viernes, 25 de diciembre de 2009

(10/15) Amor de cambios de temporada

Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 10.



Si quieres leer un episodio completo de prueba, haz clic para leer "Apoyando sentimentalmente a Glenda"



12


DesiSmall[3] Aunque Desi es un bombón ella siente que no es la que era antes. Le digo que no importa lo que uno es, la forma en que uno se ve, sino la forma en cómo uno se siente.

Ella me invita a acordarme cómo era cuando llegábamos a cualquier lugar, hacia diez años. Las voces se callaban y las miradas eran todas suyas. Y en aquél entonces las de treinta de aquella época la envidiaban a rabiar. El mundo entero cabía en las comisuras de su sonrisa. Pero los años han pasado inclementes, al igual que nosotros. Me dice que se cansa con mucha facilidad y de repente llora viendo un comercial de detergente en la televisión, sin saber por qué.

«Me compro todas las cremas que me ayudan a no tener arrugas, pero no hay crema que se le pueda untar al corazón. Voy al gimnasio y sólo consigo sentirme más mal. En lugar de ver cómo adelgazo me la paso viendo a otras con un cuerpo que no tengo. Si sigo con la dieta que estoy llevando pronto voy a comenzar a relinchar. Me siento como un salmón, nadando contra corriente, mientras el río de mis oportunidades se va quedando sin agua», se queja. «Las arrugas son las cicatrices de la vida, ¿para qué quitarlas?», le digo. «Preocúpate de verte bien respecto a las de tu edad. Piensa si esas jovencitas hubieran podido competir contigo cuando tú tenías su edad, y te darás cuenta que tú estuviste mucho mejor. Piensa en si ellas se van a ver igual de bien que tú cuando tengan tu edad, y te darás cuenta que probablemente no se mantengan como tú. Si alguna te mira como si fueras una vieja, hazle saber que la incógnita no es si tú te viste tan bien como ella, sino si ella estará viva y logrará verse tan bien como tú ahora.»

«Tienes razón, pero no me reconfortas. Me siento sola y triste.» «Sabes que cuentas conmigo», le digo. Me mira como si le estuviera mintiendo descaradamente. «Estoy tan rodeada de gente a la que no le importo que me siento sola. Me siento a la deriva en un mar inmenso, en una barca sin velas ni timón. Cuando siento que la barca comienza a girar de forma extraña me doy cuenta que no estoy en un mar, sino que la barca está dentro de un inmenso retrete al cual Dios ha decidido bajarle para que nos vayamos los indeseables de su reino. Es más, siento que ya no le importo a los incuestionables de mi vida. Si supieras lo que me duele que alguien con el que pensé contar toda la vida me deje plantada a cambio de recibir de una francesa un tratamiento que seguramente incluye unas lamidas de pene y otras antinaturalidades, sabrías lo que te quiero decir. No me vengas ahora con esa falsa disponibilidad Manolo. Prefiero tu honestidad hiriente que tus mentiras reconfortantes. Pienso que nunca te importé de verdad. Pienso que la sinceridad de tu amor es oropel.»

«Pues resulta que lo que dices es tan ridículo que debiera ser divertido, aunque no lo es, porque si lo fuera me estaría riendo. Siempre fuiste para mí una paradoja», le explico. «Era siempre esa necesidad de tu persona lo que me movía, y ahora me dices que nunca me has importado. Tú qué sabes de mis necesidades de ti, de lo que era necesitar de causas y de efectos, y que todo ello tuviera algo que ver contigo. Las inquietudes más profundas de mi vida, mis abismos más profundos, siempre estaban construidos con ladrillos que tenían el color blanco de tu piel. Lo paradójico era que con dichos ladrillos construía la casa, el hogar que me protegía de todo dolor. Siempre fuiste el antídoto del mismo veneno que constituías. Eras el agua al mismo tiempo que eras sed. Despertaba y eras mi urgencia, y sólo hasta que te veía te transformabas en saciedad. ¡Qué diablos! Me oscurecías todos los presagios haciéndolos imposibles de ver bajo las nubes de tus dudas, y luego, sin mediar explicación alguna, derramabas tu luz sobre mis ansias, me aclarabas la existencia y pasabas a ser el extremo de todos mis arcoíris. Me dejabas lleno de pasión ardiente con tus caricias para luego darme la buena nueva de que estrenabas novio y que pasabas a regalarle a otro tu cuerpo.

»Sólo se odia con pasión lo que alguna vez se amó, y cuando más te odiaba llegabas a mi vida nuevamente, para ser la entrega ilimitada, la transformación más carnal del pudor. Regresabas siendo el cuerpo complaciente que siempre quise tener, delicioso de tan escaso. Regresabas pero nunca eras la misma que se iba, olías a otro cuerpo, a otro sexo; tenían aún tus piernas las marcas de otros dedos, de otras mordidas propietarias aún frescas, tu cuello ostentaba con orgullo los tatuajes de otros labios, todavía ¡cómo te odiaba, y sin poder matarte! Te pedía explicaciones a sabiendas que no hay nada más inútil en el mundo. Tú me explicabas todo con silencios, asumiendo que entendía; yo sólo me quedaba siendo un mar de conclusiones erróneas, y no obstante siempre estiraba la mano para ayudar, aunque tú entendieras que pedía limosna; en tus manos cargabas siempre un corazón con heridas que yo tenía que lamer para sanar. Siempre fui tu amor de cambios de temporada. Eras el sueño más insistente de mis desvelos e insomnios, eras la sonrisa de mi rostro, mi alegría más incuestionable. Eras la lluvia que enfriaba mis calenturas más desérticas, eras mi amor más autosustentable, la represa de mis delirios y el resumen de mi vida. Pero te ibas en el momento preciso. Pues bueno. Ahora la devoción que se concentraba en ti está regada en varias personas y no hay manera de componerlo porque ya no me importa tu felicidad más que la mía. No creo que te quede el acusarme de falta de interés y de abandono. Acúsame de haber sobrevivido a los vaivenes de tu incertidumbre emocional y de tus cariños con destinatario equivocado.»

