viernes, 20 de noviembre de 2009

(6/19) La magia de la curiosidad

Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 5.


 

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9


«Nunca seduzcas a una mujer sin curiosidad», me había dicho una vez Vanette, «porque no son capaces de experimentar sus límites. Una mujer curiosa es capaz de sufrir con tal de saber aquello que desconoce. Generar curiosidad es como darle marcha a un automóvil. Si el auto prende puedes llevarlo a donde quieras, a la velocidad que quieras. Si no prende, terminarás empujando el automóvil, y créeme, nadie se divierte empujando un automóvil. Si a una verdadera mujer le quitas la curiosidad y la vanidad, queda sólo el esqueleto.»

Vanette me alcanzó en la cocina y me hizo la pregunta que sabía que haría «¿podemos darle una cogida?» Le respondí que no, sólo por el placer de escuchar que me rogara en francés «S´il te plaît?» Me dijo, poniendo una carita de inocencia que desde los quince años ya no tenía. «Está bien. Pero te advierto que quiere llegar virgen al matrimonio.» «Ah, ¿es de esas?... Más que perfecto», dijo, y se mojó los labios al mismo tiempo que extendía su mano para tocarme la verga, como si quisiera comprobar que estuviera en el lugar donde ella y otras tantas la han dejado exhausta y sin memoria.

Vanette se va a la sala y yo me quedo pensando en mi infortunio y en la pobre suerte que me espera. Sólo me anima el saber que la suerte de Margo es aún más sombría; en ese momento elevo una plegaria a Dios nuestro señor para que me de una señal que me haga saber que no debemos hacerle a Margo lo que Vanette proponga; como no manda ninguna señal, asumo que consiente lo que le vamos a hacer. Ya con permiso de Dios, pues me desinhibo.

Que Vanette tocara mi verga la despertó. Le hizo saber que mejor y se hiciera a la idea de que habría acción. Hablando del pene, dice el sabio dicho que no importa lo grande ni lo grueso, sino lo que dure tieso. Tengo muy buenas erecciones, pero no duran lo que a mí me gustarían en ocasiones. No es cuestión de qué tanto me guste la mujer —o mujeres— con las que estoy, sino el tiempo que ellas requieren para estar listas para gozar plenamente y lo golosas que son. Hay mujeres para las cuales una hora de verga tiesa es simplemente el inicio de una buena noche donde esperan más.

Si estoy con una mujer normal, pues mi erección natural es suficiente. Pero cuando son más de una, o que son bastante tragonas, simplemente me tomo mi pastillita mágica, que es algo así como el alma de mi verga. De esa forma estoy en condiciones de tener mi misma erección de siempre, pero con mayor duración. Sólo la tomo cuando sé que me enfrento a una carrera de fondo.

Me tomo mi pastillita con un vaso de jugo de arándanos que me pinta los labios de un tono de rojo que, no sé por qué, a Vanette le encanta. Dice que parezco un coño hablando cosas bonitas.




Siguiente entrega: (7/19) Eso te pasa por coqueta.

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