Vanette. Yo me encuentro sentado en una silla alta mientras ella selecciona y acomoda sobre la mesa los ingredientes que utilizará para preparar el plato fuerte.
En confidencia me dice que se juró a sí misma estar casada a los treinta. Si no sucedía, pues se casaría con cualquiera. Con el primero que se lo pidiera, valiera o no la pena.

¿Pero quién conoce la voluntad de una mujer? Hace tres meses el que era su novio en Londres le pidió matrimonio y ella terminó con él de inmediato. Deseaba con tantas ganas que le propusieran matrimonio que cuando le sucedió se sintió defraudada por su novio, por haberle roto la ansiedad de una ilusión. No sabe por qué lo hizo, y mejor aún, no sabe si debe arrepentirse o no de haberlo hecho. Penalizar a alguien porque hizo lo que querías que hiciera no tiene lógica, y obvio, yo no la entiendo porque no soy mujer.

Verdaderamente le preocupa llegar a los treinta y ser soltera, como si tuviera importancia. Además, no quiere casarse, según me dice. Siente que la vida se le va por la coladera.

«No sé Manolito. A veces me pregunto a dónde se ha ido la sal de mi vida. Todos los días me paro y no me gusta lo que veo en el espejo. Mi rostro luce bien, pero las cicatrices que hay en la mirada son del alma. Veo la gradual pérdida de brillo en mis ojos, la luz se va y se pierde a medida que veo en el reflejo a una persona que no quise ser. Veo en el espejo a una persona que cuando le pregunto de su vida comienza a llorar, veo a una persona que se duerme de aburrimiento escribiendo su propio diario. Tomé mis decisiones. No me arrepiento por ellas, aunque la pregunta ‘¿qué hubiera sido si…?’ me mate poco a poco. Trabajo porque mi cuerpo es capaz de hacerlo. Soy buena haciendo lo que hago, pero cada día es igual de insoportable que el anterior. No niego que mis días tienen sus momentos, pero ninguno de ellos bastará para sanar mi alma. No daría la vida por ellos, no me sacaría los ojos por ellos, es más, ni siquiera los pelos de la nariz. ¡Si tan solo no hubiera estado viva alguna vez, no extrañaría! Pero ya he vivido, he sentido, he estado dispuesta a dejarlo todo por una mirada, por un logro, por una palabra, y esa nostalgia es lo peor del presente.

»Me gustaría volver a sentir que la sangre corre y se arremolina en mi cara al sonrojarme, en mi sexo al excitarme, en mis manos, en mis labios con ganas de darse insaciables para darle de beber mi vida a quien yo ame. Quiero sentir que existo, sentir que me ocurren cosas, razonables o inverosímiles, que me saquen de mi refugio de confort. Lo que quiero es esperar cosas, despertarme antes que el reloj despertador, desesperada por apurar a la esperanza mientras el reloj corre lento tan lento porque las ganas de una posibilidad son tan profundas y absolutas, tan cargadas de ese sabor que me hace falta. Me muevo porque me tengo que mover, pero nada me mueve. Voy presurosa a ninguna parte que yo quiera ir, sólo voy porque van los otros. Nunca pierdo el camino, pero tampoco me siento llegando a un destino. Que desahucio es la vida sin sobresaltos.»

En algunos aspectos se siente como una joven de veintitrés años en un cuerpo prestado, más viejo y acabado. Me dice que está anclada en la música que le gustaba hace años y que cada vez reconoce menos canciones en la radio o en los lugares a donde va. Se ha dado cuenta que cada vez da más consejos sin que se los pidan, y que cada vez le dicen señora con más frecuencia, en lugar de señorita. Quiere ser alocada como antes pero las desveladas cada vez le sientan peor. Acude a lugares de moda para demostrarse a sí misma que es joven, y el resultado es abrumador. Mira a su alrededor y ve a otras más jóvenes y más frescas, con el atractivo sexual que sólo da la juventud. Mientras ella gasta mucho en cosméticos las otras se pintan de lozanía; imposible competir con ellas, incluso con muchos más recursos económicos. Ir a esos lugares es como si Supermán fuera a una fiesta en donde lo único que dan de beber es kriptonita. Lo que en otras más jóvenes sería un atuendo sexy, en ella sería un atuendo de golfa pretenciosa. Simple y sencillamente los hombres no la miran a ella, miran a las otras, mucho más frescas, jóvenes y deseables. Quizá la miren pero sólo como un premio de consolación. Mal augurio cuando de un grupo de hombres, el que se te acerca es el más gordito.




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martes, 22 de diciembre de 2009

(8/15) Sorpresa al verme

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 8.






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DesiSmall[3] Cuando llego a su casa ella me abre. Se me queda mirando fijamente en el marco de la puerta. Se da cuenta que he cambiado, que me veo más maduro y más seguro de mí mismo. Nunca he sido guapo, pero la edad le hace a uno poder lucir su falta de gracia con mayor dignidad y honestidad. Sigo sin ser guapo pero al menos me veo interesante. Atractivo, dicen todas, y yo les creo más que a mi propio espejo.

Me recibe con un gran beso en la boca.

Ese gesto nunca les gustó ni a sus novios ni a mis novias, pero bueno, han pasado unas diez personas inconformes y sin embargo nosotros seguimos manteniendo el contacto de nuestros labios, mientras que los otros ya han pasado a la historia. En sus labios siempre encuentro un beso sin estrenar, y así quiero que siga.

«Hola cómo estás Desi», la saludo. «Manolito», me responde. Sólo a ella le permito que me llame en diminutivo.

Le digo que se ve encantadora. Ella me sonríe, agradeciéndome el cumplido. Sabe que a ella nunca le miento en eso. Su sonrisa siempre me borraba los rencores, y eso que tenía motivos fundados para sentirlos.

Ella me sigue mirando. Tenía más de tres años que no me veía en persona y ahora me disfruta un poco. Aunque nunca me lo dijo siempre fui su máximo. Sus amigos me dijeron alguna vez que siempre hablaba de mí, que me ponía como ejemplo para todo, que nunca olvidaba mi cumpleaños, que repetía mis frases y me rodeaba de virtudes, lo que siempre implica justificar mis defectos. Siempre que decía ‘tengo un amigo que…’, ese era yo, haciendo o diciendo algo. Yo nunca les creí, más por falta de amor propio que otra cosa.

«Te ves muy bien Manolo. Muy bien. En cambio yo, mírame toda una vieja fea. Por eso ya nadie me quiere», dijo riéndose. Yo me reí con ella.

Ella viste un pantalón de mezclilla azul de Rock & Republic y una blusa blanca de algodón de Craig Taylor, pegadita al cuerpo, con botones al frente. En esa blusa sus tetas se ven espectaculares y fabulosas. Siempre esperas que un botón te haga el favor de desabrocharse por su propia voluntad y que te deje ver un poco más. Trae el cabello suelto, peinado de lado, sujeto con un broche de mariposa. Aunque su pantalón es casual usa unos zapatos de tacón alto de Jimmy Choo, hechos de tiritas finas y coquetas. Sus pies se ven tan bonitos que causan un efecto de mucha clase, levantando todo el outfit. Queda claro que ella se arregló para mí, aunque trata de aparentar que está relajada y despreocupada de ánimo.

Dice que está así vestida porque está cocinándome algo. Como la cocina francesa es lo suyo, el menú será canard au sang acompañado con vino tinto Cabardès en Languedoc, porque ella sabe que me gusta tanto el pato como los vinos de Languedoc – Roussillon. Como postre, opta por el soufflé de chocolate. Cierra el círculo completando el ambiente con música de Garou, que suena en el ambiente aunque no vea dónde está el aparato que la produce.

Me pide que valore lo que me pasa como un privilegio casi extinto sobre la tierra, pues ya no cocina para nadie. Ciertamente no tiene los talentos Taillevent, me advierte, pero seguro que quedaré encantado.

Yo no hago comentarios al respecto, aunque pienso en aquellos talentos que sí tiene.

Me agradece que, por una vez en muchos años, tuviera la inteligencia suficiente para tomar una buena decisión. «No sé qué le ves a esa zorra francesa que te pervierte, pudiendo venir aquí conmigo y disfrutar de mi hospitalidad quebequense. Eres un tonto que no sabe apreciar lo que es un buen corte de carne», dice, palmeándose las caderas.

«Bueno. Generalmente ese buen corte de carne viene con guarnición. En cada cita te me aparecías con un tipo al lado que resultaba ser tu novio en turno, y ya sabes cómo acaba eso siempre. En cambio tú nunca has querido conocer un poco más a Vanette. Es excelente persona y creo que ustedes dos podrían….», comienzo a decir, pero ella me hace callar. Noto en su mirada el odio que sólo los celos de una mujer contra otra puede producir. «¿Qué? ¿Ser buenas amigas? No menciones su nombre en esta casa por favor. No se te ocurra hablarme bonito de ella Manolito. Ya quisiera esa zorra nalgas prontas ser lo exitosa que soy yo.» Me quedo hecho un tonto, amigo del incómodo silencio repentino; como nunca niego la cruz de mi parroquia me siento obligado a decir algo a favor de Vanette: «Exitosa no será, pero excitante...», y no acabo la frase porque una mirada asesina me hace detener mis argumentos.

