viernes, 27 de noviembre de 2009

(13/19) Cenicienta y Blancanieves

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 13.




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19

Vanette se enoja de repente y le pregunta cómo es que una mujer tan hermosa y tan sensual no ha cogido como Dios manda desde los dieciocho. ¡Carajo! Por qué a sus treinta y cinco tiene que venir ella a enseñarle cómo es una verga gorda, siendo que ya debería haberlas conocido largas, cortas, gordas, delgadas, blancas, negras, derechas, chuecas, torpes y rinconeras. «¿Nunca, ni por curiosidad, quisiste coger? ¿No? ¿La religión dice que no está bien? ¿No has hallado al príncipe azul? ¡Sorpresa! No hay príncipes azules porque no hay princesas. No eres Cenicienta. Incluso Cenicienta ha cogido más que tú. ¡Qué diablos! Blancanieves lo hacía con un montón de enanos antes de que llegara el príncipe, y de todas formas fue feliz por siempre. ¡Vamos, a veces para obtener un príncipe azul tienes que sumar dos o más hombres con virtudes complementarias! Prueba a los hombres. Cátalos. Busca un buen hombre con una buena verga, gózalo. Llegado el momento cásate con aquél que te convenga en todo, con quien no pases carencias, con el que no le importe ser el primero en tu vida, sino el último. Cada día que pasas sin coger no volverá. Sería una lástima que quisieras empezar a coger cuando tu cuerpo ya no sienta lo mismo. No almacenes los deseos de una mujer de veinte en un cuerpo de una mujer de cuarenta. Es patético. Coge lo que puedas. Coge mientras puedas. Créeme, nadie se ha quejado nunca de coger tanto. Tú decides si te relacionas con hombres a quienes les importa mucho tu historia o a quienes les importa un comino tu historia. Al hombre que vale la pena le importa la historia futura, no la pasada. Coge ahora, no mañana. No vaya ser que con el tiempo te vuelvas la tipa antipática que ha dejado de ser bella, la vieja con la patológica neurosis que tanto caracteriza a la mujer mal cogida, que de todo se queja.»

«Eso dices tú, pero si una es puta luego los hombres no te quieren dar el anillo», argumentó Margo. «¿Eres tonta o te haces? En estos momentos para que te caiga el anillo al dedo debes dejar que ellos te metan primero el dedo en el anillo. Eres una prehistórica del sexo, en serio. Los caballeros ya no las prefieren rubias: las prefieren putas. En la vida, si no eres la puta de alguien terminarás quedándote sola», le dijo Vanette como dándole una noticia que todo el mundo ya sabía.

Margo se atrevió a tratar de defender su posición, sin darse cuenta del peligro en que se encontraba. Yo no quise decirle que con Vanette no se discutían esos temas porque la cosa siempre se ponía peor. No le advertí nada precisamente porque quería eso, que la situación empeorara, dado que siempre las complicaciones le añaden intensidad a la vida. «Eso no se hace. ¿Qué va a decir el que se case conmigo si sabe que no soy virgen? ¿Qué va a pasar si se da cuenta?», preguntó Margo como reclamando la amoralidad de los consejos de la francesa.

Vanette comenzó a respirar más pausadamente, en una típica reacción suya de enfado cuando alguien preguntaba el colmo de algo. «Pues te coge como un demonio y le da gracias a Dios por todos los anteriores a él por haberte enseñado tantas cosas que ahora puede disfrutar sin perder el tiempo de enseñarte. ¿A poco crees que un hombre que tiene su verga en tu boca se pregunta dónde lo aprendiste? ¡Se corre en tu boca y ya! Y si pregunta, ¡pues le dices que lo viste en un documental o en una película porno y listo! Esas son de las cosas que los hombres quieren creer sin indagar mucho.»

Vanette siguió con su cátedra. «Así como haces todo lo necesario para saber si el hombre que quieres para marido es trabajador, si no es borracho, si es responsable, dedicado, honesto, digo, lo menos que puedes hacer es coger con él y saber si son compatibles en eso de la cogida. Evitarás estarle contando a un psicólogo tu crónica insatisfacción porque tu esposo tarda treinta minutos en que se le ponga tiesa y menos de treinta segundos en correrse, que cogen cada mes y que nunca supiste que así era él ¿cómo te vas a dar cuenta si a tu futuro esposo es un fiasco en la cama? ¿Qué crees que te conteste tu futuro marido si se lo preguntas? ¿Cómo sabrás si el tamaño de su verga es o no lo que tú esperas? ¿Le preguntarás si la tiene chueca? ¿Cómo te vas a dar cuenta si es de los que les gusta decir majaderías, echarse pedos en tu cara o cachetearte al momento en que coge? Vaya, ¡hasta puedes ser alérgica a su semen! La cosa es fácil. Te gusta el tipo. Sea que te quieras quedar con él o no, pues te lo coges y ya. Sólo cuida con quién te metes y usa protección. No les creas si te dicen que son monógamos cuidadosos. Si ven la posibilidad de irse a la cama contigo te pueden jurar que son tan buenos y virtuosos como el mismísimo Jesucristo.»

«A mi edad el sexo no tiene tanta importancia. Lo que importa son los sentimientos del corazón. El sexo es secundario», dice Margo. «Al contrario, el sexo lo es todo porque de él depende tu cuidado y tu supervivencia cuando seas una anciana que no pueda valerse por sí misma, cuando tus nalgas sólo atraigan a las moscas. Tienes 35 años mujer. Era para que ya tuvieras al menos un hijo, estés o no casada. Piensa en que aquellos con los que cuentas hoy para que te cuiden en el futuro estarán muertos o estarán para ser cuidados más que tú muy pronto. Terminarás cuidando y desviviéndote por tus sobrinos, dándoles el cariño y el amor que le tocaba a tus hijos; si los hijos son malagradecidos, déjame te digo que los que no lo son están peor. Si no tienes tus propios hijos, nadie te cuidará. Tu vida se diluye enfrente de tus narices y tú tan tranquila desperdiciando el cuerpo y la ternura con el pretexto de la religión. Creced y multiplicaos, dijo Dios, y tú sólo estás creciendo. A tu edad puedes aspirar a hombres arriba de 40, que a como van las cosas ya entran en los planes hasta de las mujeres de 25; la competencia es violenta, y no pensarás que quieren andar perdiendo el tiempo contigo paseando por el parque, cuando podrían estarse cogiendo a mujeres diez años menores que tú. Primera cita, conocerse y ver si hay química; segunda cita, decir qué quieren de la vida con lujo de detalle; tercera cita, decir qué sienten respecto a la relación y respecto a la vida; cuarta cita es un viaje a una playa donde se entregan; quinta cita deciden si se quedan juntos o se van cada quien por su lado. Si al final resulta que se quedan juntos, los hijos de inmediato son de rigor, y asunto arreglado.»






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jueves, 26 de noviembre de 2009

(12/19) Pudor inútil

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 12.



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18

Margo dice que nunca había estado tan desnuda frente a un hombre, y menos en compañía de una mujer. Si no estuviera tan tomada, tan borracha, no lo hubiera permitido, dice.

Ni Vanette ni yo le creemos su embriaguez, pero como le falta mucho por ver esa noche no la corregimos. «¿Entonces es tu primer orgasmo?», pregunta Vanette, con esa maldita costumbre que tiene de preguntar lo obvio. «Sí.» «¿Y es la primera vez que ves a una mujer eyacular?» «Sí.» «No te preocupes. Con tu madura ignorancia casi me invitas a la compasión y por tanto te perdono. Que bueno que empieces a ver lo que has visto, pues más vale tarde que nunca. Ahora vas dándote cuenta que una mujer tiene muchos estados de excitación: estar seca, mojada, mojadísima, o ser una fuente. La cosa no es nueva. Ya Hipócrates, hace siglos, hablaba del ‘semen femenino’, ¡hace siglos! Pero no te apures, que aquí Manolo y yo nos pondremos muy griegos contigo.»

Vanette se levanta. Margo se ve el vientre y lo encuentra completamente inundado de la corrida de Vanette. Estira la mano como para tomar su vestido, ponérselo e irse. Pero Vanette es más rápida, lo toma como si fuera un trapo de limpiar la mesa, lo rasga en dos dejándolo inservible y lo lanza fuera de su alcance. Margo al ver muerto a su vestido le entra un ataque de pudor y hace como que se tapa con las manos y pide que apaguen la luz. Vanette le dice simplemente que no. Esa noche las luces son encendidas y la obligará a verlo todo. Quiere educarla.