«¿Tan mal la pasabas conmigo?», me pregunta.

«Por supuesto que no. Simplemente me encabrona que me digas que no cuentas conmigo y que mi amor fue de mentira», le contesto, «has de saber que sólo que me molestaba cuando me utilizabas. Revivías con mis besos tu autoestima perdida. Yo me prometí una y otra vez no caer de nuevo, pero bastaba un segundo de tu encanto para bajarme la guardia, otro segundo para que comenzara a amarte, y otro más para estar dispuesto a dar la vida por ti. Es más, habría navegado eternamente por los ríos del infierno si me lo hubieras pedido. Mis promesas de olvidarte siempre eran como fuegos fatuos; todo el día, todos los días, recordaba que te había olvidado. Terminaba por abrir siempre de nuevo la puerta de mi ya muy conocida perdición. Me buscabas cuando te dejaban, y lo sabes bien. Seducir a alguien por despecho a otra persona es un acto diabólico que le disuelve el alma a quien es utilizado, así que no te sorprenda mi poca benevolencia. Jugaste tanto con las ansias de mis labios que ahora ya no hay espacio en ellos para que pongas los besos que te sobran.»

«¿Por qué eres así conmigo? Sólo te rompí dos o tres veces el corazón, y el tuyo tiene alma de gato. Encontrabas consuelo demasiado rápido en otros cuerpos, así que no te quejes», me dice, como si yo fuera el culpable de lo que me pasó con ella. «No te engañes llamando enfermedad al síntoma. Si me consolaba con otras demasiado rápido era porque era más fácil no pensar en ti con alguien en mi cama. No me quejo de mi suerte, simplemente hago notar que si me quebraste el corazón varias veces, pues varias veces tuve que pegarlo. No te sorprendas ahora que al pegarlo no haya quedado hermético. Mataste mi fidelidad posible. Por las fisuras se estará filtrando amor todo el tiempo, no puedo mantener mis ojos en una sola persona, con todos los problemas que eso me ocasiona. Gracias por hacer eso de mí.»

«Que sabio aquel al que se le ocurrió representar al amor como un corazón rojo traspasado por una flecha», le sigo diciendo. «Así me sentía cada que ibas y venías. Traspasado por un filo inclemente. A mil santos les recé para no volverte a ver, pero sólo el diablo me escuchaba.» «Me lo dices así, como si de nada se tratara, como si tu presencia en mi rostro no fuera tan de evidente Manolo. ¿No te decía nada que siempre regresara a tus brazos?» «Pues sí me decía algo: que era yo el personaje principal de un capricho recurrente de tu corazón.»

«Creo que uno de los dos se siente mejor ahora», me dice, al mismo tiempo que se le ensombrece el rostro.

Nos regalamos un breve pero muy incómodo silencio.





Siguiente entrega: (11/15) El secreto de la eterna juventud.

Apoya al Reverendo Manolo:

Comenta esta entrada.

Coloca en tu nick de MSN: ReverendoManolo.blogspot.com

Ingresa a http://www.reverendomanolo.com

3 comentarios:

  1. atrasada, no habia tenido tiempo de entrar, pero aqi estoy.. y me doy cuenta de que ya no estas publicando, si es asi deberias terminar de publicar este episodio aunque sea para no quedarme a medias.

    ResponderEliminar
  2. MANOLO ESPERANDO Y ESTES BIEN..

    AQUI CHECANDO ALGO TARDE EL BLOG Y COMO DICE EL COMENTARIO ANTERIOR, NOS FALTAN TUS PALABRAS, EN LO PERSONAL ESTOY ANSIOSO DE LEER MAS EPISODIOS, ME IDENTIFICO MUCHO CON EL ESTILO DE VIDA QUE LLEVAS, EN FIN ESPEREMOS Y DES SEÑALES DE VIDA PRONTO, YA QUE DE LO CONTRARIO TE DARE POR MUERTO Y TE FELICITARE POR HACER DE TU VIDA ALGO PLENO HASTA EL PUNTO EN QUE TE SENTISTE A GUSTO CON ESTA, DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS. E IMAGINO QUE TODAS TUS CHIKAS LLORARAN TU MUERTE..

    MANOLO CIENFUEGOS Q.E.P.D.

    P.D. O ME EQUIVOCO?

    ResponderEliminar
  3. Siento mucho no haber escrito... andaba viajando en una nube de la que finalmente me caí de horrible forma. Vanette, quién más, la culpable.

    La buena noticia es que comenzaré a publicar esta semana los capitulos completos de la temporada i en www.reverendomanolo.com, comenzando por este, que quedó a medias.

    No andaba muerto, andaba de parranda, tratando de encontrar mi buena suerte ya se imaginaran ustedes dónde, claro.

    ResponderEliminar