¿Acaso son celos de Vanette? Su arrogancia me molesta pero la perdono sólo por ser Desi.

Más me molesta mi molestia, porque significa que siento algo por Vanette, muy en el fondo. Si se enterara que he profanado la casa de Desi con su nombre y que he tratado de defenderla frente su archienemiga, se correría en ese instante.










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lunes, 21 de diciembre de 2009

(7/15) Mente prodigiosa en lindo empaque

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 7.





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DesiSmall[2] Algo que siempre me llamó poderosamente la atención son las mentes inteligentes. Nunca tomé en serio a las mujeres que consideraba tontas. Me aburren terriblemente. Me las cojo, sí, pero porque la ocasión se presenta. Me quiero acostar con ellas, sí, pero no quiero despertarme con ellas. Dice Joaquín Sabina que la mujer importante en tu vida no es aquella con la que te acuestas, sino aquella con la que te levantas. Tiene toda la razón.

Desi es una de las mentes más brillantes que conozco, y además viene en un empaque de lo más atractivo. Es, definitivamente, una de esas mujeres con las que te quieres levantar todos los días para poder ver salir el sol dos veces: una cuando abren los ojos, y otra cuando abren la ventana.

Hasta donde la recuerdo tiene una bella piel blanca, de esa que cualquier color de ropa le va bien. Su rostro es un poco de niña traviesa, de barbilla espigada y boquita sensual, su nariz es respingona y está delimitada por un par de pómulos redonditos y con color de un sonrosado permanente.

Su sonrisa es amplia y sexy. Cuando sonríe te dan ganas de sonreír a ti también. Cuando está en confianza y algo le divierte abre mucho los ojos y se muerde la punta de la lengua cuando ríe, lo que le da una imagen de inocencia malévola. Ella no se da cuenta, pero lo hace.

Sus ojos son grandes, color miel, preciosos y profundos. Sus pestañas son grandes y pobladas, de tal forma que cuando está triste y cierra los ojos no te queda más remedio que hincarte frente a ella y rezarle un rosario. Sus cejas son bonitas, ni muy pobladas ni muy pequeñas, y su frente es amplia, quizá para poder almacenar tanta capacidad de pensamiento.

Su cabello es rubio muy claro, liso, que siempre peina de lado con coquetería. La última vez que la vi fue en una fotografía que apareció en una revista de turismo de alto nivel. Ahora lo lleva a la altura de los hombros, quizá un poco más corto, dado que así lo exige su look de ejecutiva moderna.

Sus hombros son redondos y de bonita forma, y sus brazos son delgados y con unos vellitos diminutos y muy güeros que siempre me gustó ver brillar en días soleados.

Sus pechos son uno de sus mayores atractivos. Grandes, redondos, de pezones rozados. Son naturales aún y cuando parecieran obra de un cirujano plástico. Creo que son copa D, aunque me gusta más medirlos en términos de mis manos.

Su cintura es pronunciada y es la antesala de sus caderas y su hermoso trasero. Sus nalgas son redondas y bien tornadas, firmes y paraditas. No sé de dónde me viene la asociación, pero siempre que veo su cuerpo me acuerdo del patinaje artístico, ya que tiene todo el tipo de las patinadoras sobre hielo. Piernas fuertes pero graciosas, caderas proporcionadas y amplias, con ese algo que no se puede apreciar más que en movimiento, llamado gracia.

Hace muchos años, cuando éramos pareja, la hacía pararse desnuda frente a mí, de perfil. Yo no hacía otra cosa que recorrer con mis ojos y mis manos sus contornos, maravillándome de su divina proporción.

Cabe aclarar que hace años que no hacemos el amor. Hoy recuerdo como lo hacíamos hace ya tantos años y me avergüenzo de nuestra inexperiencia. Siempre lo hacíamos de la misma forma. Ella arriba, yo abajo. Ella abajo, yo arriba. Ya cuando andábamos muy intrépidos, de perrito. Nada más. Teniendo el potencial sexual que da la juventud, nunca experimentamos más allá del placer directo al corazón; nunca me la chupó, nunca la lamí, nunca nada más.

No cabe duda que tiene razón Saramago: La juventud no sabe lo que puede y la vejez no puede lo que sabe.









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viernes, 18 de diciembre de 2009

(6/15) Las aguas del recuerdo

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 6.




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DesiSmall[2] El día de hoy Desi me ha llamado a mi casa y me ha dicho que estará en la ciudad unos días y que necesita verme con urgencia. Me ha dicho que no me va a perdonar si la dejo plantada por esa zorra francesa que me pervierte. Dice la palabra ‘zorra’ en un tono de lo más despectivo, con sentimiento y conocimiento de causa.

Obviamente se refiere a Vanette. Creo que la ausencia de cariño que sienten entre ellas es tan profundo como mutuo. Se odian tanto que me gustaría, algún día, hacer que convivan entre sí hasta que se maten. Con sus actitudes sólo me confirman una cosa que he aprendido bien: las mujeres son misóginas por naturaleza.

Vanette la odia con un odio tan absoluto que a veces pienso que me ama secretamente, aunque me haga saber cada que puede que no quiere nada serio conmigo. Le encabrona la total devoción y atención que le dedico a Desi sin que ella tenga que hacer nada por obtenerla. Creo que trata de borrármela de la mente a base de tanto cogerme. Cuando digo que he quedado de verme con ella es como si presionara un botón que activa su mente y le moja el coño. La hace idear cosas tan sugerentes que es casi imposible rechazarla. No hay nada más aburrido que una persona que no sabe inventar tentaciones, y ese respecto, Vanette sabe su oficio.

No es lo mismo que una vieja gritona te diga que no vayas con tal o cual persona porque de lo contrario ella liberará los cuatro jinetes del Apocalipsis en tu cielo particular, a que una modelo de lencería te saque la verga del pantalón y se la meta a la boca, para luego rogarte en francés que por favor se la metas por donde más te guste y que te corras donde más te plazca, y que luego, como seguramente te has estresado mucho con la sesión de sexo extremo, te invite con un susurro al oído a que te dejes bañar con agua caliente para que te relajes y disfrutes, pues lo único que tienes que hacer es abandonarte y dejar que la temperatura del agua, la dulzura de los aceites aromáticos, un par de manos muy traviesas y el olor a coño cercano te tranquilicen el alma, mientras que tu cuerpo también se tranquiliza. No es lo mismo una perorata prohibitiva y sin sentido, llena de amenazas que dicen lo que te pasará si te ves con otra persona, a renunciar a la sensación de sentir pasar por tu cuerpo una esponja enjabonada que lo talla todo con delicadeza, especialmente tus genitales, en donde se mantendrá una mano con espuma que no dejará de acariciarte hasta que te corras otra vez. No cabe duda: el ser humano es más sensible a sus intereses que a sus principios.

Generalmente Vanette tiene éxito con sus persuasiones. Dejo a Desi plantada por estar con ella. Vanette se corre como loca esos días. Podría jurar que la mitad de sus orgasmos tienen que ver con la sensación de haber ganado una batalla de preferencias con una mujer que forma parte de mi historia. Me ha pedido que la olvide, pero es inútil. Sería tanto como pedirme que olvide mi pasado y todas las cosas que hacen de mí la persona que soy en el presente.

Las aguas del recuerdo en mi caso son profundas y turbulentas, dado que mi vida siempre ha sido río, nunca estanque. Sé que a Vanette le molesta mi pasado, aunque no pone objeción en que utilice con ella la experiencia que me han dado otras. Lo malo de involucrarse sentimentalmente con gente interesante como yo es que tienes que soportar el inventario de recuerdos de aquello que precisamente provoca que seas tan especial. Es todo una paradoja.

Lo mío con Desi es de esos amores de maldición de cuento, que son profundos y arraigados, pero del tipo en que los amantes están predestinados a no quedarse juntos nunca.

Desi me decía que Vanette era una zorra conmigo. Que deseaba quitarme los amigos, las aficiones, los recuerdos, todo. En parte tiene razón, pero bueno, Vanette es una cogida que no puedo dejar ir por el momento. Además es un sexo muy cómodo, pues no le hago mucho caso ni ella a mí, ¿qué tiene de malo entonces que vaya borrando de mi mente y de mi vida a otras mujeres, si lo hace a punta de orgasmos deliciosos?

Tan no la tomo en serio que el día de hoy la había citado para comer en un restaurante antes del programa que teníamos planeado por la tarde, y le he cancelado sin remordimiento. No acudiré porque mi rumbo es hacia la casa que Desi tiene en la ciudad.

