martes, 22 de diciembre de 2009

(8/15) Sorpresa al verme

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 8.






Si quieres leer un episodio completo de prueba, haz clic para leer "Apoyando sentimentalmente a Glenda"





10





DesiSmall[3] Cuando llego a su casa ella me abre. Se me queda mirando fijamente en el marco de la puerta. Se da cuenta que he cambiado, que me veo más maduro y más seguro de mí mismo. Nunca he sido guapo, pero la edad le hace a uno poder lucir su falta de gracia con mayor dignidad y honestidad. Sigo sin ser guapo pero al menos me veo interesante. Atractivo, dicen todas, y yo les creo más que a mi propio espejo.

Me recibe con un gran beso en la boca.

Ese gesto nunca les gustó ni a sus novios ni a mis novias, pero bueno, han pasado unas diez personas inconformes y sin embargo nosotros seguimos manteniendo el contacto de nuestros labios, mientras que los otros ya han pasado a la historia. En sus labios siempre encuentro un beso sin estrenar, y así quiero que siga.

«Hola cómo estás Desi», la saludo. «Manolito», me responde. Sólo a ella le permito que me llame en diminutivo.

Le digo que se ve encantadora. Ella me sonríe, agradeciéndome el cumplido. Sabe que a ella nunca le miento en eso. Su sonrisa siempre me borraba los rencores, y eso que tenía motivos fundados para sentirlos.

Ella me sigue mirando. Tenía más de tres años que no me veía en persona y ahora me disfruta un poco. Aunque nunca me lo dijo siempre fui su máximo. Sus amigos me dijeron alguna vez que siempre hablaba de mí, que me ponía como ejemplo para todo, que nunca olvidaba mi cumpleaños, que repetía mis frases y me rodeaba de virtudes, lo que siempre implica justificar mis defectos. Siempre que decía ‘tengo un amigo que…’, ese era yo, haciendo o diciendo algo. Yo nunca les creí, más por falta de amor propio que otra cosa.

«Te ves muy bien Manolo. Muy bien. En cambio yo, mírame toda una vieja fea. Por eso ya nadie me quiere», dijo riéndose. Yo me reí con ella.

Ella viste un pantalón de mezclilla azul de Rock & Republic y una blusa blanca de algodón de Craig Taylor, pegadita al cuerpo, con botones al frente. En esa blusa sus tetas se ven espectaculares y fabulosas. Siempre esperas que un botón te haga el favor de desabrocharse por su propia voluntad y que te deje ver un poco más. Trae el cabello suelto, peinado de lado, sujeto con un broche de mariposa. Aunque su pantalón es casual usa unos zapatos de tacón alto de Jimmy Choo, hechos de tiritas finas y coquetas. Sus pies se ven tan bonitos que causan un efecto de mucha clase, levantando todo el outfit. Queda claro que ella se arregló para mí, aunque trata de aparentar que está relajada y despreocupada de ánimo.

Dice que está así vestida porque está cocinándome algo. Como la cocina francesa es lo suyo, el menú será canard au sang acompañado con vino tinto Cabardès en Languedoc, porque ella sabe que me gusta tanto el pato como los vinos de Languedoc – Roussillon. Como postre, opta por el soufflé de chocolate. Cierra el círculo completando el ambiente con música de Garou, que suena en el ambiente aunque no vea dónde está el aparato que la produce.

Me pide que valore lo que me pasa como un privilegio casi extinto sobre la tierra, pues ya no cocina para nadie. Ciertamente no tiene los talentos Taillevent, me advierte, pero seguro que quedaré encantado.

Yo no hago comentarios al respecto, aunque pienso en aquellos talentos que sí tiene.

Me agradece que, por una vez en muchos años, tuviera la inteligencia suficiente para tomar una buena decisión. «No sé qué le ves a esa zorra francesa que te pervierte, pudiendo venir aquí conmigo y disfrutar de mi hospitalidad quebequense. Eres un tonto que no sabe apreciar lo que es un buen corte de carne», dice, palmeándose las caderas.

«Bueno. Generalmente ese buen corte de carne viene con guarnición. En cada cita te me aparecías con un tipo al lado que resultaba ser tu novio en turno, y ya sabes cómo acaba eso siempre. En cambio tú nunca has querido conocer un poco más a Vanette. Es excelente persona y creo que ustedes dos podrían….», comienzo a decir, pero ella me hace callar. Noto en su mirada el odio que sólo los celos de una mujer contra otra puede producir. «¿Qué? ¿Ser buenas amigas? No menciones su nombre en esta casa por favor. No se te ocurra hablarme bonito de ella Manolito. Ya quisiera esa zorra nalgas prontas ser lo exitosa que soy yo.» Me quedo hecho un tonto, amigo del incómodo silencio repentino; como nunca niego la cruz de mi parroquia me siento obligado a decir algo a favor de Vanette: «Exitosa no será, pero excitante...», y no acabo la frase porque una mirada asesina me hace detener mis argumentos.

¿Acaso son celos de Vanette? Su arrogancia me molesta pero la perdono sólo por ser Desi.

Más me molesta mi molestia, porque significa que siento algo por Vanette, muy en el fondo. Si se enterara que he profanado la casa de Desi con su nombre y que he tratado de defenderla frente su archienemiga, se correría en ese instante.










Siguiente entrega: (9/15) La depresión toca a la puerta.

Apoya al Reverendo Manolo:

Comenta esta entrada.

Coloca en tu nick de MSN: ReverendoManolo.blogspot.com

Ingresa a http://www.reverendomanolo.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario