miércoles, 9 de diciembre de 2009

(2/15) Obsesivas de la infidelidad

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 2.





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DesiSmall[1]Con Marcus el asunto es sugerirle cómo se mate, o de plano darle ánimos para que no lo haga. El pobre está muy deprimido por lo de su reciente divorcio, así que considero que un poco de diversión no le caería mal. 
Creo que un tipo que descubre que su esposa lo engaña desde hace tiempo con otra persona no tiene muchos argumentos para estar con la sonrisa brillándole en el rostro. Pero si además esa otra persona también es mujer, bueno, pues la cosa se pone psicológicamente más divertida.

Mi mente retorcida piensa que vivir con dos lesbianas no sería tan malo, si comparten un poco de su cuerpo conmigo, claro. Eso es algo que tengo bastante pensado: si la mujer que amo siente amor por otra mujer además de por mí, no me dan celos en lo absoluto, siempre y cuando me ame y me deje  amarle el cuerpo a plenitud. Pero Marcus no es yo, así que sufre lo indecible. La pérdida de la pareja es dura, pero más dura es la incertidumbre, la terrible duda de saber si uno fue el culpable del abandono dada la baja capacidad de complacer al sexo opuesto.

Yo le digo que simplemente a algunas mujeres prefieren lo cóncavo que lo convexo. Para comprobarlo lo pondré en manos de las gemelas, que se pintan solas con eso del entusiasta gusto y predilección incuestionable por la verga. Con ello aprenderá que no fue su culpa que lo hayan abandonado y podrá reafirmar que su verga no es tan inútil como le han hecho creer. Ya si me dicen las gemelas que Marcus es un fiasco en la cama, pues entonces sí le propondré un plan para que se mate de forma espectacular, de preferencia llevándose a muchos de encuentro, para que su muerte llegue a todos los lugares del mundo donde se lea el periódico o se vea televisión o se disponga de Internet.

Le digo que si su esposa lo dejó por otra mujer no es para tanto: pasa hasta en las mejores familias. Incluso me ha tocado ver lo opuesto, es decir, cuando la mujer es burlada de la peor manera, descubriendo a su maridito llevándole rosas rojas a un bigotón.


3

Creo que las mujeres son unas obsesivas de la infidelidad, quizá porque saben que el hombre puede ser físicamente monógamo, aunque mentalmente sea un polígamo de primera. ¿Cómo lo saben? Fácil. Ellas son iguales, sólo que más discretas y cautelosas. El hombre engaña más. La mujer engaña mejor.

Cuando sospechan que el esposo les es infiel lo primero que desean verificar es si ‘la otra’ es más guapa que ellas, como si eso hiciera diferencia.  Si es más bella quieren desfigurarle el rostro con ácido, prestarle un espejo para que se mire, y luego quieren matarla; si es más fea, se mofan de ella y de todas maneras la quieren matar.  Lo que deberían de entender de una buena vez es que esa lógica es irrelevante, pues los hombres somos unos bastardos que arriesgamos el cielo inmenso por una cucharadita de infierno; a veces estamos satisfechos y sin embargo somos infieles con una persona que ni nos gusta ni nos interesa ni vale la pena, y sólo por el placer de meterla donde no se debe.

Sin embargo, una promiscuidad tan sin sentido no es el peor de los escenarios. El problema es mucho peor cuando la otra es otro. Imagina que a una mujer que se jacta de ser bella y fogosa, pues resulta que el esposo la deja por irse con un tipo musculoso que tú creías que era su compadre. Me ha tocado verlo varias veces. Las pobres no tienen otro remedio que dedicarse a hacerlo con quien se deje, siempre preguntando si lo han hecho bien o pidiendo perdón por lo mal que lo han hecho. Otras incluso se dedicarán a robarle el marido a sus mejores amigas, sólo para reafirmarse como mujeres deseables. No hay duda: la fogata de la promiscuidad encuentra su mejor leña en la inseguridad de sentirse deseable. Nada como el conocimiento de las aficiones y la voluntad de satisfacerlas, si se quieren fortalecer las relaciones entre dos.

La naturaleza es sabia y nos brinda una razón más para hacer que los esposos sean dadores alegres y cuidadosos de los detalles, y que las esposas entiendan que no deben poner objeciones cuando el marido quiere darles por el culo, pienso yo. Digo, es que en tiempos de apetito de algo en específico uno nunca sabe dónde acabarán los sueños del corazón de ellas, ni dónde ese trozo de cuerpo con el que los hombres pensamos y nos enamoramos.







Siguiente entrega: (3/15) Brujas voluntarias.

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