Sienta a Margo en el sillón y hace que me pare enfrente de Margo. Mi verga está muy tiesa y muy gorda. Margo hace como que no quiere verla pero Vanette la obliga a voltear y acercarse. «No te resistas preciosa, no te resistas. Aprovecha y conoce todo de una buena vez. Esta es una verga. Y es una buena verga porque es gruesa. No importa si no es muy larga, pues las dos terceras partes más profundas de tu vagina no tienen terminales nerviosas; prefiérelas muy gordas en lugar de muy largas, porque muy adentro no hay nada que tocar ¿entiendes? Más aún si has tenido partos naturales, pues una verga delgada volará ahí dentro. Mírala. Que la mires te digo. Estos son los testículos, este es el tronco. Si jalas el cuero que cubre la punta verás el glande. Mira que linda cabecita. Ahí hay mucho placer. Huele raro. Acércate. Huele la verga de Manolo. No es un olor que encuentres en un perfume, pero sí es muy atrayente. Aprenderás a reconocerlo con el tiempo, a desearlo en tu alcoba en las noches de soledad. Si respiras este aroma, aún y cuando estés en una fiesta o en una reunión de negocios y toda la gente esté vestida, sabrás que alguien tiene la verga lista para metértela donde más te guste. Si estás de suerte esa persona respirará el olor de tu coño, se reconocerán entre la multitud y juntos buscarán un pretexto para ir a no sé dónde, dejarás que te la meta y que se corra dentro de ti, y regresarán a la fiesta o a la reunión de negocios como si nada hubiera pasado, él con la verga nostálgica y pensando en tu coño, y tú con su semen dentro, nutriéndote los sueños prohibidos de mujer.»

«Si tienes que escoger», continuó disertando Vanette, «escoge una verga de hombre, no de niño ni de joven: de hombre maduro. La verga joven, aunque vigorosa sin duda, no se pone tiesa por ti, no te añora ni te desea. Se pone tiesa siempre. Lo que quiere es acabar rápido y se correrá sin poderlo evitar antes de que tú comiences a calentar motores. En cambio, una verga de hombre tiene la experiencia para regalarte unos orgasmos antes de correrse. Sabe cómo tratar a una gran cantidad de coños. Tiene repertorio. Es una verga conocedora. No se pone tiesa porque sí, sino sólo cuando tiene enfrente a un coño que vale la pena, un coño hermoso, que querrá tratar con delicadeza e irreverencia al mismo tiempo.

»Se necesita una mujer de verdad para poner tiesa a una verga de hombre con trayectoria sexual comprobada. Si lo logras, tu recompensa será disfrutar de la experiencia y el trato conocedor. ¡Aprovéchate! Te está tocando vivir un momento único en la historia. Antes la experiencia sexual era traicionada por la falta de vigor físico. Los mejores amantes de pronto se encontraban con el problema de no poder cumplir lo que prometían. Pero con tanta pastilla que permite a los hombres de experiencia que la tengan tan tiesa como los jovencitos, pues obtienes lo mejor de los dos mundos. Lo siento por los jóvenes, porque aún no hay pastillas que les den experiencia en la forma de cómo tratar a las mujeres, de cómo ser cabrones para hacer y caballeros para olvidar, de cómo hacernos reír y cómo hacernos llorar, de cómo alternar sabiamente nalgadas y flores, de cómo enamorar con frases y abrirnos las piernas con susurros. Creo que Manolo te confirmará lo que te digo.»





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miércoles, 25 de noviembre de 2009

(11/19) Saber tocar

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 11.





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17

 

Trabajar con las manos a una mujer no es cuestión de llegar a lo más profundo, sino saber dónde tocar. En mi mente ya tenía un plano cartográfico del las zonas de placer de Vanette, que sería imposible tener sin su infinita paciencia y entusiasta cooperación. En orden de sensibilidad y terminaciones nerviosas estaba el clítoris, luego el punto G, luego los labios menores de la vagina, después las paredes del ano, luego los labios mayores de la vagina y finalmente los pezones. La mala noticia para los pezones es que estaban en un lugar muy distante a los otros cuatro, lo que garantizaba más exclusividad pero menos atención para ellos en ese momento.

Insisto en mi decisión de ir sobre el punto G de Vanette, pero le ordeno que encuentre la forma de pegar sus pezones con los de Margo, con la finalidad de no descuidar a los vecinos del norte. Obedeciendo, se toma los pechos como si fuera a darle de comer a alguien con ellos. Le indica a Margo que haga lo mismo; ella se niega, pero una bofetada la hace reconsiderar su posición, así que termina haciéndolo. Sólo entonces fue posible pegar sus pezones con los de Margo y comenzar a deslizarlos en movimientos circulares, hasta que los cuatro estaban bastante hinchados y brillantes. Mientras lo hace mira a los ojos a su víctima y se alimenta de su rostro, que dibuja un placentero desconcierto.

Coloco mi mano en el coño de Vanette, como viéndome la palma. Introduzco de dos a tres pulgadas los dedos índice y medio; acaricio suavemente la pared frontal de la vagina, memorizándola digitalmente. Imagino que busco un frijolito de oro que se me ha perdido; cuando lo encuentre me entrarán tantas ansias por estimularlo que parecerá que lo quisiera deshacer usando una presión firme, movimientos rápidos y mucha fricción. En esa posición el pulgar queda prácticamente sobre el clítoris, así que aprovecho también para estimularlo. Levanto muy poco la cadera de Vanette con el fin de que la parte franca de la mano y parte de la muñeca toquen, como sin querer realmente hacerlo, el clítoris de Margo. El cuadro es perfecto. Vanette sabe que la tengo atrapada emocional y físicamente porque he encontrado sus puntos débiles. Me gustaría meterle algo por el recto, digo, para que el tratamiento fuera integral. Me lamento de no haberle metido ese algo antes de iniciar con todo esto. En este instante ya no puedo hacerlo sin perder el emotivo romanticismo que exuda el momento.

Extrañamente Margo es la primera que da muestras de la proximidad de un orgasmo. Siento que se está moviendo cada vez más rápido, en pequeños movimientos de cadera que provocan que cada vez más la palma de mi mano toque su sexo. De repente se detiene, respira a cien inhalaciones por minuto que hasta parece que está en labores de parto, «Oh… Oh… OOOOhhhhhsssss… No, por favor… Qué es… Qué…», dice al momento en que detiene todo movimiento y se dedica a disfrutar el orgasmo que está teniendo. El primero de su vida. «Petite morte..», le dice Vanette, sonriéndole, «...disfruta preciosa. Disfruta esa sensación de que algo explota ahí abajo, y siente cómo esa explosión se difumina por todo tu cuerpo, llenándolo de una bendición que Dios no te había querido explicar hasta hoy, en manos de estos diablos que somos Manolo y yo.»

La francesa no es de madera. Como estoy acariciándole el punto G con eficacia al mismo tiempo que le acaricio el clítoris y que escucha a Margo tener el orgasmo, ella no puede evitar tener el suyo. «Encore… Oui… Ca me fair plaisir…», dice, al mismo tiempo que tiene un orgasmo. No sólo eso ¡Comienza a correrse sobre Margo! ¡Le regala la estampa del primer squirt que ve en su vida! Le inunda el coño con su jugo, y como es tanto, Margo cree que se ha orinado sobre ella. Si tuviera más experiencia sabría que ni se ve, ni huele ni sabe a orines. De todas formas parece no importarle. A mí me cae gran parte de sus jugos en la cara, cosa que no me molesta. Al contrario, los he provocado y si por mí fuera me los tomaba todos. En eso de la eyaculación femenina ni Flower Tucci le gana a Vanette, y a mi me gusta eso. Mi rostro es un desastre, todo lleno de jugos de Vanette. Eso me hace recordar que en eso del sexo el que es asqueroso se pierde el 80% de la diversión. Lo que es yo, disfruto el sexo un 200% ¡soy un cochino sin remedio! Mi boca ha comido cosas que otras bocas ni siquiera pueden pronunciar con palabras —si es que existen las palabras para mencionarlas—; hacer marranadas con alguien siempre me hace cómplice del ser amado que me provee esos mágicos instantes.




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martes, 24 de noviembre de 2009

(10/19) La curiosidad le gana al miedo

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 10.




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14

 

Con el pretexto idiota de que no mancháramos la ropa con el aceite, propuse que todos nos desnudáramos. Vanette no llevaba sujetador así que sólo se tuvo que quitar el vestido de manta y aventar muy lejos las sandalias. Como ve que la estoy mirando, se para con una pierna flexionada, las manos pegadas al cuerpo en ademán coqueto, voltea un poco la cabeza y me sonríe, todavía con su moño al cuello. Ella era todo el regalo que mi vida necesita para ser feliz, sin duda.

Yo, al ver a Vanette tan desnuda, pues me desnudé tan rápido como mi verga dura me lo permitió. Margo pudo sospechar lo que le esperaba al ver desnuda a Vanette sin ningún recato y al verme a mí con la verga muy tiesa, con su único ojo contemplándolas a ambas en actitud de indecisión, desconcertada por no saber a cuál cogerse primero, si a la más buena o a la más jugosa.

