Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 6.
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8
El día de hoy Desi me ha llamado a mi casa y me ha dicho que estará en la ciudad unos días y que necesita verme con urgencia. Me ha dicho que no me va a perdonar si la dejo plantada por esa zorra francesa que me pervierte. Dice la palabra ‘zorra’ en un tono de lo más despectivo, con sentimiento y conocimiento de causa.
Obviamente se refiere a Vanette. Creo que la ausencia de cariño que sienten entre ellas es tan profundo como mutuo. Se odian tanto que me gustaría, algún día, hacer que convivan entre sí hasta que se maten. Con sus actitudes sólo me confirman una cosa que he aprendido bien: las mujeres son misóginas por naturaleza.
Vanette la odia con un odio tan absoluto que a veces pienso que me ama secretamente, aunque me haga saber cada que puede que no quiere nada serio conmigo. Le encabrona la total devoción y atención que le dedico a Desi sin que ella tenga que hacer nada por obtenerla. Creo que trata de borrármela de la mente a base de tanto cogerme. Cuando digo que he quedado de verme con ella es como si presionara un botón que activa su mente y le moja el coño. La hace idear cosas tan sugerentes que es casi imposible rechazarla. No hay nada más aburrido que una persona que no sabe inventar tentaciones, y ese respecto, Vanette sabe su oficio.
No es lo mismo que una vieja gritona te diga que no vayas con tal o cual persona porque de lo contrario ella liberará los cuatro jinetes del Apocalipsis en tu cielo particular, a que una modelo de lencería te saque la verga del pantalón y se la meta a la boca, para luego rogarte en francés que por favor se la metas por donde más te guste y que te corras donde más te plazca, y que luego, como seguramente te has estresado mucho con la sesión de sexo extremo, te invite con un susurro al oído a que te dejes bañar con agua caliente para que te relajes y disfrutes, pues lo único que tienes que hacer es abandonarte y dejar que la temperatura del agua, la dulzura de los aceites aromáticos, un par de manos muy traviesas y el olor a coño cercano te tranquilicen el alma, mientras que tu cuerpo también se tranquiliza. No es lo mismo una perorata prohibitiva y sin sentido, llena de amenazas que dicen lo que te pasará si te ves con otra persona, a renunciar a la sensación de sentir pasar por tu cuerpo una esponja enjabonada que lo talla todo con delicadeza, especialmente tus genitales, en donde se mantendrá una mano con espuma que no dejará de acariciarte hasta que te corras otra vez. No cabe duda: el ser humano es más sensible a sus intereses que a sus principios.
Generalmente Vanette tiene éxito con sus persuasiones. Dejo a Desi plantada por estar con ella. Vanette se corre como loca esos días. Podría jurar que la mitad de sus orgasmos tienen que ver con la sensación de haber ganado una batalla de preferencias con una mujer que forma parte de mi historia. Me ha pedido que la olvide, pero es inútil. Sería tanto como pedirme que olvide mi pasado y todas las cosas que hacen de mí la persona que soy en el presente.
Las aguas del recuerdo en mi caso son profundas y turbulentas, dado que mi vida siempre ha sido río, nunca estanque. Sé que a Vanette le molesta mi pasado, aunque no pone objeción en que utilice con ella la experiencia que me han dado otras. Lo malo de involucrarse sentimentalmente con gente interesante como yo es que tienes que soportar el inventario de recuerdos de aquello que precisamente provoca que seas tan especial. Es todo una paradoja.
Lo mío con Desi es de esos amores de maldición de cuento, que son profundos y arraigados, pero del tipo en que los amantes están predestinados a no quedarse juntos nunca.
Desi me decía que Vanette era una zorra conmigo. Que deseaba quitarme los amigos, las aficiones, los recuerdos, todo. En parte tiene razón, pero bueno, Vanette es una cogida que no puedo dejar ir por el momento. Además es un sexo muy cómodo, pues no le hago mucho caso ni ella a mí, ¿qué tiene de malo entonces que vaya borrando de mi mente y de mi vida a otras mujeres, si lo hace a punta de orgasmos deliciosos?
Tan no la tomo en serio que el día de hoy la había citado para comer en un restaurante antes del programa que teníamos planeado por la tarde, y le he cancelado sin remordimiento. No acudiré porque mi rumbo es hacia la casa que Desi tiene en la ciudad.
Obviamente, Vanette me pregunta por qué le he cancelado. Aunque puedo evitarme discusiones y no decirle a Vanette la verdad respecto a dónde voy, y sobre todo, con quién voy, finalmente termino diciéndole que voy con Desi para que se enoje. Ella la maldice y la llama inútil zorra llorona miserable y roba vergas. Me dice que ya la trascienda y que la olvide. Comienza a decirme lo mucho que me hará gozar si no voy con Desi y me veo con ella. Dice que me la chupará en el restaurant en donde nos hemos quedado de ver, enfrente de toda la gente, y que se tragará mi corrida sin perder gota alguna. Habla de irnos a mi casa, habla de látigos, bates de béisbol, besos largos, húmedos, negros, caricias que sabe que conmigo no fallan, y de pronto habla como estoy seguro que hablaría una gatita caliente, suponiendo que las gatitas hablaran y lo hicieran en francés. Le cuelgo y apago el teléfono antes de que me vuelva a llamar y me convenza de írmela a coger de mil maneras.
Me compro un problema que me hubiera ahorrado con una mentira. No le miento por una simple razón: si hay mentiras no hay intimidad, como dice Anaïs Nin. Además, la intimidad se mide en complicidades, y hay complicidades que duelen.
Siguiente entrega: (7/15) Mente prodigiosa en lindo empaque.
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