sábado, 5 de diciembre de 2009

(18/19) ¡Gran inaguración!

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 18.


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25

Con mi mano libre seguía tocando las nalgas de Margo y aplicaba más lubricante, sobre todo en el ojo del culo; es una cosa que nunca dejo de hacer porque el cuerpo no lubrica naturalmente el ano, así que debes ayudar en la tarea.

No es que yo sea un médico o un experto, sin embargo mis calenturas nunca son improvisadas. Lo extremo de mis predilecciones carnales me obligan a saber que el ano consiste en dos anillos musculares, que son los esfínteres interno y externo. Todos tenemos control del esfínter externo, así que la buena comunicación y el cariño se encarga de que alcances el estado mental que te lleve a relajarlo a voluntad, tanto que incluso el cuerpo puede comenzar a pedir que le metan algo, abriendo y cerrando el ojo del culo como si respirara. El esfínter interno es el problema, dado que no está bajo el control de la voluntad y sólo se abre cuando algo tiene que pasar por ahí, sea de adentro hacia afuera, o para mi bendita conveniencia, al revés; el caso es que tiene que relajarse físicamente con lubricante y movimiento. Hay mil formas de hacer que el cuerpo responda y ceda, sólo hay que darle cariño y constancia, palabritas al oído que hablen de lugares y situaciones maravillosas, de cielos poblados de tantas cosas. Lograr que un culo esté educado lleva tiempo, no es como en las películas porno donde el tipo llega la mete se corre y se va sonriendo. En la película nunca sale el trabajo previo que se hace para que eso suceda. El sexo anal no es ni para aficionados ni para desesperados. Lleva tiempo llegar a los extremos, pero cuando se alcanzan son una delicia de la que es difícil desentenderse.

Dadas las muchas terminales nerviosas del ano, era cuestión de tiempo para que Margo comenzara con pequeños gemidos que indicaran que podía soportar un poquito más. Cuando sentí que el cuerpo de Margo parecía agradecer la presencia de mi dedo en su ano, comencé a meterlo y sacarlo con delicadeza, cada vez con un poco más de fuerza. Luego intenté dos dedos, y Margo los aceptó de buena gana, y luego tres, y consideré que era un buen momento para intentar meter la verga. Vanette seguía filmando todo con el móvil. Eso me comenzaba a molestar, aunque la curiosidad de ver lo que filmaba y el uso que le daría al video me impedían hacer algo para impedírselo. Además, a Margo parecía ya no importarle su suerte. No cabe duda que el nirvana erótico es cuando sometes a alguien hasta que deja de resistirse en absoluto, y hace todo lo que le pides.

Saqué mi verga de la boca de Vanette, no sin obtener un mohín de desaprobación. Ella quería mantener mi verga ahí hasta que me corriera en su garganta, pero bueno, ella había sugerido la rutina, así que muy a su pesar le tuve que decir que lo que seguía era darle por el culo a Margo.

Aunque generalmente la mejor posición para el sexo anal es quien recibe arriba, la primera vez no es muy recomendable dada la poca experiencia de la persona. Un error, resbalón, poca firmeza en los puntos de apoyo, falta de condición física o la falsa creencia de que es lo mismo que el sexo vaginal, pueden hacer que alguien acabe con el culo roto. Y la verdad no quiero acabar mi día de cumpleaños en una sala de urgencia, explicando por qué mi amiga Margo está sangrando por el culo. En el sexo anal la presencia de flujo de sangre es un pasaporte inmediato a la sala de urgencias, sin pensarlo ni un segundo. ¿Vergüenza? Para nada. Seguro los médicos lo han visto todo. Supe de un tipo que tuvieron que operarlo para sacarle un modelo a escala de la Estatua de la Libertad. Cuando la sacaron, los médicos juraban que la pequeña estatua estaba haciendo gestos.


26

Estando así como estaba Margo en posición de perro, saqué los dedos con los que había empezado a relajarla y le puse la verga justo en la entrada del culo «Está ahí para ti mi amor. Sólo muévete hacia atrás y hacia delante. Lo que quieras y lo que puedas. Si te duele no sigas, que te seguiré queriendo igual. No te presiones. Si no se puede pues no se puede. Si tienes miedo no importa corazón. Simplemente te perderías de la experiencia de vivirlo hoy; piensa sólo que la vida es mucha y todo tiene su momento», le dije para animarla. A veces me caigo mal por ser tan comprensivo y consciente de los sentimientos de los demás.

En el sexo anal nunca se debe obligar a quien no quiere, o a quien cree no poder. La cosa es que Margo quería y creía que era el momento, dado que era una forma de tener sexo sin perder la virginidad, y además se daba cuenta que estaba entre conocedores.