Si Margo pretendía huir, ese era el momento. Finalmente la curiosidad le ganó al miedo. Desde los dieciocho años se había imaginado el sexo, pero como muchas mujeres, no se había visto ni sus propios genitales con detenimiento. Sus amigas de religión no le habían ayudado mucho a callar sus voces interiores, sino que más bien le convencieron que no indagar era la ruta más prudente para conseguir marido y ser una mujer honorable. Pero ahora estaba ahí, con una mujer desnuda encima, una mujer tan joven y hermosa como ella fue alguna vez, que olía a cuerpo fresco y a sexo, que sin pedirle permiso la besaba como nunca ningún novio se había atrevido a hacerlo. Una mujer que la poseía con el único permiso de su propia discreción. De pronto se dio cuenta de lo precario de su situación. Siendo tan religiosa, pensó «Padre, ¿por qué me has abandonado?» Vanette sería su cruz esa noche, los orgasmos los clavos, y yo me pondría lo más Barrabás que pudiera, para no desentonar esa pasión.

Simplemente era incapaz de escaparse ahora.

Vanette la desnudó tan rápida y delicadamente que no supo ni cómo había pasado de ser la mujer recatada que todos conocíamos, a la mujer desnuda sentada en el sillón de mi casa, a la espera de la profanación de todos sus templos. Antes de que terminara sus francamente inútiles reflexiones de lugar, tiempo y grado de desnudez, vio cómo Vanette se subía nuevamente sobre ella, con la firme intención de que sus coños se juntaran de alguna manera. Yo me senté en el suelo para mejorar mi perspectiva. Ver dos coños así tan cerca me enterneció tanto que casi derramo unas lágrimas al conmoverme de tan sublime espectáculo; era como estar viendo un atardecer de otoño, la primer sonrisa de un recién nacido que lleva tus genes, un arcoiris, una aurora boreal o una mariposa technicolor batiendo sus alas.

Sus labios genitales estaban a menos de dos centímetros uno del otro. En ciertos movimientos de Vanette, el piercing que tenía en el clítoris tocaba el clítoris de Margo, que se asomaba de forma tímida sobre su espeso vello púbico, como pidiendo permiso de ver el mundo.

Dada la posición de Vanette se me ocurrió la fabulosa idea de estimularle el punto G. Con frecuencia la gente no encuentra el punto G, y es que no saben ni dónde buscarlo. Pienso que la suerte es donde coinciden la capacidad y la oportunidad. La oportunidad estaba ahí sin duda; podías darte cuenta de ello viendo el coño de Vanette tan jugoso y tan dispuesto a ser explorado. La capacidad, la técnica y las ganas también estaban ahí presentes, en mis manos expertas y sin pudores; podías darte cuenta viendo mi guante de látex y mi mirada viendo justo ahí. Me recosté en el suelo y me coloqué entre las piernas de Margo.  Qué suerte la mía.






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lunes, 23 de noviembre de 2009

(9/19) Indecencias al oído

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 9.



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14

 

Saqué de un cajón un par de guantes de látex y un aceite aromático. Me puse los guantes asegurándome que las dos mujeres me vieran. Margo estaba sentada en el sillón y Vanette estaba encima, dándole la espalda a todo el mundo mientras le lamía el cuello a Margo al mismo tiempo que le decía indecencias al oído.

Vanette sabía que las indecencias, por una extraña razón, se fijaban en la mente femenina como un tatuaje, estimulando lo más terrible de su imaginación. Es verdad que las mujeres no piensan mucho en sexo, pero eso es hasta que comienzan a hacerlo. Luego ya no podrán detenerse; se hacen adictas a la lascivia y son mucho más terribles que los hombres.

Nada existe si no está antes en la mente, así que imaginar cosas es el primer paso para hacerlas. Había frases que vivían años en la mente, y Vanette bien que lo sabía; aún recordaba cuando un perfecto desconocido se le acercó en una tienda de supermercado y le dijo: «Tu coño ha de saber delicioso. Puedo olerlo. Inunda todo el ambiente.» Y lo decía con toda la franqueza del mundo. ¿Hace cuánto de eso? ¿Diez años o más? Y aún lo escuchaba. Los fetiches siempre tienen su origen en la infancia, y ese era el origen de su fetiche favorito: ser olida. Nunca compraba panti protectores ni se daba duchas vaginales para hacer que oliera a rosas lo que la naturaleza había determinado que debía oler a coño. Destinado por la naturaleza a oler delicioso. Destinado por la naturaleza a inundarlo todo.

Corromper una imaginación mantenida en estado de letargo es sencillo, basta con decir lo ya pensado, pero sin la vergüenza y el pudor acostumbrados. «Te vamos a desnudar, vamos abrir tus piernas y te vamos a lamer ahí abajo y te va a encantar. ¿Te has imaginado cómo se siente que te recorra una lengua ahí abajo, que se acerque poco a poco una boca entre tus piernas, y que de pronto se de el contacto labios con labios, y que alguien, contrario a lo que piensas, encuentre tu sabor y tu olor tan excitantes que no podría parar de lamer? No importa, porque hoy no necesitas usar tu imaginación: lo vas a sentir y te va a encantar porque desde hace mucho que tienes el hambre atrasada», le dijo Vanette con voz de hipnotista. Margo al escuchar la descripción hizo un gesto de asco, que muy pronto Vanette se encargó de eliminar con una bofetada.

Margo se habría sentido más segura en un laberinto de cristal de una feria de pueblo. Estaba inmóvil, imaginando las escenas que al oído se le proponían. Su mente viajaba a velocidades no sospechadas, imaginaba mal, por cierto, pues es difícil imaginar lo nunca visto y sentido. Finalmente comenzó a decir que no con la cabeza, y sólo entonces Vanette supo que podía continuar con el aleccionamiento de la mente de Margo con algo todavía más perturbador para ella. «Pues aunque no te parezca la idea, así va a ser corazón. Y luego tendrás que devolverme el favor ¿No me digas que no tienes curiosidad de saber a qué sabe una vagina? Empiezas con solo un beso, y lo demás viene solo. No pongas esa cara de no estar creyendo lo que estás escuchando. De todas maneras todo te va a ocurrir el día de hoy», le decía Vanette a Margo, con voz calmada y de terapeuta, con la serenidad con la que una enfermera te aplica una inyección dolorosa pero necesaria. Margo contestaba que no lo permitiría, pero todo lo imaginaba. Estaba dando el primer paso en esa escalera al cielo.



15

Respecto a los diálogos obscenos y depravados, algunos dirán: «es que esas cosas no se le dicen a la persona que amas. Hay un respeto que debe guardarse.» Yo pienso al revés: el amor profundo y sublime no tiene por qué ser necesariamente bienintencionado y revestirse de ternura todo el tiempo; se puede amar de manera devota al ser amado mientras se le penetra por el recto y se le dicen indecencias para recordar; la pasión no siempre es tierna, así que decirle a tu mujer que te correrás en su culo también es un «te amo.» Hay que vivirlo para entenderlo.

Desde luego y como todo, debe ser un entendimiento consensuado. Si la pareja no quiere obscenidades en su cama, está bien, pero si no sabe si quiere o no, vale la pena intentarlo. Si tu pareja tiene el secreto deseo de decir indecencias o que se las digan, y no se lo permites, es seguro que buscará unos oídos o una boca más dispuesta, y después quien entregó su tolerancia exigirá para sí el amor irrespetuoso por completo.

Es por ello que le levanté la falda por detrás a Vanette, y le digo «ven para acá putita de mi vida», al tiempo que le rocío en el trasero una cantidad generosa de aceite y comienzo a moverle las nalgas como sabía que le encantaba. Siempre me ha gustado tocarlo todo, así que me desplazaba de las nalgas a las caderas, y luego de nuevo a las nalgas. Ocasionalmente pasaba los dedos por su entrepierna, como si los fuera a meter de pronto por cualquier cavidad que se me ofrecía, pero sin hacerlo. No al menos, todavía.

Al escuchar la palabra “putita”, Margo frunce el ceño en desaprobación a la forma en que me dirijo a Vanette. «Las mujeres no somos objetos», me dijo. Para convencerla que la equivocada es ella, le doy un muy fuerte azote a Vanette en la nalga, ella gime de placer, y me dice «así me gusta cabrón, que seas rudo conmigo.»  Margo de plano no entiende nada.



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domingo, 22 de noviembre de 2009

(8/19) Manos bonitas

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 8.


