miércoles, 25 de noviembre de 2009

(11/19) Saber tocar

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 11.





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17

 

Trabajar con las manos a una mujer no es cuestión de llegar a lo más profundo, sino saber dónde tocar. En mi mente ya tenía un plano cartográfico del las zonas de placer de Vanette, que sería imposible tener sin su infinita paciencia y entusiasta cooperación. En orden de sensibilidad y terminaciones nerviosas estaba el clítoris, luego el punto G, luego los labios menores de la vagina, después las paredes del ano, luego los labios mayores de la vagina y finalmente los pezones. La mala noticia para los pezones es que estaban en un lugar muy distante a los otros cuatro, lo que garantizaba más exclusividad pero menos atención para ellos en ese momento.

Insisto en mi decisión de ir sobre el punto G de Vanette, pero le ordeno que encuentre la forma de pegar sus pezones con los de Margo, con la finalidad de no descuidar a los vecinos del norte. Obedeciendo, se toma los pechos como si fuera a darle de comer a alguien con ellos. Le indica a Margo que haga lo mismo; ella se niega, pero una bofetada la hace reconsiderar su posición, así que termina haciéndolo. Sólo entonces fue posible pegar sus pezones con los de Margo y comenzar a deslizarlos en movimientos circulares, hasta que los cuatro estaban bastante hinchados y brillantes. Mientras lo hace mira a los ojos a su víctima y se alimenta de su rostro, que dibuja un placentero desconcierto.

Coloco mi mano en el coño de Vanette, como viéndome la palma. Introduzco de dos a tres pulgadas los dedos índice y medio; acaricio suavemente la pared frontal de la vagina, memorizándola digitalmente. Imagino que busco un frijolito de oro que se me ha perdido; cuando lo encuentre me entrarán tantas ansias por estimularlo que parecerá que lo quisiera deshacer usando una presión firme, movimientos rápidos y mucha fricción. En esa posición el pulgar queda prácticamente sobre el clítoris, así que aprovecho también para estimularlo. Levanto muy poco la cadera de Vanette con el fin de que la parte franca de la mano y parte de la muñeca toquen, como sin querer realmente hacerlo, el clítoris de Margo. El cuadro es perfecto. Vanette sabe que la tengo atrapada emocional y físicamente porque he encontrado sus puntos débiles. Me gustaría meterle algo por el recto, digo, para que el tratamiento fuera integral. Me lamento de no haberle metido ese algo antes de iniciar con todo esto. En este instante ya no puedo hacerlo sin perder el emotivo romanticismo que exuda el momento.

Extrañamente Margo es la primera que da muestras de la proximidad de un orgasmo. Siento que se está moviendo cada vez más rápido, en pequeños movimientos de cadera que provocan que cada vez más la palma de mi mano toque su sexo. De repente se detiene, respira a cien inhalaciones por minuto que hasta parece que está en labores de parto, «Oh… Oh… OOOOhhhhhsssss… No, por favor… Qué es… Qué…», dice al momento en que detiene todo movimiento y se dedica a disfrutar el orgasmo que está teniendo. El primero de su vida. «Petite morte..», le dice Vanette, sonriéndole, «...disfruta preciosa. Disfruta esa sensación de que algo explota ahí abajo, y siente cómo esa explosión se difumina por todo tu cuerpo, llenándolo de una bendición que Dios no te había querido explicar hasta hoy, en manos de estos diablos que somos Manolo y yo.»

La francesa no es de madera. Como estoy acariciándole el punto G con eficacia al mismo tiempo que le acaricio el clítoris y que escucha a Margo tener el orgasmo, ella no puede evitar tener el suyo. «Encore… Oui… Ca me fair plaisir…», dice, al mismo tiempo que tiene un orgasmo. No sólo eso ¡Comienza a correrse sobre Margo! ¡Le regala la estampa del primer squirt que ve en su vida! Le inunda el coño con su jugo, y como es tanto, Margo cree que se ha orinado sobre ella. Si tuviera más experiencia sabría que ni se ve, ni huele ni sabe a orines. De todas formas parece no importarle. A mí me cae gran parte de sus jugos en la cara, cosa que no me molesta. Al contrario, los he provocado y si por mí fuera me los tomaba todos. En eso de la eyaculación femenina ni Flower Tucci le gana a Vanette, y a mi me gusta eso. Mi rostro es un desastre, todo lleno de jugos de Vanette. Eso me hace recordar que en eso del sexo el que es asqueroso se pierde el 80% de la diversión. Lo que es yo, disfruto el sexo un 200% ¡soy un cochino sin remedio! Mi boca ha comido cosas que otras bocas ni siquiera pueden pronunciar con palabras —si es que existen las palabras para mencionarlas—; hacer marranadas con alguien siempre me hace cómplice del ser amado que me provee esos mágicos instantes.




Siguiente entrega: (12/19) Pudor inútil.

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