Obviamente, Vanette me pregunta por qué le he cancelado. Aunque puedo evitarme discusiones y no decirle a Vanette la verdad respecto a dónde voy, y sobre todo, con quién voy, finalmente termino diciéndole que voy con Desi para que se enoje. Ella la maldice y la llama inútil zorra llorona miserable y roba vergas. Me dice que ya la trascienda y que la olvide. Comienza a decirme lo mucho que me hará gozar si no voy con Desi y me veo con ella. Dice que me la chupará en el restaurant en donde nos hemos quedado de ver, enfrente de toda la gente, y que se tragará mi corrida sin perder gota alguna. Habla de irnos a mi casa, habla de látigos, bates de béisbol, besos largos, húmedos, negros, caricias que sabe que conmigo no fallan, y de pronto habla como estoy seguro que hablaría una gatita caliente, suponiendo que las gatitas hablaran y lo hicieran en francés. Le cuelgo y apago el teléfono antes de que me vuelva a llamar y me convenza de írmela a coger de mil maneras.

Me compro un problema que me hubiera ahorrado con una mentira. No le miento por una simple razón: si hay mentiras no hay intimidad, como dice Anaïs Nin. Además, la intimidad se mide en complicidades, y hay complicidades que duelen.








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lunes, 14 de diciembre de 2009

(5/15) No eres tú, soy yo

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 5.



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NOTA IMPORTANTE: A partir de esta fecha, el reverendo sólo se publicará de lunes a viernes.



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DesiSmall[4] Recuerdo como si fuera ahora el día en que le pedí que fuera mi esposa. «No te ofendas Manolo», me dijo, «pero en mi vida voy por el capital, no por los intereses. No eres tú, ni nada de lo que representas. Soy yo el problema. Mis expectativas van mucho más allá de ti. No te veo muy visionario ni muy ambicioso con la vida. Me conozco muy bien y sé que la historia no acabaría bien. Me daría mucha lástima destrozarte el corazón simplemente porque las cosas no salen como yo quiero y eres lo más cercano que tengo. Siempre se hiere y ofende a lo más próximo.» ¿Cómo decirle que no se preocupara por no romperme el corazón en el futuro, si me lo estaba destrozando justo ahí, en ese momento?

«Mejor vamos a ser los mejores amigos, ¿sale?», me dijo, como si no supiera que la amistad entre un hombre y una mujer es un imposible, como si no supiera que es cuestión de tiempo que, por alguna razón, uno se quiera coger al otro.

No me dijo que sí. Tampoco me dejó a un lado, y eso que yo hice mucho esfuerzo por no verla más, avergonzado en la derrota de mi proposición. No me dejó ir porque yo era una especie de indispensable en su vida. Eso pasa cuando vives con alguien tantas cosas. No te puedes separar y te haces inmune a las amenazas de separación. Cuando hay dos predestinados éstos siempre siguen juntos porque no puede ser de otra forma.

Después me tocó a mí el triunfo y el éxito, me tocó el brillo y el sufrimiento, y me tocaron los premios. Ella estuvo en ellos, desde luego. Cuando estuve a la altura de su vida, pues resulta que ya no era el momento.

Es extraño cómo hay muchas parejas que su único error es conocerse en el momento incorrecto. Eso es lo que yo conozco como la paradoja de lo que pudo ser.

Hoy la amo con otro amor distinto al de antaño. Sé que es amor porque el ritmo de los latidos del corazón, la falta de aire, las pupilas receptivas al máximo nunca engañan: lo que te jala, te jala. No podría decir que la amo como a una hermana porque cuando la veo me dan ganas de darle un abrazo muy fuerte, darle un respetuoso beso, admirarla y platicar con ella, pero también bajarle las bragas y manosearla hasta que yo me canse o ella se retuerza de placer, lo que ocurra primero. Lo mío con Desi es un amor inclasificable que trasciende incluso la circunstancia de cada uno; tengamos pareja o no, nuestra forma de amarnos se sostiene, discreta, en segundo plano, con la secreta esperanza del advenimiento de un imposible.

Hace tres años que no la veo en persona. Su trabajo la hace viajar mucho, aunque siempre regresa. Nos mantenemos en contacto por teléfono y nos actualizamos acerca de nuestros proyectos de vida y de cómo nos va mientras el tiempo nos devora.

Ha estado en la ciudad varias veces, pero por una razón llamada Vanette no la he podido ver.







Siguiente entrega: (6/15) Las aguas del recuerdo.

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viernes, 11 de diciembre de 2009

(4/15) El dolor une más que el placer

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 4.


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NOTA IMPORTANTE: A partir de esta fecha, el reverendo sólo se publicará de lunes a viernes.


6


DesiSmall[1] Desi, como le digo de cariño, es una de mis amigas más antiguas. Desde hace como doce años que la conozco. Compartimos algunos episodios trascendentales en nuestras vidas, de ahí nuestro profundo arraigo en la vida del otro. Momentos buenos y malos.

Estuve con ella cuando murieron sus padres en un accidente. Estuve a su lado cuando la operaron de una enfermedad rara que le causaba pequeñas hemorragias internas sin saber por qué. Era yo el que la acompañó y estuvo a su lado cuando se recuperaba, y era mi sangre la que le salvó la vida cuando más sangre perdía. Era yo el que estuvo en segundo plano cuando se graduó en su carrera profesional y el novio en turno le prohibió que se tomara una foto conmigo. Lo mismo ocurrió al graduarse en sus estudios de especialidad, aunque quien me puso en la congeladora fue un novio distinto. Era yo quien la apoyó y creyó en ella cuando nadie creía en sus proyectos de investigación de hotelería sustentable, y era yo quien más aplaudió cuando le dieron el premio Internacional de Investigación Hotelera de la Comunidad Económica Europea. Nunca nadie había brillado más en el mundo que ella en esa ocasión. De entre los cientos de asistentes a la premiación sólo buscó un par de ojos entre la muchedumbre, ojos que al reunirse con los suyos amenazaran con hacer desbordar unas cuantas lágrimas de felicidad, diciendo ‘lo logramos’. Era yo el que estuvo con ella cuando perdió a su hermano a causa del cáncer y se quedó sin familia a quién querer. Yo, el ángel de la guarda que veló sus sueños cuando perdió el hijo de un novio que quiso mucho y que la dejó al enterarse de su embarazo; yo, quien cuidaba el vientre que guardaba lo que no era mío, ese mismo vientre que no resistió el abandono del privilegiado a ser el padre del primero; finalmente yo quien la sostuvo medio muerta en el baño donde en medio de sangre vio a su primogénito irse por el retrete. Era yo el que la vio queriéndose tomar un frasco de pastillas porque ya no había razón para vivir; yo, quien le quitó la mitad de las pastillas a la fuerza y quién le dijo que si ella se mataba yo me iba con ella. Finalmente fui yo quien se tragó la mitad de pastillas para convencerla de que iba en serio la solidaridad. Fui yo quien vomitando llamó a los servicios médicos y quien salió junto a ella en el periódico como la nota ridícula del día, en donde nos calificaron como ‘Romeo y Julieta de La Condesa’. Todavía pago con burlas mi solidaridad. Cuando estoy con mis amigos y ya se acabaron los temas nuevos por platicar, siempre surge ese episodio como eficiente mata-tedio garantizado.

Estuve con ella, amándola a cada instante, viviendo sus triunfos y sus éxitos. Y más la amaba aún cuando me tocaba sufrir con ella intensamente los momentos malos y amargos de la vida.

Según mi teoría, cuando sufres con alguien el sufrimiento se divide y la carga es menos. Sólo en los momentos malos sabes quién te quiere de verdad.






Siguiente entrega: (5/15) No eres tú, soy yo.

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jueves, 10 de diciembre de 2009

(3/15) Brujas voluntarias

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 3.






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4

 

DesiSmall[1] A las mujeres que les ponen el cuerno les recomiendo que sean prácticas, ante todo.

Sólo hay dos tipos de hombre: los que reconocen sus infidelidades, y los que son mentirosos. Las probabilidades de que un hombre sea infiel son del 100%, lo que nos deja claro que tarde o temprano el desliz va a suceder, y las preguntas que sobreviven sin respuesta es cuándo, dónde, con quién, y qué tan serio será.

El detalle es que las mujeres no son prácticas, y es donde todo naufraga, pues a veces sus reacciones son un despropósito y una falta de consideración al contexto histórico del género humano y sus costumbres. Desde el inicio de los tiempos, en los cuentos la bruja siempre pierde y la princesa siempre gana, vamos, es axiomático. Entonces no entiendo por qué cuando una mujer sabe que teniendo una relación estable con un hombre aparece otra mujer, automáticamente se convierte en bruja. Berrea, maldice, avienta cosas, amenaza, echa lumbre por los ojos y predice una muerte horrible para la zorrita esa que apareció muerta de hambre y de la nada, con el único propósito de joderla a ella. Eso provoca que la otra mujer automáticamente se convierta en la princesa comprensiva que no causa problemas, la respuesta a todos los azares, la panacea de amor incalculable, incluso sin mover un solo dedo. El resultado es que al final la princesa se queda con el hombre, y la bruja comiendo sapos. Habrá mujeres que digan «pues que se largue con la otra para que le lave los calzones». Pues bueno, es una posición muy digna, siempre y cuando la mujer ya sepa cómo lidiar con la soledad, cosa que sólo pasa si ya estaba harta del tipo y que se largue es una bendición, o bien porque ya tiene a alguien en lista de espera para tomar el lugar del otro, para cubrir el coño vacante. Si las mujeres no pueden controlar su temperamento al darse cuenta de una infidelidad, mejor que compren un listón rojo, hagan un moño y se lo amarren al hombre en la verga, y se lo vayan a entregar a la otra mujer en una charola de plata.