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12

Las mujeres siempre saben cuando alguien las mira con deseo. Si no se entregan es porque las dudas son más grandes que las ganas, o porque no quieren entregarse, simplemente. Nunca es porque no se dieron cuenta de que alguien quería con ellas. ¿Qué hacer cuando quien te calienta es alguien de tu mismo sexo? ¿Qué puedes hacer cuando contra natura te propone que lo intentes al menos por una vez? ¿Qué haces cuando te das cuenta que descaradamente te desea tu propio género, que se aproxima y que tu conclusión está muy fuera de toda duda?

Yo estoy seguro que Margo se dio cuenta que Vanette iba por todo con ella. No sabía qué hacer con ese calor que le estaba dando de pronto viendo a Vanette, de cuerpo tan perfecto; quería recompensarle el espectáculo de las bragas, al igual que su profunda y total atención. Quería ser amable con ella. Sólo había un pequeño problema: con Vanette eso nunca era tan simple. Con ella ser amable no servía más que para provocarla.

Cuando Margo se reía con facilidad bajo el efecto de las copas, Vanette decidió que ya estaba el ambiente muy caliente y comenzó su ya mundialmente famosa rutina de las manos. «¿Cuántos años tienes? ¡No, mejor no me digas! Déjame adivinar. Siempre sé la edad de las personas viéndoles las manos.» Margo se las enseñó. «Tienes treinta y cinco», dijo. Y era cierto, ya que su habilidad de adivinación era real. Margo, como era de esperarse, quiso repetir el truco y le pidió a Vanette que le mostrara las manos para intentar lo mismo. Vanette se las mostró. Eran las manos más hermosas que había en el planeta. Tersas, suaves e hidratadas, con dedos largos y finos. Las uñas estaban impecablemente tratadas y pintadas, aunque cortas. «Que preciosas manos. Nunca había visto unas manos tan hermosas. Mira las uñas, que bonitas. ¿Por qué no te las dejas más largas?» «Es que más largas no podría aplicarles el tratamiento que les aplico.»

Según me había dicho Vanette, siempre que le hacían ‘la question’ tenía un orgasmo.

«¿Qué haces para tenerlas tan bonitas?», preguntó Margo. Voilà! Vanette cerró un poco los ojos, tembló un poco y exhaló aire. «Merci.» Yo sabía que una vez que Vanette comenzaba el cachondeo, cada que decía algo en francés equivalía muy probablemente a un orgasmo.

«Te muestro cómo le hago si me prometes no decírselo a nadie», le dijo Vanette, ya un poco recuperada. Se levantó la falda y con elegancia sensual se quitó las bragas y se las dio a Margo en las manos antes de que pudiera decir otra cosa. Abrió las piernas lo más que pudo, asegurándose de estar bastante cerca de Margo. El coño de Vanette estaba muy húmedo, así que no le significó mucho problema meterse casi toda la mano derecha en el coño. «Si todos los días las metes ahí, estarán hermosas. Las uñas lastiman, y es por eso que es mejor llevarlas cortas.»


13

Margo abrió mucho la boca, como a punto de decir algo. Justo antes de que actuara, Vanette se sacó la mano del coño y se montó a horcajadas sobre las piernas de Margo. Se le quedó mirando fijamente, y era claro que al igual que una serpiente, la estaba encantando con la mirada, subyugándole los peros posibles. Cuando Margo quiso manifestar con palabras su consternación, Vanette le esclavizó la libertad de expresión con un beso apasionado en la boca, intenso pero delicado, sabrosísimo, que acompañó al hábil movimiento de manos con el cual comenzó a desabotonarle el vestido por el frente. Seamos honestos: nunca la habían besado así de rico y nunca nadie se había a atrevido al asalto tan sin culpa.

Sólo las mujeres saben quitar un sujetador con tanta rapidez. El de Margo salió volando rápidamente. Vanette se apoderó de sus tetas y le hizo sentir para qué servía el piercing que tenía en la lengua. Lamió con especial gusto los pezones, al mismo tiempo que le apretaba las tetas con la presión exacta que se requería. «No… Detente… Estoy muy tomada», dijo Margo, que movía los brazos como si fuera una marioneta manejada por un titiritero muy ebrio.

En otras circunstancias yo habría detenido la acción, dado que una de las reglas de mi casa ordenan que nada se hace sin el consentimiento de las personas. Claro, la negativa debe ser dicha con el cuerpo y con la mirada, y no con palabras. Margo decía que no pero comenzaba a retorcer el cuerpo y a tomar por la cintura a Vanette mientras la besaba. Según ella se movía violentamente para quitarse a Vanette de encima, como si la francesa no fuera tan menudita como para aventarla muy lejos.

Yo tenía la disyuntiva de irme a acostar a mi recámara con una rebanada de pastel y dejarlas hacer lo suyo, o ir a la sala y participar. Como vi que Vanette ya estaba escurriendo jugos del coño y nadie le hacía nada, me apiadé un poco de la pobre mujer.

Yo y mi maldita costumbre de sacrificar mi propio descanso por hacer el bien a mis amigas. Espero que no me vayan a querer beatificar en el futuro por ser un varón tan compasivo.


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sábado, 21 de noviembre de 2009

(7/19) Eso te pasa por curiosa

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 7.


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Vanette fue a mi cava y regresó a la sala, ya con una botella de un vino chileno, Santa Mónica cosecha tardía 2001, y se dio cuenta que Margo tenía el cabello ligeramente más arreglado que cuando fue a la cocina y que los labios estaban recién retocados. «Buena señal. Quiere coquetear», pensó la perversa de Vanette. Para ayudar a la coquetería puso música ambiental —Damnation de Opeth— y le sirvió una copa de vino a Margo. Ella se sirvió una también. Hizo la plática lo más amena posible con tal de que las copas se vaciaran rápido, varias veces.

Con las mujeres como Margo había que tomar vino en la cantidad exacta. Lo suficiente para que se desinhibieran un poco, sin llegar emborracharla al grado que se durmiera o que se hiciera la dormida. Además, siempre es bueno darle a la gente sin imaginación una alternativa para justificar sus actos irresponsables. Era todo un arte embriagar a una mujer y dejarla en el punto en que siente todo, al mismo tiempo que puede utilizar su estado como pretexto de la perversión de sus actos. Puedes oír que lo hicieron con diez hombres al mismo tiempo o que lo hicieron con un perro, pero es que andaban muy tomadas, y eso lo justifica todo. Caso cerrado.

Como no queriendo Vanette sacó el tema del sexo y del matrimonio. Cuando Margo explicó largamente sus arraigados principios de pueblerina, Vanette no podía estar más de acuerdo con ella. Conforme Margo hablaba, Vanette se le acercaba poco a poco y la miraba con una devoción absoluta. «Te admiro. No sé cómo haces para controlar las ganas de hacer el amor, cosa que como mujer normal seguramente tienes. ¿Pero sí te excitas en ocasiones, no es cierto? ¿Poco? Bueno. Hay veces en que una se topa en su vida con los hombres que precisamente no necesita. No hay hombres que lo tengan todo; los apasionados son feos y los guapos son gays ¿Seguramente algún bribón ya lo intentó a la fuerza? ¿No? Bueno, México no es Francia. Que alguien te dio una nalgada una vez, dices, ¡pero que tipo tan atrevido!». Vanette la estaba metiendo poco a poco en el tema de conversación que quería.


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viernes, 20 de noviembre de 2009

(6/19) La magia de la curiosidad

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 5.


 

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«Nunca seduzcas a una mujer sin curiosidad», me había dicho una vez Vanette, «porque no son capaces de experimentar sus límites. Una mujer curiosa es capaz de sufrir con tal de saber aquello que desconoce. Generar curiosidad es como darle marcha a un automóvil. Si el auto prende puedes llevarlo a donde quieras, a la velocidad que quieras. Si no prende, terminarás empujando el automóvil, y créeme, nadie se divierte empujando un automóvil. Si a una verdadera mujer le quitas la curiosidad y la vanidad, queda sólo el esqueleto.»

Vanette me alcanzó en la cocina y me hizo la pregunta que sabía que haría «¿podemos darle una cogida?» Le respondí que no, sólo por el placer de escuchar que me rogara en francés «S´il te plaît?» Me dijo, poniendo una carita de inocencia que desde los quince años ya no tenía. «Está bien. Pero te advierto que quiere llegar virgen al matrimonio.» «Ah, ¿es de esas?... Más que perfecto», dijo, y se mojó los labios al mismo tiempo que extendía su mano para tocarme la verga, como si quisiera comprobar que estuviera en el lugar donde ella y otras tantas la han dejado exhausta y sin memoria.

Vanette se va a la sala y yo me quedo pensando en mi infortunio y en la pobre suerte que me espera. Sólo me anima el saber que la suerte de Margo es aún más sombría; en ese momento elevo una plegaria a Dios nuestro señor para que me de una señal que me haga saber que no debemos hacerle a Margo lo que Vanette proponga; como no manda ninguna señal, asumo que consiente lo que le vamos a hacer. Ya con permiso de Dios, pues me desinhibo.

