miércoles, 4 de noviembre de 2009

(12/20) Miranda se desnuda

Temporada 1 – Episodio 2 – Entrega 11.




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14

 

ManoloAloneMe preguntó dónde estaba el biombo para desnudarse, y le dije que no había más biombo que mi cuerpo y mi mirada. Además, ¿para qué un biombo, si mientras se desnudaba yo iría haciendo fotografías?

Iba a comenzar el proceso de quitarse la ropa y la detuve. La acerqué hacia mí, la miré fijamente a los ojos para saber si estaba dispuesta. Como lo estaba, comencé a besarla con esos besos profundos que contienen no sólo el contacto sino la intención. La besé en la boca, probé su lengua, le besé el cuello y detrás de las orejas. Tomé su pelo y lo besé. Le besé las manos con toda la reverencia que exigía su posición de reina, y sobre la ropa le besé los pechos, la cintura y el coño, para finalmente besarle los pies. ¿Se podía estar más a sus órdenes? Creo que no. Después de eso ya no habría besos, sólo miradas, aunque es un galimatías dado que las miradas adecuadas son en ocasiones besos que viajan por el aire. Una calidad distinta de caricia, sólo para conocedores.

Ella comenzó quitándose con gracia las sandalias. Le tomé una foto a sus pies, justo en el momento en que un pié seguía apoyado en el piso y el otro se levantaba en arco saliendo de la sandalia, con toda la gracia que unos órganos tan bellos como incomprendidos pueden tener.

Iba a quitarse la cadenita del tobillo, pero le dije que no lo hiciera. Era parte del cuadro. Le pedí que se las ingeniara para que la cadena quedara en un pié y la estrellita en el otro. Lo hizo y le tomé otra foto.

Se estaba quitando el pantalón de mezclilla. Cuando había corrido el cierre delantero del pantalón, le pedí que abriera lo más posible la prenda. Era una ventana de orillas de tela equidistante, por la que se podía mirar el devenir de la primavera de un vientre, era una imagen que de cierta manera olía a algo. De poco servía la tanga como escondite de su precioso vello púbico. Le tomé una foto.

Le pedí que bajara los pantalones justo debajo de las nalgas. Ella lo hizo. Quedaron sus lindas nalgas expuestas. Le pedí entonces que inclinara cuarenta y cinco grados el torso. La idea era que se viera la totalidad de las nalgas, con la tanga justo en medio. Le pedí que metiera sus manos por debajo de los arcos de la tanga, que se tocara las nalgas y que con el hueco entre las muñecas y las manos tratara de estirar los arcos hacia arriba, de tal manera que se pudieran ver sus manos y sus uñas, junto con sus preciosas nalgas sometidas a la presión de su prenda íntima. Tomé la foto.

Se desnudaba de forma lenta y hacía lo que le pedía. Causaba en mí una sensación de estar en baño maría, consumiéndome presa del calor, poco a poco hasta cocinarme del todo. Ella me miraba detenidamente, viendo cómo enfocaba las fotografías que le tomaba. Cuando separaba un poco el ojo de la lente para agradecerle por la excelente foto que me había regalado, ella no hablaba, sólo me miraba. Al mirarla con tal detenimiento te dabas cuenta que entraba en un trance extraño de satisfacción exhibicionista, y entrabas tú con ella. Te miraba con esos ojos que de pronto tenían mil años de experiencia contenida, que guardaban todo el conocimiento universal del género femenino, que se alimentaban de la mirada deseosa de un macho dispuesto a embestir, cada vez con más ansia, tan poderoso pero tan subyugado ante la contemplación del milagro del cuerpo. Miranda, tan deliciosa ya excitada, miraba tu mirada, veía hacia dónde estabas viendo y se ponía en plan provocador. Sólo entonces tu mirada se hacía tacto.

Se quitó la blusa y el pantalón, quedando en ropa interior. Le dije que se quitara el bra. Lo hizo, dejando sus formidables tetas dándole batalla al sol y a todo lo que fuera luminoso. Yo la seguía viendo con dedicación artesanal. Mi rol en ese juego era mirarla y tratar de plasmar en fotos lo que veía. No era un buen fotógrafo pero me defendía. Me concentraba en mirar el cuerpo y sus emociones, y trataba de capturarlas. El arte no estaba en la fotografía, sino en la contemplación.

La miraba desde diferentes ángulos, como indeciso respecto a la siguiente imagen. Ella miraba mis emociones y leía la creciente lujuria en mis gestos. Escudriñaba mi rostro y se alimentaba de mi indecisión. Decidí que mientras no estuviera totalmente desnuda no podría tomar nada más. La ausencia de ropa no implica la desnudez, así que le pedí que se desnudara; ella entendía perfecto mi concepto de encuerarse de verdad, así que se quitó las prendas y también los pudores. Como me sentía inmundo fotografiando un cuerpo tan desnudo estando yo tan vestido, decidí desnudarme yo también. ¡Vamos, no hay que ser maleducado con las visitas!

Como un profesional que mira un paisaje, tenía la verga inerte. Al menos en ese momento.


15

Comencé por fotografiar su rostro. Le pedí que me mirara y que dibujara en su cara esa linda risa suya. Ella lo hizo. La cámara captó la seguridad de Miranda, de sentirse bella por donde se le mirase. Difícil creer que un archivo de ceros y unos puede guardar el aire socarrón de Miranda, orgullosa de su rostro. Bendita tecnología que algún día nos permitirá almacenar suspiros.

Le pedí que me mostrara un hombro y un seno, de perfil. Escogió el hombro y el seno izquierdo. Le pedí que al mismo tiempo me mirara, pero que se dejara caer el pelo sobre el rostro, en un ademán juguetón. Como algo le faltaba a la fotografía le pedí que cruzara su mano derecha y que rodeara su pezón con los dedos índice y medio. Le pedí que se pellizcara el pezón estando así, a ver qué salía en la fotografía.

Los pezones de Miranda eran especiales, por lo exageradamente grandes y oscuros que eran; me cruzó por la mente la idea de que era imposible que una boca que los viera no quisiera aterrizar en ellos. Miranda pareció escuchar mi pensamiento, porque el pezón se hinchó excitado, la luz del sol por la ventana descubrió los pequeños vellos de su cuerpo y su rostro dibujó un cuadro inmaculado de placer auto infligido. Sin duda es una de las imágenes más sublimes que haya visto en mi vida, inmortalizada en una fotografía que no compartiré con nadie más que con ella.




Soundtrack:

Este episodio se lee mejor si escuchas “Te tomaré una foto”, de Tiziano Ferro. Este CD es muy recomendable.

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Siguiente entrega: (13/20) Lencería.

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