Pero si lo que quieren es quedarse con su hombre, o de plano tener una venganza deliciosa, deberían pensar que se trata de una guerra, y si la guerra es contra un coño, pues hay que responder con el coño, con el culo y con la boca. Las esposas deberían saber que está más que comprobado que no es suficiente para retener al marido ni los hijos, ni el patrimonio, ni los reminiscentes pasados; sólo es capaz de retener aquello que enamoró al principio, aquello que lo atrajo la vez primera, eso que su madre no podía darle; los motivos que un hombre tiene para estar con una mujer se mantienen constantes, y existían ya cuando no había hijos, ni patrimonio, ni reminiscencias. La guerra es con esas armas, no con otras.

Las esposas tienen la ventaja de que el hombre duerme en su techo, come su sazón, vive su tiempo y en general le conocen sus gustos, quizá comparten hijos, forman parte de su historia, él carga varios rasgos que aprendieron juntos, y hay recuerdos placenteros que es sencillo convocar.

Yo propongo la siguiente estrategia: basta con decirle al hombre que no hay problema si ve a otra, pero que no desatienda lo que hay en casa. Si coges allá, coges acá; toda la estrategia descansa en exigir que haga en el hogar justo lo mismo que hace afuera, con las mismas acrobacias y la misma frecuencia, con los mismos detalles y las mismas sorpresas, en los mismos moteles y con los mismos juguetes. Todo, desde luego, con discreción absoluta: nada de andarse paseando por la ciudad con la muñeca nueva; no sobra decirlo, hay que hacer todo con protección, para que luego no salga con que mi amorcito hazte la prueba del SIDA o úntate esta crema. Si el hombre quiere ser infiel, ese es el precio que hay que pagar para no ser molestado en esa nueva relación que indebidamente inició. Al hacerlo así, la nueva relación es permitida, ya no hay engaños, ni secretismos, y por tanto la magia de lo prohibido desaparece, y sólo quedan dos mujeres en contienda.

Si el hombre no acepta el trato es porque ya está emocionalmente muy involucrado con la otra, al grado de deberle fidelidad y lealtad; si es así, el caso está perdido y sólo resta divorciarse del hombre con el mayor lucro posible y sin misericordia alguna, pues al fin y al cabo, las leyes siempre han estado del lado de las lágrimas, y no hay feminismo que cambie eso.

El otro caso es que el hombre acepte ser un pendejo irremediable y egoísta que quiere estar con dos a la vez. En el fondo estará aceptando que todo el asunto tiene que ver con una soledad y una confusión que nada tienen que ver con la mujer, pues es un vacío interno que trata de llenarse con carne; de ser así la cosa tiene remedio si la mujer es capaz de hacer a un lado su ira y su sed de venganza, y mira la relación otra vez con nuevos ojos, como quien mira lo más maravilloso que le ha pasado. Si la otra pensaba algo serio, vamos a ver qué tal soporta si el hombre huele a su casa, y me refiero a que su ropa huela al lugar de donde viene, que la verga le huela a otro coño que no es el suyo, que llegue lleno de marcas en el cuerpo hechas por la mujer con la que supuestamente ya no hay nada, vamos a ver qué tal soporta la presencia de la nunca nombrada pero siempre presente, de sentirse engañada respecto a un derecho que ni siquiera tiene todavía, y sobre todo, eso de estar viviendo una situación sólo porque otra lo permitió. Si era cuerpo sólo de un rato, se marchará pronto porque a nadie le gusta ser plato de segunda mesa. En esas condiciones, imposible tratar de ser algo más, ser alguien.

La ventaja que una amante puede tener es de contexto, no de encanto. Todas las mujeres vienen con el mismo equipo al mundo, así que no hay excusa para no hacer lo que la otra haga, e incluso se puede hacer sin perder la pose de gran señora; las esposas deben dejar su rol de mamá y señora de la limpieza, y comenzar a ser un poco zorras en la casa; en el intento no se van a aburrir, quizá aprendan cosas que nunca sospecharon, y encima de ello, habiendo recuperado a su hombre de los brazos de la otra, tienen el poder al final de decidir si se quedan con el hombre o le piden que se largue, pero no porque las dejen, sino porque ellas lo decidieron así.


5

Pero bueno, dicho en pocas palabras, el plan era entonces una buena tardeada con Mina, Vica y Vanette, con la fina presencia de Marcus y un servidor. Es tan delicioso el cuadro de la tardeada que me están entrando ganas locas de preparar una jarra de limonada personalmente.

Difícilmente podría haber surgido algo tan poderoso como para que yo sacrificara una tarde que se anunciaba tan divertida. Es más, existían unas casi nulas posibilidades de que algo me distrajera de mi propósito. Pero como sé bien, las remotas posibilidades siempre me ocurren. Soy un magneto de lo inverosímil. Siempre me encajo la aguja en el pajar porque el gran D tiene su propia agenda de mi vida, el muy cabrón.

Recibí la llamada de mi amiga Desirée y todo el mundo desapareció al oír su voz. De forma mágica todo mi espíritu se preparó para los recuerdos por suceder.









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miércoles, 9 de diciembre de 2009

(2/15) Obsesivas de la infidelidad

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 2.





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2

 

DesiSmall[1]Con Marcus el asunto es sugerirle cómo se mate, o de plano darle ánimos para que no lo haga. El pobre está muy deprimido por lo de su reciente divorcio, así que considero que un poco de diversión no le caería mal. 
Creo que un tipo que descubre que su esposa lo engaña desde hace tiempo con otra persona no tiene muchos argumentos para estar con la sonrisa brillándole en el rostro. Pero si además esa otra persona también es mujer, bueno, pues la cosa se pone psicológicamente más divertida.

Mi mente retorcida piensa que vivir con dos lesbianas no sería tan malo, si comparten un poco de su cuerpo conmigo, claro. Eso es algo que tengo bastante pensado: si la mujer que amo siente amor por otra mujer además de por mí, no me dan celos en lo absoluto, siempre y cuando me ame y me deje  amarle el cuerpo a plenitud. Pero Marcus no es yo, así que sufre lo indecible. La pérdida de la pareja es dura, pero más dura es la incertidumbre, la terrible duda de saber si uno fue el culpable del abandono dada la baja capacidad de complacer al sexo opuesto.

Yo le digo que simplemente a algunas mujeres prefieren lo cóncavo que lo convexo. Para comprobarlo lo pondré en manos de las gemelas, que se pintan solas con eso del entusiasta gusto y predilección incuestionable por la verga. Con ello aprenderá que no fue su culpa que lo hayan abandonado y podrá reafirmar que su verga no es tan inútil como le han hecho creer. Ya si me dicen las gemelas que Marcus es un fiasco en la cama, pues entonces sí le propondré un plan para que se mate de forma espectacular, de preferencia llevándose a muchos de encuentro, para que su muerte llegue a todos los lugares del mundo donde se lea el periódico o se vea televisión o se disponga de Internet.

Le digo que si su esposa lo dejó por otra mujer no es para tanto: pasa hasta en las mejores familias. Incluso me ha tocado ver lo opuesto, es decir, cuando la mujer es burlada de la peor manera, descubriendo a su maridito llevándole rosas rojas a un bigotón.


3

Creo que las mujeres son unas obsesivas de la infidelidad, quizá porque saben que el hombre puede ser físicamente monógamo, aunque mentalmente sea un polígamo de primera. ¿Cómo lo saben? Fácil. Ellas son iguales, sólo que más discretas y cautelosas. El hombre engaña más. La mujer engaña mejor.

Cuando sospechan que el esposo les es infiel lo primero que desean verificar es si ‘la otra’ es más guapa que ellas, como si eso hiciera diferencia.  Si es más bella quieren desfigurarle el rostro con ácido, prestarle un espejo para que se mire, y luego quieren matarla; si es más fea, se mofan de ella y de todas maneras la quieren matar.  Lo que deberían de entender de una buena vez es que esa lógica es irrelevante, pues los hombres somos unos bastardos que arriesgamos el cielo inmenso por una cucharadita de infierno; a veces estamos satisfechos y sin embargo somos infieles con una persona que ni nos gusta ni nos interesa ni vale la pena, y sólo por el placer de meterla donde no se debe.

Sin embargo, una promiscuidad tan sin sentido no es el peor de los escenarios. El problema es mucho peor cuando la otra es otro. Imagina que a una mujer que se jacta de ser bella y fogosa, pues resulta que el esposo la deja por irse con un tipo musculoso que tú creías que era su compadre. Me ha tocado verlo varias veces. Las pobres no tienen otro remedio que dedicarse a hacerlo con quien se deje, siempre preguntando si lo han hecho bien o pidiendo perdón por lo mal que lo han hecho. Otras incluso se dedicarán a robarle el marido a sus mejores amigas, sólo para reafirmarse como mujeres deseables. No hay duda: la fogata de la promiscuidad encuentra su mejor leña en la inseguridad de sentirse deseable. Nada como el conocimiento de las aficiones y la voluntad de satisfacerlas, si se quieren fortalecer las relaciones entre dos.