Que Vanette tocara mi verga la despertó. Le hizo saber que mejor y se hiciera a la idea de que habría acción. Hablando del pene, dice el sabio dicho que no importa lo grande ni lo grueso, sino lo que dure tieso. Tengo muy buenas erecciones, pero no duran lo que a mí me gustarían en ocasiones. No es cuestión de qué tanto me guste la mujer —o mujeres— con las que estoy, sino el tiempo que ellas requieren para estar listas para gozar plenamente y lo golosas que son. Hay mujeres para las cuales una hora de verga tiesa es simplemente el inicio de una buena noche donde esperan más.

Si estoy con una mujer normal, pues mi erección natural es suficiente. Pero cuando son más de una, o que son bastante tragonas, simplemente me tomo mi pastillita mágica, que es algo así como el alma de mi verga. De esa forma estoy en condiciones de tener mi misma erección de siempre, pero con mayor duración. Sólo la tomo cuando sé que me enfrento a una carrera de fondo.

Me tomo mi pastillita con un vaso de jugo de arándanos que me pinta los labios de un tono de rojo que, no sé por qué, a Vanette le encanta. Dice que parezco un coño hablando cosas bonitas.




Siguiente entrega: (7/19) Eso te pasa por coqueta.

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jueves, 19 de noviembre de 2009

(5/19) Hay de mujeres a mujeres

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 5.

 

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Mis dos invitadas no podían ser más diferentes. Margo es, y por mucho, más guapa, y además está más buena. Claro que eso no la hace ser mi preferida del momento. Si algo le he aprendido a la vida es que las mujeres no tan bonitas cogen infinitamente mejor que las bellas y hermosas; y es que se esmeran más por complacer, mientras que la belleza portentosa piensa que existe para recibir, y no para dar. Mientras que Vanette quiere que te la cojas pero que no te enamores de ella ―creo―, Margo es de las que cree en la virginidad hasta el matrimonio, pues es extremadamente religiosa. Una cree que hay que ganarse lo que le pasa, y la otra simplemente cree que se lo merece todo por el simple hecho de respirar.

Margo dice que en general los hombres son miedosos. Su argumento descansa en el hecho de que nadie se le acerca para proponerle matrimonio, siendo ella tan guapa y tan inmaculada. Lo que no sabe es que todos los amigos ya sabemos que quiere reservarse para su luna de miel, y tras meses de noviazgo sólo te besa inocentemente, te acaricia el cabello y te dice que se entregará cuando te cases.  Chapada a la antigua, cuidando una virtud casi extinta, hay partes de su cuerpo que no han sido tocadas por hombre alguno.

Ha tenido varios novios pero ninguno de ellos le ha hecho algo realmente. Ella parte del principio de que todos los hombres son unos frescos, y fija las estrictas reglas de convivencia desde el principio. El resultado es que todos le piden permiso para atreverse, y eso no es atrevimiento entonces. Yo, que soy de los que pide perdón cuando ya está dentro, no entiendo el pobre destino del varón que siempre pide que le autoricen al pecado. Hay mujeres que diciendo que no esperan que sí, y al revés, así que es mejor hacer, y luego vemos.

A Vanette le brillan los ojos al ver que sólo estamos ella, Margo y yo. No podía ser más apetitoso el menú.

Margo está en un sillón y Vanette se sienta en el sillón de enfrente. Como no queriendo la cosa dice que anda acalorada y que necesita ventilarse un poco. Abre bastante las piernas y comienza a agitar su vestido de manta, según ella, para refrescarse. Se asegura que Margo vea sus braguitas blancas entre su piel morena. No pierde ningún detalle de la mirada de Margo, de cómo reacciona ante la tentación de la carne.

Las pupilas de Vanette están dilatadas al máximo, observa como un felino hambriento los movimientos de su presa. Es la más implacable depredadora sexual que conozco, con predilecciones claramente caníbales sobre las de su propio género. Le he preguntado que si es lesbiana; me dice que no le gustan las mujeres, pero le fascina hacerlas sufrir a través del sexo ¿será una misógina hermosa? No lo sé, la verdad, lo que sí es que seguramente un tiranosaurio rex muy hambriento sería más compasivo con su presa que Vanette, ya iniciados los juegos de seducción. Es muy probable que para ese momento ya sepa lo que le va a pasar a Margo, y realmente sólo tenga dudas respecto al orden en que las cosas le irán pasando.

Vanette sigue ondeando su vestido. En el instante en que percibe que Margo ha visto lo que ella quería que viera, se cubrió rápido, puso cara de espanto y le dijo en voz de confidencia: «Ay, me asusté. Pensé que venía Manolo y me veía con las faldas levantadas. Me avisas si viene. Contigo no hay problema, porque somos mujeres.» Estaba siendo empática, haciendo que Margo viera su entrepierna con femenina camaradería. ¡Vamos! Las buenas amigas pueden verse el chocho ¿o no?

Continuó ventilándose mientras sostenía una plática amena con Margo, preguntándole respecto a su ropa y los secretos de maquillaje que la hacían verse fabulosa. Le quitó los lentes Chanel y se los puso ella. Lo tuyo es mío, ese era el mensaje. Le preguntaba de su vida y su forma de pensar, de sus sentimientos, de su estado de felicidad, nunca de sus ocupaciones, dado que eso siempre distrae la seducción y terminas haciendo el amor con cara de empleado, como diría Benedetti.

Estaba evaluando el grado de curiosidad de Margo, ahora no sólo agitaba su vestido, sino que comenzó a mover de forma discreta las piernas, abriéndolas y cerrándolas. No sé si lo hace sólo por jugar, o si ese aletear es un ancestral dispendio de feromonas en el ambiente. Volteó la cabeza hacia la cocina y me preguntó gritando: «Manolo, tendrás vino tinto. Hay que festejarte por tu cumpleaños.» Se quedó como inmóvil, como esperando mi respuesta, con el vestido levantado y las piernas abiertas. Yo no contesté, dado que Vanette sabía que siempre tenía vino tinto en mi casa. Súbitamente volteó la cabeza con Margo y la atrapó viéndole las bragas con curiosidad. Al verse sorprendida, Margo se sobresaltó, pero Vanette le sonrió como no dándole importancia al asunto, sin cerrar las piernas.



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miércoles, 18 de noviembre de 2009

(4/19) La terrible Vanette

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 4.



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Vanette es una amiga francesa que me pertenece bastante. Podría decirse que soy su amo y su esclavo al mismo tiempo. Siempre que estoy en su presencia el corazón me late como si quisiera correr a sus brazos. Si ella está yo estoy vivo, soy capaz de cualquier cosa, lo sé todo, lo puedo todo, me pertenezco y me perdono, me magnifico, me complemento hasta ser la estrella del norte y el lucero de la mañana al mismo tiempo, brillo con luz propia y me reflejo en sus ojos que de pronto se convierten en piedras preciosas que resumen al universo entero.

Ella es lo más parecido que tengo a una esposa, pues congeniamos en casi todos los planos de la existencia. No por nada le digo ‘mi putita’, de cariño por supuesto. Ella me dice que soy su cabrón, lo cual viniendo de ella es un halago. Lo único malo con nosotros es que me da la impresión que a ella no le importo, y ella no me importa a mí.

Ella insiste en que somos copains du sexe, pero yo no lo considero así. Que todas las veces que nos vemos terminemos cogiendo como locos, practicando todos los excesos posibles entre un hombre y una mujer, jurándonos un amor voluntariamente eterno que no precisa de papeles, no quiere decir que tengamos que encerrarnos en una etiqueta que nos genere responsabilidades mutuas.

Vanette tiene un cuerpo espectacular. Es menudita, delgada y de piel morena. Sus pechos son más bien regulares, creo que copa B tirando a C, tiene una cintura muy marcada y unas caderas amplias pero proporcionadas que enmarcan su trasero redondo y adorable. Es una atlética total, aunque no acostumbra el ejercicio regular, aparte del sexo. Sus ojos son de un extraño color miel que raya en lo amarillo si la luz le favorece, su pelo es castaño y ondulado, perfecto para un rostro que no es muy hermoso. Diría incluso que el rostro de Vanette es un afortunado encuentro de rasgos desafortunados, que de estar en otra combinación darían lugar a una mujer algo fea. Y no es que me importe, de hecho: amo a las feas. Mis mejores pasiones se han desahogado en sus cuerpos tantas veces rechazados, pero ardientes y necesitados como el que más. Cuando una fea te otorga el privilegio de amarla es tu obligación hacerla sentir apreciada; es un error decirle que es hermosa, porque ella sabe que no es cierto, pero nada le impide sentirse merecedora de las máximas consideraciones por ser una mujer capaz de amar con el coraje de quien tiene un corazón lleno para dar, y quien tiene un cuerpo sensible que se lo merece todo. El amor no tiene forma, y además de noche todos los gatos son pardos.

