Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 16.
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Sucedió como estaba planeado. Margo me untó betún en la verga y comenzó a chuparla con su larga lengua. Aún y cuando es muy gorda, casi podía rodearla. Pudo envolver bastante bien los testículos, los sostenía sobre su lengua como si los estuviera pesando en una balanza para ver cuál de los dos pesaba más. Al final, verdaderamente disfrutó lamer la punta como si fuera un delicioso helado. Y un helado de buena calidad, al parecer, ya que duró bastante tiempo ahí. Como buena principiante en el arte del chupar, cerraba los ojos, cosa que Vanette aprovechó para seguir filmándola con su móvil sin que se diera cuenta. Al mismo tiempo que filmaba, Vanette se aflojaba el culo con lubricante de los denominados gruesos, más espesos y duraderos que los normales, pues el sexo anal así lo requiere. Estaba acomodada de tal manera que yo pudiera ver cómo se metía los dedos en el ano, porque sabe que no hay espectáculo que me caliente más que una mujer profanándose el sanctum sanctórum con sus delicados dedos. Cuando menos lo pensaba, ya entraban tres dedos con bastante libertad por su ano.
Cuando mi verga estaba tan dura que se podrían haber quebrado nueces golpeándolas con ella, me recosté en el sillón, de acuerdo a las instrucciones. Vanette se colocó sobre mí, pero no se metió la verga en el culo. Ese era trabajo de Margo, misma que tomó la verga, y en un acto de simple sentido común, estiró el cuero que cubría el glande y le escupió en la punta. Luego se acercó al culo de Vanette y lo lamió bastante, hasta que quedara lleno de su saliva. Después, con delicadeza femenina, guió la verga hacia el culo. Pudo ver, pulgada a pulgada, cómo entraba, cómo se perdía de vista. Yo no me movía, dado que en esa posición el control estaba totalmente en Vanette. Ella decidía qué tanto y qué tan rápido se la comía. Esa es una regla del sexo anal: quien recibe es quien controla. La regla siempre es así porque es quien puede salir lastimado si no se tiene precaución. Esa es la posición más cómoda, dado que la persona que recibe tiene el control de la situación. Sabe cuánto puede meterla y sabe cuándo parar si acaso le duele. Con extrema cautela y paciencia mi verga acabó dentro sin problemas. «Met le la», me dijo, y yo me sentí autorizado a metérsela y sacársela a discreción, pero despacito, para que sintiera el recorrer de mi miembro ir y venir en las paredes del recto, que es donde están las terminales nerviosas de la zona.
En ese momento Vanette tomó a Margo por la cabeza y la llevó a su coño. Ella comenzó a lamerle con entusiasmo y dedicación. Vanette no esperaba una buena chupada de coño, y de hecho, se notaba la inexperiencia de Margo. No importaba. Eso se veía recompensado con el hecho de saber que el sabor y el olor de su coño sería una referencia obligada para Margo por el resto de su vida, dado el carácter prístino de la experiencia. ¿Tendría más experiencias como esa? No lo sé. Lo único que creo es que si vuelve a experimentarlo, seguro comparará con lo que hoy está viviendo. «¿Es más jugoso que el de Vanette, más salado, más grande? ¿Huele como el de Vanette? ¿Transmite más emociones que el de Vanette?» Vanette siempre estaría ahí, como referencia en todos los coños que probara y oliera en su vida.
Margo se daba cuenta que su lengua estaba resultando una herramienta bastante efectiva en aquello de hacer gemir de placer a otros. Mientras lamía cerraba los ojos, cosa que Vanette aprovechaba para seguirla filmando de manera furtiva. Después de unos momentos escuché a Vanette que gritaba «Donnez moi plus, S´il te plaît... Encore... Ahhh… ahhhh…», y comenzó a correrse. Agarró la cabeza a Margo para que no se retirara. No era necesario. Ahora era Margo quien parecía querer quedarse a vivir en ese rinconcito cálido y acogedor. En lugar de retirarse aprovechó para meter su larga lengua lo más profundo que podía; sabores nuevos, inanimados, delicados y extraños, droga natural siempre tan a la mano, secuestrándole las animales controversias de sus sentidos, tantas veces reclamadas y acalladas, sepultadas por las letras del deber, aunque inmortales desde siempre, ahora y de pronto, pintándole de pecados la lengua. Su búsqueda de más licor obtuvo de premio un nuevo gemido de Vanette, además de un chorro de los fluidos que lanzaba explosivamente cuando se corría con furia. ¿Margo se quitó? Para nada. Hurgaba con su lengua todavía, como pidiendo más. Probablemente obligaría a su mente a convencerse que todo lo que estaba pasándole era un sueño, así que estaba dispuesta a soñar lo más que pudiera mientras tanto.
Siguiente entrega: (17/19) Preparación para la primera vez.
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