La naturaleza es sabia y nos brinda una razón más para hacer que los esposos sean dadores alegres y cuidadosos de los detalles, y que las esposas entiendan que no deben poner objeciones cuando el marido quiere darles por el culo, pienso yo. Digo, es que en tiempos de apetito de algo en específico uno nunca sabe dónde acabarán los sueños del corazón de ellas, ni dónde ese trozo de cuerpo con el que los hombres pensamos y nos enamoramos.







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martes, 8 de diciembre de 2009

(1/15) Planes que convergen

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 1.




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1

DesiSmall[1]El día de hoy pinta para estar agradablemente complicado. He quedado de verme con las gemelas Mina y Vica en mi casa, pues me han dicho que están muy interesadas en que me las coja a las dos porque dicen estar muy tristes y que eso que me cuelga entre las piernas siempre las pone de buen humor, románticas y soñadoras. Además he quedado de verme con Vanette, también en mi casa y a la misma hora, porque me ha dicho que se ha puesto a estudiar el Kamasutra a conciencia, y me dice que está segura de haber inventado una nueva posición sexual que es más efectiva que todas las que vienen ahí. Me dice que quiere estrenarla conmigo, y tiene que ser hoy mismo porque ya no aguanta la ansiedad que le recorre el cuerpo como enjambre de hormigas sedientas; no sé si las hormigas tengan sed, la verdad, pero entiendo lo que me quiere transmitir, así que me voy a preparar con aceites y todo lo mío. Vanette me pide que, por simple precaución, me asegure de tener a la mano varias cosas: un teléfono inalámbrico, algo que se pueda usar para entablillar un hueso, y el número telefónico de emergencias médicas. Me llena de miedo su petición pero no he de negar que atrajo mi atención y tengo curiosidad de saber cómo va a acabar la cosa.

Hice todos esos planes sin acordarme que había quedado de platicar con mi amigo Marcus, pues me ha llamado por teléfono hoy por la mañana para que le sugiriera unas dos o tres maneras de quitarse la vida, pero de forma original. Le dije que por dar ese tipo de ideas acostumbro cobrar, muy caro por cierto; parece no importarle, así que quedamos de vernos en mi casa. Podría cancelarle la cita y resolver su falta de imaginación suicida otro día, pero como no dispongo de mucho tiempo y no quiero perderme de nada, los he citado a todos a las cinco de la tarde en mi casa.






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lunes, 7 de diciembre de 2009

(19/19) Aburrido

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 19.



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28

Cuando vi que de cierta forma Vanette estaba disfrutando la cera caliente que escurría y se le estancaba en la entrada de su ano, me corrí en una explosión de placer inmenso. Por supuesto, con el primer chorro apagué la vela, y con el resto dejé al culo embetunado de Vanette como un panecillo glaseado. Entonces le pregunté que para qué había hecho que Margo se llenara de betún el trasero.

Las dos me miraron como si yo fuera un ingenuo. Luego comenzaron a gritar las dos «Mordida, Mordida, Mordida.» Yo no tuve más remedio que dar mordida al pastel, representado por el trasero embetunado de Margo.

Cuando me acerqué a dar la mordida ella me empujó la cabeza y me manché de betún. Obviamente, Vanette aprovechó para tomarme una foto con su móvil, en donde aparecía yo con mi cara llena de betún, con lo cual se podría demostrar que efectivamente hubo fiesta.


29

Vaya cumpleaños. Mi plan original era quedarme solo, festejándome a mí mismo, comiéndome mi pastel y durmiéndome temprano. Pero como siempre, nada me sale como yo quiero.

Llegaron Margo y Vanette a arruinar mi velada, así que no tuve más remedio que ver cómo se corrían una encima de la otra, cómo me chupaban la verga, cómo brillaban cubiertas de sudor, cómo le daban a mi verga la bienvenida por sus culos, para luego, como cereza del pastel, terminar apagando mi pobre vela de cumpleaños con un chorro de semen vertido en el culo de Vanette.

Insisto ¿Por qué nada me sale bien? ¿Por qué a mí no me pasan cosas entretenidas ni el día de mi cumpleaños?

Si me preguntaran mañana cómo pasé mi cumpleaños la respuesta sería sencilla: Pésimo. Y es que llegué cansado de un viaje, todos mis amigos olvidaron la fecha, excepto dos amigas que llegaron a mi casa para felicitarme; tuve una fiesta de cumpleaños común y corriente en la cual me cantaron Las mañanitas, apagué velitas, pedí un deseo, le di mordida al pastel, me embarraron de betún y me tomaron una foto para ponerla en un álbum que por cierto no tengo ¿tiene eso algo de interesante? Pienso que no. supongo que todo el mundo se pasa el día de su cumpleaños de esa aburrida manera.

Meditaba mi desdicha mientras veía cómo Margo se comía todo lo que Vanette tenía en el trasero, y viceversa. Al final las dos dijeron que tenían hambre. Qué mala suerte el no haber preparado chili dogs o algo.

Margo y Vanette estaban aún desnudas en la sala de mi casa cuando alguien tocó a mi puerta. Eran mis amigos Eric, Mike, Paco, Braulio, Arturo, Jerry, Agustin, y el Pibe. Los dejé pasar. Vieron a las muchachas en el estado en que se encontraban y automáticamente sus vergas se endurecieron.

Con intenciones que claramente podría adivinar comenzaron a sacarse la verga del pantalón y las empezaron a rodear. Aunque los lobos eran más en número, yo sabía perfectamente que las dos blancas ovejas que estaban al centro terminarían por devorarlos sin problemas.

«Sólo diles que quiero llegar virgen al matrimonio. Que conmigo sólo es por el culo», le dijo una irreconocible Margo a Vanette. «No te preocupes. Son unos caballeros», le respondió la francesa.

La fiesta siguió toda la noche cabe aclarar.


30

Margo amaneció amarrada a las esquinas de mi cama, con los brazos y las piernas extendidas y abiertas, boca abajo; Vanette retoza con cara de angelito, recostada entre sus piernas. Una de las manos de Vanette está dentro del culo de Margo. Un cuadro tierno, la verdad. Ambas parecen un par de querubines dormidos después de una lluvia de semen.

Escribiría con detalle qué pasó pero seguramente no tiene caso escribir cosas tan aburridas relacionadas con la historia de una velada tan trivial como ordinaria. Lo que quiero decir es que he tenido mejores fiestas de cumpleaños.

Glenda mi asistente, a la que fastidio cada que puedo, estará por llegar a trabajar cargando el chocolate caliente con vainilla que siempre debe traer por las mañanas si es que quiere verme de buen humor; a mí no me importa si  se desvela y alguno de mis encargos especiales provoca que haya tenido que golpear a alguien y que aún traiga sangre en las manos, un poco de sesos, o la clavícula un poquito quebrada: mi chocolate matinal es mi chocolate matinal, y debe llegar con él.

La verdad, no me importa que vea a todos mis amigos desnudos y tirados como perros envenenados, y a mis amigas tan plenamente cogidas. Si siguen ahí cuando llegue tendrá que despertarlos y ayudarles en lo que se les ofrezca para que se reincorporen y se larguen.

Lo que sí me preocupa es que me vea sin rasurar por la mañana. Pensaría que soy un descuidado.



Siguiente entrega: Nuevo episodio: Desi enfrenta la crisis de los 30 con estilo.

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domingo, 6 de diciembre de 2009

(18b/19) Que me canten las mañanitas

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 18b.


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27

Su idea era, como todas sus ideas, divertida y original.

Me dijo que tenía que apagar mi vela de cumpleaños corriéndome sobre la vela. Fue a la cocina por el pastel que yo había comprado y ya de vuelta se acostó recargando la parte baja de su espalda en el sillón de mi sala, con el culo apuntando al techo. Le dijo algo al oído a Margo, quien sonrió y se colocó en la misma posición que ella. Las dos se embarraron grandes cantidades de betún en el trasero, en una actitud divertida y traviesa.

Vanette, haciendo gala de su gran imaginación corrompida, se metió en el culo la vela del número 7 que yo había comprado. Se la metió hasta la mitad y luego la encendió. «Pide un deseo y córrete en la flama para apagarla. No digas qué pediste, para que se cumpla», me dijo.

Como siempre, yo procedí a hacerle caso. Tomé mi verga con mi mano y comencé a masturbarme.

En ese momento me comenzaron a cantar Las mañanitas. Hasta eso, bien entonadas.

He de reconocer que, siendo que ya no aguantaba más, logré retrasar mi eyaculación con tal de ver qué cara pondría Vanette cuando la cera caliente y derretida corriera por la vela hasta tocarle el culo. Me esperé hasta que eso sucedió.

En ese inoportuno momento me asaltó una duda de tipo existencial y filosófico: ¿de qué manera afectaría al calentamiento global de la tierra si Vanette dejara en ese lugar la vela, hasta que se consumiera totalmente? Y otra pregunta más profunda aún: al hacer contacto la mecha encendida con su también encendido ano, ¿quién quemaría a quién?

