martes, 1 de diciembre de 2009

(14/19) ¿Te has visto el sexo alguna vez?

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 14.




Si quieres leer un episodio completo de prueba, haz clic para leer "Apoyando sentimentalmente a Glenda"



20

Vanette le pregunta si se ha visto el coño alguna vez. Margo responde que no. Vanette se para y acerca un espejo de pedestal que tengo en un pasillo cercano. Lo pone enfrente de Margo, se sienta a su izquierda y hace que me siente a la derecha. Ella le jala la pierna izquierda y me pide que haga lo mismo con la pierna derecha, de tal forma que Margo queda abierta en compás, con el coño totalmente expuesto. Los jugos que Vanette le había lanzado comenzaban a secarse, por lo que el vello púbico comenzaba a encresparse un poco.

Vanette la obligó a que se viera el pudendum en el espejo. «Mira cómo eres. Este montículo de vello es el monte de Venus. Es tu protección contra los golpes que recibas en esta zona. Si está abultado no reniegues, que es mejor para tu salud. Acá está tu coño. Lo primero que ves son los labios superiores, que no sirven más que como protección. No tienen terminales nerviosas importantes, así que en el sexo oral exige que te los hagan a un lado y que te laman más allá de esa frontera, por favor.»

Vanette me ordenó tomar el labio vaginal que me quedaba más cerca, ella tomó el suyo. Me ordenó estirarlo. Como sé que está molesta no me atrevo a contradecirla, la verdad. «Bajo los labios superiores están los labios inferiores. ¿Los ves ahora? Son estos», dijo, al momento que los recorría con una de las yemas de sus dedos. «Esos sí sienten ¿ves? Si pasas uno o más dedos se siente muy bien. ¿Imagina ahora lo que se siente si alguien te pasa la lengua sobre ellos como si estuviera comiéndose el último helado de su vida? Eso sería sin duda mejor ¿No te han chupado nunca? ¿No? ¿Te has masturbado alguna vez? ¿No? ¿En el baño no te has abierto el coño y has dejado que el agua que cae de la regadera haga su trabajo? ¿No te has puesto la mano abierta en el coño y sentido? ¿No te has pasado el jabón más de la cuenta? ¿No? Qué pena. Qué cuerpo tan mal utilizado. Está maravillosamente diseñado para el placer y le niegas su forma de expresión. Es como criar una bella águila real y obligarla a que viva sumergida bajo el agua.»

«Ya me quisiera ir, creo», dijo Margo.

«Pues yo creo que te voy a comer el coño hasta que te corras», dijo Vanette.

Al juzgar por el aplomo de las frases, apuesto a que se hará lo que dice Vanette.

Creo que Margo también lo percibió así. Su coño comenzó, visiblemente, a emanar jugos. Comenzaron a producirse como si estuvieran guardados ahí desde el principio del universo, esperando desbordarse. «Te estás poniendo jugosa querida. Eso ayudará a metértela más fácil…». Margo reaccionó ante las palabras de Vanette y nos hizo saber que ella sería virgen hasta el matrimonio, que su religión no le permitía otra cosa. «Entonces no te romperemos el himen, para que cuando te cases te desfloren y seas feliz. ¿Estás de acuerdo? ¿Si? Pero ni creas que hayamos terminado contigo todavía. Estás excitada y puedo olerlo. Mmmmm... Hueles a hembra en busca de sexo y no lo puedes evitar. Y eso que todavía falta que te muestre lo mejor que tienes.»

21

«Esto que vez como si fuera el farol de la entrada de tu coño es el clítoris», dice Vanette, «y es como la verga de los hombres, pero mucho mejor. Se dilata cuando estás excitada y es el punto principal de estímulo para casi todas las mujeres. Lo puedes acariciar así, con el dedo medio ¿ves? ¿Se siente bien, no es cierto? ¿Ves cómo crece? ¿Estás sintiendo rico? Seguro que sí, porque está creciendo. No muevas la cabeza como diciendo que no. Tus jugos te delatan y creo que te gusta mucho.» Vanette decidió masturbarla hasta que tuviera un orgasmo. Si podía hacer que se corriera, mucho mejor. Acarició y acarició, de forma repetida, constante, justo ahí.