Me tuve que poner técnico para no cometer el error de meterla donde no debía. Una cosa que sucede con mucha frecuencia es que el novato termina metiéndola en el coño, pues meterla en el culo no es cosa de puntería, sino de pericia. Decido que Margo debe estar en posición de iniciación, es decir, tendida a lo perro pero con la espalda más abajo que la cadera, de tal forma que su ano quede naturalmente más expuesto y más abierto. Me hinco, le abro las nalgas y le lamo el culo con voracidad, metiéndole la lengua lo más que puedo. Cuando mi lengua me transmite que el orificio está listo, inicia un conjunto de movimientos que suceden de forma necesariamente precisa. La forma de agarrar la verga para meterla por detrás es empuñándola con decisión pero sin firmeza, con la fuerza suficiente para que la mano sea la guía del camino.  Lo ideal es meterla con un poco de inclinación, ya sea con la verga apuntando de abajo hacia arriba, o de arriba hacia abajo, con inclinación de unos veinticinco grados; no se recomienda meterla directamente de frente, y aunque no me apetece explicar por qué se tiene que hacer esto, los que hayan ido a una vulcanizadora a cambiar una llanta ya saben que la resistencia de los bordes de una circunferencia es menor si se ataca por partes: nunca se mete la llanta al rin todo de golpe. Aquí está el truco, la mano empuñando el miembro se pega al cuerpo de Margo, de tal forma que rodea mi glande al mismo tiempo que el dedo índice queda en el periné, lo que evitará que mi sexo se vaya a la vagina. Dada la posición en la que estamos, prefiero que la inclinación de mi verga vaya en declive, pongo la punta de mi miembro en la orilla superior del ano, no en el centro, y estoy listo para deslizarme.

Vanette, que me conoce todas las manías, dejó por lo pronto la el asunto de video, y tomó un espejo de mano que casualmente estaba cerca de donde estamos. La primera vez por detrás es todo un acontecimiento, así que perfecto sabe que me gusta ver el rostro de la mujer penetrada, justo en el momento en que entra el amor en trozo que tengo para darle. Acomoda el espejo hasta que asiento con la cabeza que está puesto de tal manera que desde la posición en donde estoy pueda ver el rostro de Margo mientras todo pasa.

Procedo a metérsela al fin. Ella no se hace para adelante como escapando cuando comienzo a empujar; veo el rostro en el espejo, veo la curiosidad en las cejas, un poco el fruncir el ceño de dolor, lo que me ayuda a manejar mejor mis movimientos; capto la fracción de segundo donde el semblante de Margo se llena de la valentía que sólo da el abandono hacia lo incierto, y aprovecho ese momento de heroísmo para que entre sólo un poco, o como dirían los más románticos, “nomás la puntita”. Arremeto con el miembro tieso y lubricado, con la guía adecuada de mi puño y con la inclinación correcta, así que no hay posibilidad de falla; siento cómo mi carne vence el borde superior del ano, poco a poco, y entra la mitad de mi glande, suficiente para hacerla que se inmovilice por completo a causa de un poco de dolor, pero es un trabajo de equipo, así que no cometo el error de retirarme ni aunque perciba su dolor, porque es un dolor consentido, es parte de la experiencia y quitarme sería como volver a comenzar todo, con el inherente riesgo de que después de eso nada pase. Estamos inmóviles. Veo que respira como si estuviera en una sesión de yoga, y de pronto veo que aprieta los dientes al mismo tiempo que sus ojos se entrecierran; para mí eso es como si me pidiera ir al siguiente paso, así que empujo un poco más, y toda la cabeza de mi miembro está adentro. Ella gime, al mismo tiempo que pone la cara de quien se saca una espina. Asimila su suerte, pues ya puede presumir con sus amigas religiosas que a ella se la han metido por detrás.

Tomo el tubo de lubricante y empapo la parte de mi miembro que todavía no entra en el cuerpo de Margo. Su rostro me dice que está lista para vivir la experiencia de una buena vez. Comienza a hacerse para atrás, como si su culo chocara con mi verga. Una vez que la punta de la verga había entrado, había pasado lo peor. Había dolido un poco, pero era soportable. La meto muy lentamente, para ver qué tan profunda es.

Mientras mi sexo se desliza, ella pronuncia sensualmente la primera de las vocales como si exhalara aire «aaaahhhhhhhhhhhh»; el sonido dura mientras todo entra. Ya que compruebo que todo está como Dios permite, comienza el suave vaivén, lento y sistemático. En su rostro quedó claro que soportaba mi verga con facilidad, así que me dio permiso de poderla embestir con las precauciones que ameritaba la ocasión. Su rostro mientras todo pasa era una delicia. Vanette le da el espejo a Margo, quien lo acomoda de tal manera que mira la forma tan perversa con la que la estoy deseando, lo mucho que me tiene atrapado con la magia de su cuerpo; nuestros ojos se clavan en el espejo, nos miramos y nunca más podremos vernos con inocencia. Mientras estamos en el trance, Vanette se las ingenió para devolverle el favor oral a Margo. Le abrió un poco las piernas, se puso debajo de nosotros y se puso a lamerle el coño mientras yo la penetraba por el culo.

Cuando mi verga estaba totalmente adentro, la dejaba ahí para que Vanette tuviera tiempo de lamer mis testículos un poco, cosa que hacía,  con ocasionales mordiscos que me la ponían más tiesa, provocando el inevitable quejido de Margo ante la exigencia de mi miembro ensanchado.

Ver la bella espalda de Margo tendida ahí, y ver cómo mi verga le entraba y salía por su culo es una imagen que me acompañará hasta mi muerte. Justo antes de correrse volteó a mirarme, me sonrió, cerró los ojos y se corrió, esta vez de forma más abundante que antes, dándole un tratamiento hidratante a Vanette en el rostro. «Ah…Ohhh… Guau!», dijo.

Yo grité que me corría, y Vanette me prohibió hacerlo «No te corras, tengo una idea».


Siguiente entrega: (18b/19) Que me canten las mañanitas.

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