Sólo hay una forma de saberlo.


Siguiente entrega: (19/19) Aburrido.

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sábado, 5 de diciembre de 2009

(18/19) ¡Gran inaguración!

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 18.


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25

Con mi mano libre seguía tocando las nalgas de Margo y aplicaba más lubricante, sobre todo en el ojo del culo; es una cosa que nunca dejo de hacer porque el cuerpo no lubrica naturalmente el ano, así que debes ayudar en la tarea.

No es que yo sea un médico o un experto, sin embargo mis calenturas nunca son improvisadas. Lo extremo de mis predilecciones carnales me obligan a saber que el ano consiste en dos anillos musculares, que son los esfínteres interno y externo. Todos tenemos control del esfínter externo, así que la buena comunicación y el cariño se encarga de que alcances el estado mental que te lleve a relajarlo a voluntad, tanto que incluso el cuerpo puede comenzar a pedir que le metan algo, abriendo y cerrando el ojo del culo como si respirara. El esfínter interno es el problema, dado que no está bajo el control de la voluntad y sólo se abre cuando algo tiene que pasar por ahí, sea de adentro hacia afuera, o para mi bendita conveniencia, al revés; el caso es que tiene que relajarse físicamente con lubricante y movimiento. Hay mil formas de hacer que el cuerpo responda y ceda, sólo hay que darle cariño y constancia, palabritas al oído que hablen de lugares y situaciones maravillosas, de cielos poblados de tantas cosas. Lograr que un culo esté educado lleva tiempo, no es como en las películas porno donde el tipo llega la mete se corre y se va sonriendo. En la película nunca sale el trabajo previo que se hace para que eso suceda. El sexo anal no es ni para aficionados ni para desesperados. Lleva tiempo llegar a los extremos, pero cuando se alcanzan son una delicia de la que es difícil desentenderse.

Dadas las muchas terminales nerviosas del ano, era cuestión de tiempo para que Margo comenzara con pequeños gemidos que indicaran que podía soportar un poquito más. Cuando sentí que el cuerpo de Margo parecía agradecer la presencia de mi dedo en su ano, comencé a meterlo y sacarlo con delicadeza, cada vez con un poco más de fuerza. Luego intenté dos dedos, y Margo los aceptó de buena gana, y luego tres, y consideré que era un buen momento para intentar meter la verga. Vanette seguía filmando todo con el móvil. Eso me comenzaba a molestar, aunque la curiosidad de ver lo que filmaba y el uso que le daría al video me impedían hacer algo para impedírselo. Además, a Margo parecía ya no importarle su suerte. No cabe duda que el nirvana erótico es cuando sometes a alguien hasta que deja de resistirse en absoluto, y hace todo lo que le pides.

Saqué mi verga de la boca de Vanette, no sin obtener un mohín de desaprobación. Ella quería mantener mi verga ahí hasta que me corriera en su garganta, pero bueno, ella había sugerido la rutina, así que muy a su pesar le tuve que decir que lo que seguía era darle por el culo a Margo.

Aunque generalmente la mejor posición para el sexo anal es quien recibe arriba, la primera vez no es muy recomendable dada la poca experiencia de la persona. Un error, resbalón, poca firmeza en los puntos de apoyo, falta de condición física o la falsa creencia de que es lo mismo que el sexo vaginal, pueden hacer que alguien acabe con el culo roto. Y la verdad no quiero acabar mi día de cumpleaños en una sala de urgencia, explicando por qué mi amiga Margo está sangrando por el culo. En el sexo anal la presencia de flujo de sangre es un pasaporte inmediato a la sala de urgencias, sin pensarlo ni un segundo. ¿Vergüenza? Para nada. Seguro los médicos lo han visto todo. Supe de un tipo que tuvieron que operarlo para sacarle un modelo a escala de la Estatua de la Libertad. Cuando la sacaron, los médicos juraban que la pequeña estatua estaba haciendo gestos.


26

Estando así como estaba Margo en posición de perro, saqué los dedos con los que había empezado a relajarla y le puse la verga justo en la entrada del culo «Está ahí para ti mi amor. Sólo muévete hacia atrás y hacia delante. Lo que quieras y lo que puedas. Si te duele no sigas, que te seguiré queriendo igual. No te presiones. Si no se puede pues no se puede. Si tienes miedo no importa corazón. Simplemente te perderías de la experiencia de vivirlo hoy; piensa sólo que la vida es mucha y todo tiene su momento», le dije para animarla. A veces me caigo mal por ser tan comprensivo y consciente de los sentimientos de los demás.

En el sexo anal nunca se debe obligar a quien no quiere, o a quien cree no poder. La cosa es que Margo quería y creía que era el momento, dado que era una forma de tener sexo sin perder la virginidad, y además se daba cuenta que estaba entre conocedores.

Me tuve que poner técnico para no cometer el error de meterla donde no debía. Una cosa que sucede con mucha frecuencia es que el novato termina metiéndola en el coño, pues meterla en el culo no es cosa de puntería, sino de pericia. Decido que Margo debe estar en posición de iniciación, es decir, tendida a lo perro pero con la espalda más abajo que la cadera, de tal forma que su ano quede naturalmente más expuesto y más abierto. Me hinco, le abro las nalgas y le lamo el culo con voracidad, metiéndole la lengua lo más que puedo. Cuando mi lengua me transmite que el orificio está listo, inicia un conjunto de movimientos que suceden de forma necesariamente precisa. La forma de agarrar la verga para meterla por detrás es empuñándola con decisión pero sin firmeza, con la fuerza suficiente para que la mano sea la guía del camino.  Lo ideal es meterla con un poco de inclinación, ya sea con la verga apuntando de abajo hacia arriba, o de arriba hacia abajo, con inclinación de unos veinticinco grados; no se recomienda meterla directamente de frente, y aunque no me apetece explicar por qué se tiene que hacer esto, los que hayan ido a una vulcanizadora a cambiar una llanta ya saben que la resistencia de los bordes de una circunferencia es menor si se ataca por partes: nunca se mete la llanta al rin todo de golpe. Aquí está el truco, la mano empuñando el miembro se pega al cuerpo de Margo, de tal forma que rodea mi glande al mismo tiempo que el dedo índice queda en el periné, lo que evitará que mi sexo se vaya a la vagina. Dada la posición en la que estamos, prefiero que la inclinación de mi verga vaya en declive, pongo la punta de mi miembro en la orilla superior del ano, no en el centro, y estoy listo para deslizarme.

Vanette, que me conoce todas las manías, dejó por lo pronto la el asunto de video, y tomó un espejo de mano que casualmente estaba cerca de donde estamos. La primera vez por detrás es todo un acontecimiento, así que perfecto sabe que me gusta ver el rostro de la mujer penetrada, justo en el momento en que entra el amor en trozo que tengo para darle. Acomoda el espejo hasta que asiento con la cabeza que está puesto de tal manera que desde la posición en donde estoy pueda ver el rostro de Margo mientras todo pasa.

Procedo a metérsela al fin. Ella no se hace para adelante como escapando cuando comienzo a empujar; veo el rostro en el espejo, veo la curiosidad en las cejas, un poco el fruncir el ceño de dolor, lo que me ayuda a manejar mejor mis movimientos; capto la fracción de segundo donde el semblante de Margo se llena de la valentía que sólo da el abandono hacia lo incierto, y aprovecho ese momento de heroísmo para que entre sólo un poco, o como dirían los más románticos, “nomás la puntita”. Arremeto con el miembro tieso y lubricado, con la guía adecuada de mi puño y con la inclinación correcta, así que no hay posibilidad de falla; siento cómo mi carne vence el borde superior del ano, poco a poco, y entra la mitad de mi glande, suficiente para hacerla que se inmovilice por completo a causa de un poco de dolor, pero es un trabajo de equipo, así que no cometo el error de retirarme ni aunque perciba su dolor, porque es un dolor consentido, es parte de la experiencia y quitarme sería como volver a comenzar todo, con el inherente riesgo de que después de eso nada pase. Estamos inmóviles. Veo que respira como si estuviera en una sesión de yoga, y de pronto veo que aprieta los dientes al mismo tiempo que sus ojos se entrecierran; para mí eso es como si me pidiera ir al siguiente paso, así que empujo un poco más, y toda la cabeza de mi miembro está adentro. Ella gime, al mismo tiempo que pone la cara de quien se saca una espina. Asimila su suerte, pues ya puede presumir con sus amigas religiosas que a ella se la han metido por detrás.

Tomo el tubo de lubricante y empapo la parte de mi miembro que todavía no entra en el cuerpo de Margo. Su rostro me dice que está lista para vivir la experiencia de una buena vez. Comienza a hacerse para atrás, como si su culo chocara con mi verga. Una vez que la punta de la verga había entrado, había pasado lo peor. Había dolido un poco, pero era soportable. La meto muy lentamente, para ver qué tan profunda es.