Margo todavía quiso resistirse, aunque yo sabía que no tendría éxito. Yo podía ver como se desmoronaba poco a poco en su actitud bélica contra el placer. Su voluntad se resistía valientemente, aunque la fortaleza de piedra que era su cuerpo cedía cada vez más. Era la imagen más representativa del pudor muriéndose. Su cuerpo le entregaba a Vanette las llaves que permitían entrar libremente. Comenzó a respirar de forma entrecortada, luego sus piernas comenzaron a temblar solas, como si fuera un perrito al que le rascas la panza. Vanette siguió durante un momento hasta que escuchó la canción que ya habíamos escuchado con anterioridad «Oh… Oh… Creo que… parece que…», y tuvo un orgasmo.

Margo todavía no dejaba de temblar cuando Vanette se arrodilló frente a su coño, con la firme intención de seguirlo trabajando. Antes de eso me ordenó que me masturbara frente a ella para que aprendiera cómo se corrían los hombres «Vas a mirar cómo se corre Manolo. Si te sorprendo volteando para otro lado en el momento justo en que se corre, te juro que te retendré contra tu voluntad por mucho tiempo y te haré ver lo mismo tantas veces, hasta que te hayas acostumbrado», le dijo Vanette. Yo me sentí con la obligación, bueno, moral, de ampliar un poco la advertencia, sugiriendo que si mientras me corría hacía gestos de asco, también la castigara. Sería de muy mal gusto, de muy mala educación, que al yo correrme ella hiciera gestos desaprobatorios. Y es que hay gestos que matan los entusiasmos, la verdad. Yo comento que las niñas bien educadas no hacen gestos de desagrado si uno se corre en su rostro de manera copiosa. Más bien se espera de ellas una linda sonrisa ante tal entrega. Vanette estuvo totalmente de acuerdo, así que extendió el alcance de su amenaza.

Yo comencé a masturbarme enfrente de Margo para que me viera, mientras, Vanette comenzó a lamerle el coño con maestría. Repasaba con su lengua los labios inferiores y luego se iba sobre el clítoris, con movimientos de lengua rápidos y precisos, hasta que Margo tuvo otro orgasmo, y luego otro. Al darme cuenta de que otro orgasmo más era inevitable, me asaltó la idea de correrme simultáneamente con ella; sin duda sería muy romántico que viera por primera vez en su vida el semen derramándose de su fuente, al mismo tiempo que se estremece por dentro. Era momento de ponerme muy barroco.

Le pedí que mirara y comencé a correrme, primero en su barbilla y luego sobre sus grandes tetas. Le llené de semen una buena parte del pecho, pero al final dejé un poco, porque sabía Vanette me lo exigiría. Siempre lo hacía. La sorpresa de la noche fue que Margo, al sentir el semen caliente sobre su cara y sus pechos, comenzó a correrse en la boca de Vanette, que seguía trabajando la zona baja ya con más discreción. El flujo no fue tan abundante como el de Vanette, que era una experta en el arte de correrse, pero sí era la primera corrida de su vida. Duramos diez segundos en esa sinfonía de fluidos.

Vanette hizo que me volteara, exigiéndome lo que sabía suyo. Tomó mi verga y la apretó despacio, como ordeñándome, hasta que las últimas gotas de semen que me habían quedado en la verga aparecieron finalmente. Sólo entonces me besó la punta, se tragó lo que le había guardado y me miró con amor. «Merci», me dijo.

«Esto es demasiado», dijo Margo. «Para nada», dijo Vanette, «es sólo el inherente principio de tus urgencias recluidas, dándose a la fuga.»




Siguiente entrega: (15/19) Vanette la exige por detrás.

Apoya al Reverendo Manolo:

Comenta esta entrada.

Coloca en tu nick de MSN: ReverendoManolo.blogspot.com

Ingresa a http://www.reverendomanolo.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario