Temporada 1 – Episodio 5 – Entrega 4.
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Desi, como le digo de cariño, es una de mis amigas más antiguas. Desde hace como doce años que la conozco. Compartimos algunos episodios trascendentales en nuestras vidas, de ahí nuestro profundo arraigo en la vida del otro. Momentos buenos y malos.
Estuve con ella cuando murieron sus padres en un accidente. Estuve a su lado cuando la operaron de una enfermedad rara que le causaba pequeñas hemorragias internas sin saber por qué. Era yo el que la acompañó y estuvo a su lado cuando se recuperaba, y era mi sangre la que le salvó la vida cuando más sangre perdía. Era yo el que estuvo en segundo plano cuando se graduó en su carrera profesional y el novio en turno le prohibió que se tomara una foto conmigo. Lo mismo ocurrió al graduarse en sus estudios de especialidad, aunque quien me puso en la congeladora fue un novio distinto. Era yo quien la apoyó y creyó en ella cuando nadie creía en sus proyectos de investigación de hotelería sustentable, y era yo quien más aplaudió cuando le dieron el premio Internacional de Investigación Hotelera de la Comunidad Económica Europea. Nunca nadie había brillado más en el mundo que ella en esa ocasión. De entre los cientos de asistentes a la premiación sólo buscó un par de ojos entre la muchedumbre, ojos que al reunirse con los suyos amenazaran con hacer desbordar unas cuantas lágrimas de felicidad, diciendo ‘lo logramos’. Era yo el que estuvo con ella cuando perdió a su hermano a causa del cáncer y se quedó sin familia a quién querer. Yo, el ángel de la guarda que veló sus sueños cuando perdió el hijo de un novio que quiso mucho y que la dejó al enterarse de su embarazo; yo, quien cuidaba el vientre que guardaba lo que no era mío, ese mismo vientre que no resistió el abandono del privilegiado a ser el padre del primero; finalmente yo quien la sostuvo medio muerta en el baño donde en medio de sangre vio a su primogénito irse por el retrete. Era yo el que la vio queriéndose tomar un frasco de pastillas porque ya no había razón para vivir; yo, quien le quitó la mitad de las pastillas a la fuerza y quién le dijo que si ella se mataba yo me iba con ella. Finalmente fui yo quien se tragó la mitad de pastillas para convencerla de que iba en serio la solidaridad. Fui yo quien vomitando llamó a los servicios médicos y quien salió junto a ella en el periódico como la nota ridícula del día, en donde nos calificaron como ‘Romeo y Julieta de La Condesa’. Todavía pago con burlas mi solidaridad. Cuando estoy con mis amigos y ya se acabaron los temas nuevos por platicar, siempre surge ese episodio como eficiente mata-tedio garantizado.
Estuve con ella, amándola a cada instante, viviendo sus triunfos y sus éxitos. Y más la amaba aún cuando me tocaba sufrir con ella intensamente los momentos malos y amargos de la vida.
Según mi teoría, cuando sufres con alguien el sufrimiento se divide y la carga es menos. Sólo en los momentos malos sabes quién te quiere de verdad.
Siguiente entrega: (5/15) No eres tú, soy yo.
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