Mientras mi sexo se desliza, ella pronuncia sensualmente la primera de las vocales como si exhalara aire «aaaahhhhhhhhhhhh»; el sonido dura mientras todo entra. Ya que compruebo que todo está como Dios permite, comienza el suave vaivén, lento y sistemático. En su rostro quedó claro que soportaba mi verga con facilidad, así que me dio permiso de poderla embestir con las precauciones que ameritaba la ocasión. Su rostro mientras todo pasa era una delicia. Vanette le da el espejo a Margo, quien lo acomoda de tal manera que mira la forma tan perversa con la que la estoy deseando, lo mucho que me tiene atrapado con la magia de su cuerpo; nuestros ojos se clavan en el espejo, nos miramos y nunca más podremos vernos con inocencia. Mientras estamos en el trance, Vanette se las ingenió para devolverle el favor oral a Margo. Le abrió un poco las piernas, se puso debajo de nosotros y se puso a lamerle el coño mientras yo la penetraba por el culo.

Cuando mi verga estaba totalmente adentro, la dejaba ahí para que Vanette tuviera tiempo de lamer mis testículos un poco, cosa que hacía,  con ocasionales mordiscos que me la ponían más tiesa, provocando el inevitable quejido de Margo ante la exigencia de mi miembro ensanchado.

Ver la bella espalda de Margo tendida ahí, y ver cómo mi verga le entraba y salía por su culo es una imagen que me acompañará hasta mi muerte. Justo antes de correrse volteó a mirarme, me sonrió, cerró los ojos y se corrió, esta vez de forma más abundante que antes, dándole un tratamiento hidratante a Vanette en el rostro. «Ah…Ohhh… Guau!», dijo.

Yo grité que me corría, y Vanette me prohibió hacerlo «No te corras, tengo una idea».


Siguiente entrega: (18b/19) Que me canten las mañanitas.

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viernes, 4 de diciembre de 2009

(17/19) Preparación para la primera vez

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 17.



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24

«Ahora sigues tú; te prometo que dándote por el culo tu himen no sufrirá daño alguno. Quedarás como nueva para el matrimonio. Serás la virgen inmaculada», le dijo Vanette a Margo.

«Será la virgen muy bien culeada», me permito aclarar yo. Vanette sonríe sólo con la mitad de la boca, dándome entender que está de acuerdo en lo irónico del asunto. Vanette ya no tuvo que amenazarla de nada; después de una escena depravada los amigos ya no tienen nada que ocultarse. Ahora ella quería vivirlo todo.

Como seguramente era su primera vez por detrás, Vanette la empinó con las caderas al aire y el pecho pegado al respaldo del sillón para que el tórax estuviera levantado, lo cual es una posición cómoda para la primera vez. Me pidió que la trabajara. Yo argumenté que mi verga era gorda y no la recomendaba para iniciarla por detrás. Además, iba a perder firmeza. «Veamos qué pasa. Si ya le cupo en la boca le cabrá en el ano», dijo Vanette al mismo tiempo que se metía mi verga en su boca para que no se enfriara.

Margo requeriría un poco de trabajo adicional en el trasero. Utilizando un lubricante basado en agua comencé a darle masaje en el ano con el dedo índice, en forma de círculos suaves, sólo acariciando la piel corrugada que limitaba el orificio, sin meterle nada todavía. Ocasionalmente le abría las nalgas lo más que podía, las apretaba, le daba pequeñas nalgaditas y regresaba al masaje. Cuando el cuerpo de Margo había perdido la sorpresa de que le tocaran el trasero de todas las formas posibles, es decir, cuando ya estuvo a gusto con ello, procedí a la fase de introducción. Mi primer invitado a la fiesta siempre es el dedo índice. Lo metí un centímetro y medio, y seguí describiendo círculos en su interior, mientras aplicaba más lubricante. Poco a poco el recto de Margo se fue relajando; dejó de evitar para permitir, y dejó de permitir para exigir.

Es un mito, eso de que por atrás duele. De ser así, nadie querría ir a deponer y el sanitario sería un perpetuo llanto y crujir de dientes. Lo que realmente duele es resistirse. Si la mente no autoriza, el cuerpo rechaza, se contrae y desde luego el dolor se transforma en una forma delicada de decir que no. Cuando la persona que recibe está deseosa de que le den por detrás, el recto tiene la actitud de un diplomático chino muy hospitalario, se abre y permite. Eso me lleva a pensar que antes de lubricar el cuerpo, hay que lubricar la mente y el corazón.


Yo sigo siempre mis principios en materia sexual, pues eso le garantiza a mis amantes la certeza de estar en buenas manos, manos cuidadosas y que saben lo que hacen. Para el sexo anal siempre sigo el principio CRL —comunicación, relajación y lubricación—. Por principio, nunca meto nada en un culo que no está relajado, y la experiencia me ha dicho que no se relaja en menos de cinco minutos. La paciencia es una virtud de los inmortales, así que ahí estaba yo, tratando con cariño y sin urgencias el culo de mi amiga Margo mientras mi amiga Vanette me la chupaba deliciosamente.

Hablaba con Margo, reconfortándola, comunicándome, no dejando que pensara en el concepto del dolor y en la extrañeza de lo que le estaba pasando. «¿Estás nerviosa Margo? No te apures. Lo único que necesitas es un poco de amor en tu cuerpo. Si te acercas tanto que te pueda mirar con mi olfato, si te acercas tanto que los vellos de tu cuerpo me hagan cosquillas, sabrás de pronto que has llegado a ese lugar, desconocido e inexistente para ti hasta entonces, ese lugar del que tanto te habían platicado. Te darás cuenta que la convergencia de los cuerpos es algo tan natural que no tiene caso el renunciar a ello. Cuando te haya penetrado por el ano te sentiré más mía que nunca, pero al mismo tiempo tú te llevarás parte de mi espíritu contigo. Mi corazón tendrá una nueva cicatriz que te conmemora, y tu corazón tendrá un nuevo tatuaje con mi nombre. Te perteneceré de alguna manera irremediable cuando nuestros cuerpos se conecten. Sólo entonces podrás clavar en mi interior una bandera que indique que soy territorio tuyo. Me verás en muchas cosas, en muchas facetas, con muchas personas, pero nadie podrá remediar que soy tan tuyo. Recuerda que no soy de los que olvida. Siempre sabré a quién le pertenezco, de quien soy», le digo.

Vanette escucha lo que le digo a Margo y se pone celosa. «Bueno, ya, no le digas tanto. Métesela aunque le duela», dice Vanette, y como por descuido me muerde la verga hasta que grito, pero desde luego, no pide perdón.

Margo se da cuenta por un segundo de los celos de la francesa y se sintió superior a Vanette. Por un instante vio en la cara de la francesa señales de derrota, así que su cuerpo se puso atrevido. 

Mientras ellas mantenían su guerra de miradas del tipo a-mí-me-la-quiere-meter-más-que-a-ti, yo me distraía un poco pensando en que lo único que realmente deseaba el día de hoy era una rebanada de pastel, un té y descansar.





Siguiente entrega: (18/19) ¡Gran inaguración!

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jueves, 3 de diciembre de 2009

(16/19) Comiendo betún

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 16.






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23

Sucedió como estaba planeado. Margo me untó betún en la verga y comenzó a chuparla con su larga lengua. Aún y cuando es muy gorda, casi podía rodearla. Pudo envolver bastante bien los testículos, los sostenía sobre su lengua como si los estuviera pesando en una balanza para ver cuál de los dos pesaba más. Al final, verdaderamente disfrutó lamer la punta como si fuera un delicioso helado. Y un helado de buena calidad, al parecer, ya que duró bastante tiempo ahí. Como buena principiante en el arte del chupar, cerraba los ojos, cosa que Vanette aprovechó para seguir filmándola con su móvil sin que se diera cuenta. Al mismo tiempo que filmaba, Vanette se aflojaba el culo con lubricante de los denominados gruesos, más espesos y duraderos que los normales, pues el sexo anal así lo requiere. Estaba acomodada de tal manera que yo pudiera ver cómo se metía los dedos en el ano, porque sabe que no hay espectáculo que me caliente más que una mujer profanándose el sanctum sanctórum con sus delicados dedos. Cuando menos lo pensaba, ya entraban tres dedos con bastante libertad por su ano.

Cuando mi verga estaba tan dura que se podrían haber quebrado nueces golpeándolas con ella, me recosté en el sillón, de acuerdo a las instrucciones. Vanette se colocó sobre mí, pero no se metió la verga en el culo. Ese era trabajo de Margo, misma que tomó la verga, y en un acto de simple sentido común, estiró el cuero que cubría el glande y le escupió en la punta. Luego se acercó al culo de Vanette y lo lamió bastante, hasta que quedara lleno de su saliva. Después, con delicadeza femenina, guió la verga hacia el culo. Pudo ver, pulgada a pulgada, cómo entraba, cómo se perdía de vista. Yo no me movía, dado que en esa posición el control estaba totalmente en Vanette. Ella decidía qué tanto y qué tan rápido se la comía. Esa es una regla del sexo anal: quien recibe es quien controla. La regla siempre es así porque es quien puede salir lastimado si no se tiene precaución. Esa es la posición más cómoda, dado que la persona que recibe tiene el control de la situación. Sabe cuánto puede meterla y sabe cuándo parar si acaso le duele. Con extrema cautela y paciencia mi verga acabó dentro sin problemas. «Met le la», me dijo, y yo me sentí autorizado a metérsela y sacársela a discreción, pero despacito, para que sintiera el recorrer de mi miembro ir y venir en las paredes del recto, que es donde están las terminales nerviosas de la zona.