En esta ocasión trae un vestido corto de manta, de una sola pieza, bastante a go-go, según creo, de Lacoste; además trae unas delicadas sandalias de color, según yo, arena, de Kors Michael Kors. Viene con un peinado con dos trenzas que inútilmente tratan de hacerla ver como una colegiala de buenos modales. Colegiala sí podría ser, pero de buenos modales, para nada.

Como es cuidadosa en muchos aspectos, Vanette odia las tangas, especialmente si son sintéticas; siempre utiliza unas braguitas muy blancas de algodón, totalmente coquetas, de Josie Natori, con las que siempre causa el contraste exacto con su piel morena. Seguramente las trae hoy puestas por ser mi cumpleaños.

Gracias a su cuerpo ella es una modelo muy famosa, aunque su rostro nunca salga en la foto. Seguramente todo mundo la ha visto alguna vez en algún catálogo de lencería de los que se entregan casa por casa, e incluso más de un adolescente se ha masturbado con las divinas proporciones de esas caderas sin rostro, de esos pechos sin dueña. Es definitivo: si ves a Vanette en paños menores seguramente te dan ganas de ser el algodón de sus calzones, para absorber sus jugos, sus sabores y sus olores de hembra, y para estar siempre en perfecta sincronía con el calor de su sexo palpitante.

¡Vaya! Ya me estoy metiendo en describir hasta lo que no está disponible para la vista pero sí para la memoria. Pues para que mi descripción termine de desnudarla, tengo que hablar del último refugio de la desnudez femenina, que es su vello púbico. Vanette generalmente lo trae crecido pero corto. Le encanta que le peine el peluche con los dedos, así que se lo deja del largo preciso para que se lo pueda acariciar; ella sabe que puedo estar haciéndolo por horas y horas, que me encanta como huele y que sería capaz de instalar ahí una tienda de campaña y quedarme a vivir el resto de mis días en esa selva si fuera lo suficientemente diminuto para hacerlo. Según ella, cubre su coño de misterio, no se irrita la piel, no estorba realmente en el sexo oral y puede lucir el piercing que tiene en el clítoris.  Yo estoy más que de acuerdo con sus conclusiones.




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Vanette tiene dos grandes pasiones. La primera es que se la cojan en todas las maneras posibles. No quiere irse al pozo sin haberlo vivido todo, y está en su derecho de hacerlo porque la vida para eso es.

En teoría los hombres muy machitos desean una mujer sin miedos en la cama para hacerla como quieran, pero como ella ha podido comprobar, su carácter intrépido entre sábanas la ha dejado casi sola, pues ya es tan aventurera que pocos hombres se sienten cómodos en su compañía. No sé qué sería de ella si no hubiera encontrado a su pervertido favorito, o sea yo.

Su segunda pasión es seducir mujeres. Le encanta meter a otras chicas en predicamentos con sus insinuaciones y acechos, y entre más se resisten, más lo disfruta. No es lesbiana, cabe aclarar; entra más en la categoría de bi. Y no es que le gusten las mujeres: le gusta lo que les puede hacer. Ejercer su poder de persuasión sobre las de su mismo género es lo que la excita hasta el extremo. Ver cómo se consumen y cómo se doblegan poco a poco es para ella una fuente de placer inagotable.

Evade a toda costa a las lesbianas, en principio porque parece no molestarles lo que les hace y así no tiene atractivo para ella porque se siente utilizada; las rechaza además porque terminan enamorándose de ella y no piensa compartir su corazón con nadie. Dice que es sólo mío, aunque me parece que lo dice sólo por hacerme sentir bien.


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Vanette viene furiosa y no sé por qué. Pero claro, como su pecho no es bodega seguramente me lo hará saber de inmediato, más allá de decírmelo con la expresión de su rostro que muy mal sabe callar sus emociones contenidas.
Abro la puerta para que entre. Me da un puñetazo en la nariz y me dice en un susurro que soy un cabrón; yo me estremezco ante la cercanía de su puño y la sensación de su contacto con mi cuerpo ¡como amo a esa mujer, chingado!

«Te llamé por teléfono y tu contestadora decía que estabas de viaje. Por no dejar vine y me encuentro con que es tu cumpleaños y estás solo en tu casa con una, ¿cómo te diré? Bueno. Olvídalo. El caso es que eres un falso», me dice sin gritarme, porque simplemente está argumentando lo que siente. Algo que me encanta de ella es precisamente eso, que no grita para hacerse oír; confía más en la estridencia de las palabras, en que hay algunas con más significado que otras.

«Me emputa que me ocultes cosas, que no me las confíes oportunamente. Mejor dime que no me quieres ver el día de tu cumpleaños, que no soy yo lo que esperabas encontrarte el día de hoy. ¿Soy un muy mal regalo para ti? Mejor dime que de todas las mujeres con la que te ves soy yo la más insignificante, dime que soy la más pequeña pulga del más diminuto perro del más diminuto planeta del universo», me dice.

Es muy tierno ver que trae atado al cuello un moño como de regalo, y sé lo que ello significa. No sé si ese dramático y conmovedor desplante, ese típico cliché de la yo-no-valgo-nada-para-ti se deba a que está en sus días incómodos, que ha comido algo en mal estado, que he cometido un error al hacerla sentir poca cosa, o bien que no le avisé que me iba de viaje, y eso que no tengo necesidad de hacerlo pues ella no significa nada para mí, ni yo para ella.

Pero la quiero, qué le voy a hacer. Así que trato de contentarla. «¡Claro que te quiero ver! Tengo un plan para nosotros el día de hoy. Un plan que te reclama.» «Entonces soy eso para ti. Un pinche plan. Seguro tienes bien planeado lo que me dirás y lo que me harás, y yo, como suele suceder, voy a caer rendida como una tonta perfecta a tus pies.» «No hay plan que te encierre preciosa. Mi plan es un plan del corazón, y por lo mismo es un plan forrado de honestidad. De hecho vengo llegando de viaje con la única esperanza de verte. Sólo al verte puedo saber lo que sentiré, lo que haré en mi día. Venía pensando en el avión que la próxima vez que te viera me volvería chiquito, diminuto, osado y aventurero, como amante de los deportes extremos. Me subiría por tu lindo escote, escalaría tu cuello y enloquecería en ese terreno de ensueño. Estando ahí respiraría profundamente para llenarme con tu aroma y disfrutar. Me colgaría de tus pestañas y me dejaría caer por el precipicio de tus ojos. Comenzaría a caer en tu interior y no habría manera de detener mi caída. Miraría para todos lados pretendiendo conocerte el interior. Miraría tus matices y colores. Me pegaría lo más que pudiera a las paredes de tu alma, sin importar el daño que ello me pueda causar. A veces tu interior será inhóspito, a veces hospitalario, a veces como dunas de arena y a veces como arrecifes filosos y caprichosos, sedientos de mi sangre incauta. Yo bien que lo sé. No cabe duda que iré cayendo vertiginosamente, libre y asustado, aunque sin duda feliz dentro de ti. Si me dejas intentarlo, ahora que estás ya aquí, te juro que flotaré y sentiré que vuelo en la maravilla de tus pensamientos, sentiré que me sofoco en los calores de tu ambiente de interior y que me derrito en las humedades relativas de tus adentros, donde sin duda sudaré como un loco hasta deshidratarme. No sé si todo lo que te he dicho te haga saber que realmente quería verte hoy.»

Mientras le digo todo eso hago contacto visual con ella, procuro poner los ojos más tristes que sé poner para invitarla a la ternura, tendiendo toda una trampa emocional que ella claramente percibe, aunque no hace nada por no caer. Vanette me mira con ternura, como siempre que le digo algo bonito que la halaga. Baja la guardia y es mía otra vez. Estira la mano y me toca la entrepierna en señal de amor y paz.




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martes, 17 de noviembre de 2009

(3/19) Belleza inesperada

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 3.



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4

 

A mi casa llegó de improvisto Margo, que es la mujer más hermosa que conozco. Carga un regalito en una de sus manos; en la otra mano, como es de esperarse en ella, habla por su teléfono móvil. Siempre lo hace, aunque no sé con quién habla tanto, ni de qué. A veces sospecho que realmente no habla con nadie, que el aparato está apagado y que lo hace para verse interesante y ocupada al mismo tiempo.

Ella es muy religiosa y sólo me frecuenta por una tenaz obstinación evangelizadora. Sus padres, muy amigos míos, se dieron por vencidos tratándome de integrar a la vida espiritual, así que ella se empeña en terminar lo que sus viejos dejaron inconcluso. Yo sólo la frecuento porque me gusta tener sangre inocente cerca, que me haga pensar que la vida es posible de otra forma.

Su simple presencia ya es un regalo para la vista, así que no confiaría en que el contenido de la caja fuera a mejorar la situación. Me gusta tanto porque es una mujer de unas buenas tetas copa C, grandes, firmes y proporcionadas; tiene excelentes nalgas y un caminar extremadamente sexy, vigoroso y sensual. Tiene una cintura que dan ganas de abrazarla simplemente porque está cerca.

Dentro de sus demás atributos puedo decir que siempre viste elegante pero casual, cuidadosa en los detalles, siempre huele bien y el tono de su voz es dulce como la miel. Su piel es blanca, muy del tono de Annette Schwarz, que tantas erecciones me provoca sin control y sin explicación. Su boca es pequeña pero carnosa, de labios delgados y tentadores que invitan a robarle un beso o a recorrérselos con la yema de los dedos sólo para ver qué dicen por respuesta. Como siempre, luce impecable en ese vestido negro ceñido al cuerpo, de Marc Jacobs, su cinto ancho de W. Kleinberg, y sus zapatos de tacón negros, de Dior. Aunque está anocheciendo, trae puestos unos lentes obscuros de Chanel, muy a lo Jackie O, sólo para incrementar su puntaje fashion. Insisto en que es la mujer viva más hermosa que conozco, y vaya que conozco a muchas.



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Más allá de cómo viene vestida, sé que oculta sorpresas. Me refiero a su atributo secreto: su lengua. Ella no sabe que desde hace tiempo alucino un poco pensando en su lengua y en las mil maneras en que puede ser utilizada. Una vez la observé comiéndose un helado de vainilla y pude darme cuenta que su lengua es inusualmente larga y flexible. Ver cómo lamía el cono, cómo mordía la puntita, cómo lo saboreaba, fue bastante excitante. Como hacía calor, llegado el momento el cono empezó a chorrear por todas partes; ella lo levantaba un poco y colocaba su lengua bajo el cono para que no se tirara la nieve fundida al suelo. La nieve caía gota a gota sobre la lengua y en ocasiones corría hacia su garganta y en otras hacia su barbilla. Me sorprendió mirándola de forma extraña, por lo que me preguntó si me pasaba algo, verdaderamente ajena a los malos pensamientos que mi mente tejía. Hice como que algo se me atoraba en la garganta. No podía hablar y decirle que me estaba corriendo en ese instante.

De sólo recordar aquella escena tuve una erección ahí mismo. Para que no se diera cuenta de las nuevas dimensiones de mi entrepierna desvié mi atención estirando las manos hacia el regalo que me traía. Realmente mi estrategia no me ayudó, porque ella tratando de fingir un abrazo arrebatado de felicitación tropieza un poco deteniéndose en mi cuerpo, pegando su cuerpo con el mío, regalándome de paso una oleada de su divino aroma de mujer hermosa. Se pega tanto a mí y la tengo tan dura, que es imposible que no haya sentido que tengo una erección.

Se separa de mí y me entrega el regalo. Lo abro y es una camisa de cuello ‘tipo’ Polo. Es decir, no era una Polo de Ralph Lauren, lo que garantizaba que no me la pondría nunca. Además, nunca nadie en los últimos cinco años me ha visto con una camisa Polo puesta; a ella se le ocurrió que me podía reformar el buen gusto, así que la compró de mi color favorito. «Te verías muy juvenil», me dijo. ¿Pero quién coños quiere verse juvenil, la verdad? Soy un hombre adulto que se siente a gusto con su edad y la forma en la que luce. Mi atractivo es ese, verme solvente, maduro y cabrón, y ella lo quiere arruinar.

Le comento que muy probablemente hubo una confusión. Le digo que es muy posible que no llegue nadie más y por lo tanto no hay fiesta, que puede retirarse si lo desea. Ella se me queda mirando como quien no entiende por qué tuvo que ponerse guapa inútilmente. En eso llaman nuevamente a la puerta de mi casa y me comienzo a resignar un poco a que mis amigos irán llegando en abonos, en una carrera de relevos en donde cada persona que llega se siente con la obligación de estar ahí al menos dos horas, lo que garantiza que el anfitrión, que siempre llega el primero, se quede prácticamente hasta el amanecer riéndose por compromiso de chistes que no le hacen gracia.

Veo quién llama la puerta por el intercomunicador. Me lamento de ver que es Vanette, con lo que mis posibilidades de descansar se reducen al cero por ciento.



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domingo, 15 de noviembre de 2009

(2/19) Tranquilidad deseada

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 2.


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3

Como venía llegando de viaje, sinceramente lo que más me hubiera gustado es que nadie se acordara de mí cumpleaños. Quería llegar a mi casa y celebrar solo, comer una rebanada de pastel que siempre compro en Samborn’s y poder dormir temprano después de tomar un té de siete hierbas.

Estaba mentalizándome desde que venía en el avión. Llegué al aeropuerto bastante decidido a construirme mi destino. Ya rumbo a mi casa compré una rebanada de pastel con mucho betún y una vela del número siete; no porque cumpliera siete años, obvio, sino porque el número me gusta mucho. También compré mi revista H para hombres, que no puede faltarme para mis profundas lecturas de baño. No me gusta perderme ningún número de la revista porque en ella veo mujeres hermosas —algunas de ellas que ya me he cogido—, leo buenos reportajes, cago y aprendo. Una buena lectura en el baño siempre es como una celebración escatológica y cultural. Sonrío al ver a la artista amiga mía que sale en la portada, y me pregunto si en la entrevista va a platicar lo mucho que le encanta que los hombres se corran en sus pies, y lo que hace con eso que uno le derrama en ellos.

Total, terminé de llegar a mi casa después de una hora y media de tránsito enloquecido, cortesía de la ciudad, dejé mis cosas de viaje en la recámara y me di un baño caliente.

Me vestí con una playera negra pegadita de Tommy, y un pantalón viejo de mezclilla, también de Tommy. Me lo pongo sin calzones, como suele ser cuando quiero estar cómodo en mi casa. Obvio, andar sin zapatos por la casa era requisito para obtener la sensación de relajación pretendida. Calzar mis mocasines Prada es casi como andar descalzo, pero bueno: para sentirse descalzo, nada como andar sin zapatos ¿o no? Estaba el clima tan bonito que abrí una de las puertas de cristal que da al jardín, dejando entrar el smog y el canto de unos grillos, no sé si ebrios o copulando, así que no pude evitar ir por una cerveza Indio, sentarme en el sillón con los pies descansados en un taburete y ser feliz por un instante. Creo que la felicidad es un asunto endógeno que tiene que ver con el grado en que uno se encuentra a sí mismo haciendo lo que se le pega su chingada gana.

Por un momento pensé que me la pasaría tal y como deseaba, pero como siempre, el gran D mete su mano y transforma mi vida real en un programa cómico con risas grabadas de fondo.


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sábado, 14 de noviembre de 2009

Episodio 4: Fiesta de cumpleaños con Margo y Vanette

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 1.





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MargoNormal[1]

1

Mis amigos saben que mi cumpleaños es un muy buen pretexto para los excesos, así que en su calendario marcan como días inhábiles mi cumpleaños y varios días después. La precaución nunca está de más, pues nadie tiene la certeza de poderse parar por su propio pié después del Apocalipsis de los sentidos.

Nunca está planeado lo que termina sucediendo en dichas fiestas; más bien pienso que la gente que acude es la que termina sucediendo a sí misma, en una insistencia insensata por hacer un poco más vibrante su biografía. Reunir a tanta gente tan rara y tan sin límites en un mismo lugar siempre es garantía de imponderables. Todo es un incierto, pues nadie sabe si terminará casado con alguien de su mismo sexo en un rito vudú muy antiguo, si amanecerá con el nombre de alguien que ni conoce tatuado en una nalga o en el pene, con un arete en el clítoris o en una tetilla, o si alguien desaparece para nunca más volver a ser visto. Da un poco de miedo, pero es pecado no acudir.


2

Este año no hay nada que contar, ha sido de lo más ordinario. La culpa fue del estúpido de Eric, que según él, organizó mi fiesta sorpresa con la eficacia que le caracteriza. Bien justificados tiene su padre los dos infartos que le han dado, al saber que Eric es su único hijo y que en sus hombros descansará el negocio que por generaciones ha sido de la familia. Seguramente Eric hará su magia y todo será un recuerdo bastante pronto.