En ese momento Vanette tomó a Margo por la cabeza y la llevó a su coño. Ella comenzó a lamerle con entusiasmo y dedicación. Vanette no esperaba una buena chupada de coño, y de hecho, se notaba la inexperiencia de Margo. No importaba. Eso se veía recompensado con el hecho de saber que el sabor y el olor de su coño sería una referencia obligada para Margo por el resto de su vida, dado el carácter prístino de la experiencia. ¿Tendría más experiencias como esa? No lo sé. Lo único que creo es que si vuelve a experimentarlo, seguro comparará con lo que hoy está viviendo. «¿Es más jugoso que el de Vanette, más salado, más grande? ¿Huele como el de Vanette? ¿Transmite más emociones que el de Vanette?» Vanette siempre estaría ahí, como referencia en todos los coños que probara y oliera en su vida.

Margo se daba cuenta que su lengua estaba resultando una herramienta bastante efectiva en aquello de hacer gemir de placer a otros. Mientras lamía cerraba los ojos, cosa que Vanette aprovechaba para seguirla filmando de manera furtiva. Después de unos momentos escuché a Vanette que gritaba «Donnez moi plus, S´il te plaît... Encore... Ahhh… ahhhh…», y comenzó a correrse. Agarró la cabeza a Margo para que no se retirara. No era necesario. Ahora era Margo quien parecía querer quedarse a vivir en ese rinconcito cálido y acogedor. En lugar de retirarse aprovechó para meter su larga lengua lo más profundo que podía; sabores nuevos, inanimados, delicados y extraños, droga natural siempre tan a la mano, secuestrándole las animales controversias de sus sentidos, tantas veces reclamadas y acalladas, sepultadas por las letras del deber, aunque inmortales desde siempre, ahora y de pronto, pintándole de pecados la lengua. Su búsqueda de más licor obtuvo de premio un nuevo gemido de Vanette, además de un chorro de los fluidos que lanzaba explosivamente cuando se corría con furia. ¿Margo se quitó? Para nada. Hurgaba con su lengua todavía, como pidiendo más. Probablemente obligaría a su mente a convencerse que todo lo que estaba pasándole era un sueño, así que estaba dispuesta a soñar lo más que pudiera mientras tanto.




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miércoles, 2 de diciembre de 2009

(15/19) Aquí tienes mi regalo

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 15.





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22

Después Vanette me hizo una petición que no pude dejar de atender. «Quiero que tengamos sexo anal mientras Margo me lame el coño.» Como la instrucción era bastante precisa no pude hacer nada por evitar cumplirla.

Margo se quejó. Dijo que no quería hacerlo y que no lo haría por nada del mundo. No pude evitar una carcajada silenciosa ante tal manifestación de inocencia y credulidad. Por un momento pensé que estaba viendo un capítulo tierno del teatro fantástico de Cachirulo. Manifestarse así era un error garrafal. No le podías decir eso a Vanette, no si sabías que era una maestra de la persuasión enérgica. Menos aún en el estado de extrema cachondez en que se encontraba; sólo muerta se podría salvar de aquello que Vanette le estaba ordenando, y ahora que lo pienso, creo que aún muerta le tomaría la cabeza inerte, le sacaría la lengua y haría que la chupara.

Mientas esperaba la muy violenta reacción de Vanette, abrí un cajón donde guardo velas aromáticas; encendí algunas para llenar nuestro pequeño cielo particular de un delicado olor a lavanda y jazmín, algo que disimule un poco los probables olores que puedan surgir de la propuesta de la francesa. Yo no tengo problemas con los olores que se generan en el sexo anal, pero las mujeres a veces protestan —porque así son ellas—; parece ser que sólo es sucio si huele a sucio, así que estoy siempre preparado para combatir sus pretextos. Todo se resolvería si evacuaran tres horas antes del evento y se dieran una ducha anal dos horas antes, con agua tibia desde luego; claro que en situaciones como la de hoy, en donde la sodomía ataca por sorpresa, pues ni tiempo.

Vanette extendió su mano hacia la bolsa de Margo, sacó su móvil y activó la cámara de video antes de que Margo supiera qué pasaba. Capté de inmediato la idea que se traía entre manos. No por nada nuestras perversidades se llevaban tan bien. Aprovechando el desconcierto de Margo puse una de sus manos en mi verga y me acerqué a su rostro. Vanette la filmó rápidamente, así como estaba, con el pelo revuelto, con una verga en la mano, las tetas y la barbilla rociadas con semen, los pezones erizados, y claro, sin perder detalle de la entrepierna empapada con su propia corrida, aún goteando. Margo tenía la boca muy abierta. Realmente era por la sorpresa que le causaba el ver lo que Vanette hacía, aunque en el video parecía como si estuviera a la espera de que un poco de tibio y delicioso semen le cayera en su sedienta boca.

Se enojó tanto que quiso pararse para hacerle algo a Vanette. Percibí sus malas intenciones de causarle daño físico; como no me gusta la violencia en mi casa, además que no permito que a Vanette nadie la maltrate excepto yo, le metí el pié a Margo para que se tropezara. Ella cayó de bruces y al caer se le escapó un pequeño pedito, que terminó por convertir la valentía que sentía en ridículo. Vanette y yo nos reímos de lo cómico de la situación, pero de forma preventiva, le apliqué una llave que aprendí yendo a la lucha libre en la Arena Coliseo; la sometí de alguna manera, esperando que Vanette usara la cabeza y se inventara algo.

Con Vanette todo lo que digas podrá ser usado en tu contra. Aprovechando la información recopilada en la plática se le ocurrió inventar una amenaza ingeniosa. Vanette le dijo que si no le lamía el coño como Dios manda, publicaría en Internet el video que acababa de filmar, con lo cual nadie se querría casar con ella y se quedaría a vestir santos o a desvestir borrachos. Después de treinta y cinco años de cuidar su reputación Vanette la convertiría de la noche a la mañana en una putona de alcance global. «Está bien entonces. Haré lo que pediste», dijo Margo. «No. Cuál está bien. Me desafiaste. Ahora vas a tener que hacer lo que pedí, y algo más. Lo que a mí se me ocurra.» Margo evaluó las posibilidades, y sólo pidió que le respetaran su virginidad para poder casarse de blanco.

Ver lo agresiva que estaba Vanette me la puso tan dura como una piedra nuevamente. «Te voy a decir qué es lo que vas a hacer preciosa. Vas a lamerle la verga a Manolo. Y lo vas a hacer bien. ¿Qué no crees que te guste el sabor? No hay problema, la embarraremos con betún del pastel si es preciso, aunque estoy segura que sabrá producir su propio betún también. Vas a chuparle la verga como si fuera un helado de vainilla.» Al decir esto, Vanette, conocedora de la historia de Margo y el helado, me susurró al oído «Feliz cumpleaños. Ahí tienes mi regalo. ¿Quién si no yo te regala otras pinches viejas? », y me guiñó uno de sus preciosos ojos miel. No cabía duda: su maldad me enamoraba.

«Quiero que tu larga lengua trate de enrollar la verga de Manolo. Quiero que te muevas arriba y abajo, por todo lo largo del tronco. Además quiero que le lamas los testículos como si los quisieras agarrar con la lengua. Si no los agarras con la lengua olvídate de que alguien quiera casarse contigo después de lo que voy a decir de ti en la Internet. Aparecerás en todos los blogs que se puedan, con información real tuya y de tus padres, si no lo haces. ¡Estoy pinche loca y soy capaz de eso y mucho más! Luego a la punta del pene la tienes que probar como si fuera un helado delicioso. Cuando este muy dura me avisarás. Acostaremos a Manolo en el sillón, yo me pondré sobre de él y tu pondrás su verga en mi recto. ¿Cómo está eso de que tienes treinta y cinco y no te la han metido rico por detrás? ¿Eres retrasada mental o qué? A ver qué te dice el sentido común. Tendrás que guiar su miembro y hacer lo que tengas que hacer para que entre sin que me duela. No te ayudaré. Tendrás que saber qué hacer y cómo hacerlo. Me voy a sentar sobre la gorda verga de Manolo hasta que ya no se vean más que los testículos. En ese momento quiero que me lamas el coño y que trates de meterme esa larga lengua tuya lo más adentro que puedas. El va a entrar y salir como a mí me gusta. Él ya sabe cómo. Me lo ha hecho mil veces. Tú no dejarás de lamer hasta que me corra en tu boca. ¿Está claro? ¿Si? Buena niña. Si no me corro, por Dios que mañana tu video en Internet será el más visto de todos los tiempos.» Margo estaba acorralada, pero mientras Vanette le daba todas las indicaciones, los pezones comenzaban a crecerle, y una gota de jugo le escurrió por la pierna. Le excitaba la idea.



Siguiente entrega: (16/19) Comiendo betún.

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