Como se supone que no me debía enterar, supe de su eficiente labor organizativa después que me lo  explicaron con detalle. Al principio se propuso como lugar mi casa en La Condesa, aprovechando que algunos de mis amigos tienen la llave y que yo estaba ausente gracias a un viaje que hice a Monterrey, ciudad que cabe decirlo, me caga. La idea era que nadie me felicitara en todo el día, que yo me sintiera fatal por la sensación se ser parte de ese nutrido grupo de los olvidados del mundo, para luego entrar a mi casa llegando de viaje, abatido y solo, y encontrarme a todas mis amistades desnudas y con un gorrito puesto, a un burro, un travestido, la abuelita de Eric, una tragaespadas que también es contorsionista, un perro gran danés, un diputado federal y a un par de enanos diabólicos. Es decir, lo usual en una fiesta sorpresa. ¿Se puede algo más cliché que eso? Yo pienso que no.

Parecía buen plan, pero algunos opinaron que eso era de pobres, y fue donde las opiniones se dividieron en torno al ambiente deseado para celebrarme. Como si no supieran que lo mío es la vida hogareña y de recogimiento espiritual, no sé, rezar el rosario doloroso o algo así.

Mis amigos querían un ambiente un poco más de borrachera, mientras que mis amigas querían un ambiente un poco más light, en donde se pudiera cenar algo delicado y fino, tomar moderadamente, bailar si acaso, y platicar a gusto del rumbo del mundanal mundo.

Según me dijeron, el mamón de Eric, que es un fanático de los gadgets, estaba estrenando su nuevo teléfono móvil de concepto, que aún no se vende en el mercado; quería que todo mundo se enterara que sabía enlazar conferencias telefónicas con el aparatejo y ahí fue donde todo se echó a perder. Al querer poner de acuerdo a todos con un teléfono siempre hay alguien que no te pone atención, y el resultado es que la gente termina en el lugar equivocado. La idea era comunicar que yo andaba de viaje en Monterrey y que todos me esperarían en mi casa a mi llegada, ahí  estaríamos un rato y luego nos iríamos a un lugar que no estaba decidido aún. Pero algo falló en la comunicación con Eric como medio, pues la mayoría de mis amigos entendieron que había que viajar a Monterrey y que yo los esperaría a su llegada para irnos a una casa que compré allá. Dios bendiga a Eric, y que lo premie con un ataque mortal de hemorroides africanas.



Siguiente entrega: (2/19) Tranquilidad deseada.

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viernes, 13 de noviembre de 2009

Feedback - Miranda

 

He decidido que al final de cada episodio intercambiemos impresiones. Una pausa para tomar aire y comunicarnos.


¿Te gustó el episodio? ¿Qué opinas de los personajes? ¿Te identificas con alguno? ¿Has vivido algo similar? ¿Conoces a alguien en alguna situación parecida? Podría decirse que necesito saberlo, para alimentar un poco a la imaginación de vivencias ajenas y crear nuevas historias.


Hagan comentarios por favor, aunque sea para saludar y saber que no estamos solos en esto.


De acuerdo al orden de la novela original, debería seguir el episodio 3 “Apoyando sentimentalmente a Glenda”. Como saben, ese es el episodio demo que se encuentra en www.ReverendoManolo.com, así que no tiene caso publicarlo en partes.


Mañana iniciamos entonces con el episodio 4 “Fiesta de cumpleaños con Margo y Vanette”. Este capítulo es importante porque comienza a aparecer el personaje de la única persona que es capaz de hacerle ver su suerte al Reverendo, lo que comprueba que hasta los cabrones tienen su corazoncito.



Hagan sus comentarios, y nos vemos en el mañana.


Siguiente entrega: Siguiente episodio: Fiesta de cumpleaños con Margo y Vanette.

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jueves, 12 de noviembre de 2009

(20/20) Lo paradójico

Temporada 1 – Episodio 2 – Entrega 20.




Si quieres leer un episodio completo de prueba, haz clic para leer "Apoyando sentimentalmente a Glenda"



24

ManoloAloneAntes de dormirme siento el último resabio de lástima por Miranda. Me enoja el hecho de que las circunstancias de su vida hacen de ella una invisible en su casa.

No entiendo a esos maridos con las prioridades volteadas. Quizá llega un punto en que la mujer de uno es más valiosa para los ojos forasteros que para los propios, y es que a veces uno pierde de vista que viene a este mundo a cogerse a las mujeres, y más nada. Hacerles el amor cuando lo piden es un oficio de toda una vida.

Uno está tan ensimismado viendo por televisión el fútbol, es decir, a 22 tipos musculosos y de piernas peludas corriendo tras un pinche balón, que no se da cuenta de la tersura de las piernas que divagan por la casa pidiendo una cogida para recordar. A los amantes del deporte siempre les advierto que en el ambiente siempre hay tipos más interesados en otro tipo de pelotas, dispuestos a cogerse por el culo a sus mujercitas mientras ellos ven la televisión o van al estadio. No lo digo por mí, claro: yo sería incapaz de aprovecharme de los apetitosos frutos de su indiferencia.

¿Lo que no he entendido es por qué, si Matías es esposo de Miranda, nunca se da cuenta que las fotos excitantes que le mando son de su propia mujer?

Pero me estoy complicando mucho la existencia tratando de entender comportamientos ajenos. Va mejor con mi temperamento ser el amante que el terapeuta de parejas. Todo es tan sencillo, además. Quizá simplemente es porque Matías sólo ve, pero no mira.


Soundtrack:

Este episodio se lee mejor si escuchas “Te tomaré una foto”, de Tiziano Ferro. Este CD es muy recomendable.

Escuchar aquí el tema

Siguiente entrega: Sesión de feedback. Siguiente episodio: Fiesta de cumpleaños con Margo y Vanette.

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miércoles, 11 de noviembre de 2009

(19/20) Despedida

Temporada 1 – Episodio 2 – Entrega 19.



Si quieres leer un episodio completo de prueba, haz clic para leer "Apoyando sentimentalmente a Glenda"


22

ManoloAloneMiranda se marchaba ya. Hablaba poco con palabras aunque siempre sabía qué decir. Enfática pronunció su resolución final, a manera de cruel despedida. «¿Sabes por qué fue hermoso? Porque no creo que vuelva a suceder. Este tiempo tuvo el encanto de las cosas únicas», me dijo. Yo acepté su veredicto sin chistar.

Al salir, me dijo con la mirada que ya tenía otra vez ganas de estar conmigo. Yo le contesté, también con la mirada, que mis ojos, mi verga y yo estábamos listos para cuando quisiera. Quizá con el fotógrafo ya no saldría nunca, pero no sé si con Manolo el escultor, o el director de cine o el dibujante. Algo se me podría ocurrir, como siempre.

No hay nada más desolador que un beso de despedida en el marco de una puerta. Significa que la mujer que se va no es tuya, que tiene que irse a otro destino que no tiene tu nombre. No importa lo mucho que sus labios sepan a tu semen, o que su cuerpo huela a tu sudor, o que en su corazón te lleve de forma secreta sin darle cabida a nadie más. La realidad es que se va, que no se queda.

Ella me dio un beso de despedida en el marco de la puerta, y se fue.


23

Una vez que se fue, y ya siendo imposible ir al cine a cultivarme, me conecté a Internet con el fin de ver qué otra persona igual que yo desearía malgastar su tiempo en línea.

En el Chat me topé a mi muy buen amigo Matías. «¿Qué hay Manolo?» «¿Qué hay Matías? ¿Qué dice el hombre?» «Nada. Aquí sonseando. Oye, las fotos que me pasaste la otra vez de esa vieja de ensueño que te coges y que le gusta que le tomes fotos, están buenísimas.» «Tengo unas nuevas. Son de hoy ¿te interesan?» «¡Órale! Con madre. Sé que si te digo que me masturbo viéndolas y me corro encima de las fotos no me lo creerías. » «¡Claro que te creo hombre! ¡Si un hombre te dice que se hizo una puñeta, es porque se hizo una puñeta! En eso no hay que escatimar honestidades. ¿Siguiendo mi consejo de hacerlo poniéndote un guante de látex y lubricante?» «Claro, ¿qué hay otra forma?»

Reímos en línea. «jejeje» «hehe»

En ese momento le pasé las nuevas fotos que había tomado ese día, de Miranda y yo, siendo tan nosotros.

«Están … con … madre. No sé cómo le haces para cogerte a viejas tan buenas cabrón. Y que hagan todas esas cosas que les dices que hagan, … me cae que eres Jules Jordan, cabrón.» «Preferiría ser Jay Sin, pues ya ves cómo es uno.» «Bueno Manolo, te dejo. Creo que la pinche de mi señora acaba de llegar y si me descubre viendo porno se va a encabronar.» «¡Hasta luego!»

Me desconecté de Internet, después de leer mis correos electrónicos recibidos en el día y actualizar mi blog con mentiras que tal vez alguien crea ciertas.





Soundtrack:

Este episodio se lee mejor si escuchas “Te tomaré una foto”, de Tiziano Ferro. Este CD es muy recomendable.

Escuchar aquí el tema

Siguiente entrega: (20/20) Lo paradójico.

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