Temporada 1 – Episodio 4 – Entrega 5.
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9
Mis dos invitadas no podían ser más diferentes. Margo es, y por mucho, más guapa, y además está más buena. Claro que eso no la hace ser mi preferida del momento. Si algo le he aprendido a la vida es que las mujeres no tan bonitas cogen infinitamente mejor que las bellas y hermosas; y es que se esmeran más por complacer, mientras que la belleza portentosa piensa que existe para recibir, y no para dar. Mientras que Vanette quiere que te la cojas pero que no te enamores de ella ―creo―, Margo es de las que cree en la virginidad hasta el matrimonio, pues es extremadamente religiosa. Una cree que hay que ganarse lo que le pasa, y la otra simplemente cree que se lo merece todo por el simple hecho de respirar.
Margo dice que en general los hombres son miedosos. Su argumento descansa en el hecho de que nadie se le acerca para proponerle matrimonio, siendo ella tan guapa y tan inmaculada. Lo que no sabe es que todos los amigos ya sabemos que quiere reservarse para su luna de miel, y tras meses de noviazgo sólo te besa inocentemente, te acaricia el cabello y te dice que se entregará cuando te cases. Chapada a la antigua, cuidando una virtud casi extinta, hay partes de su cuerpo que no han sido tocadas por hombre alguno.
Ha tenido varios novios pero ninguno de ellos le ha hecho algo realmente. Ella parte del principio de que todos los hombres son unos frescos, y fija las estrictas reglas de convivencia desde el principio. El resultado es que todos le piden permiso para atreverse, y eso no es atrevimiento entonces. Yo, que soy de los que pide perdón cuando ya está dentro, no entiendo el pobre destino del varón que siempre pide que le autoricen al pecado. Hay mujeres que diciendo que no esperan que sí, y al revés, así que es mejor hacer, y luego vemos.
A Vanette le brillan los ojos al ver que sólo estamos ella, Margo y yo. No podía ser más apetitoso el menú.
Margo está en un sillón y Vanette se sienta en el sillón de enfrente. Como no queriendo la cosa dice que anda acalorada y que necesita ventilarse un poco. Abre bastante las piernas y comienza a agitar su vestido de manta, según ella, para refrescarse. Se asegura que Margo vea sus braguitas blancas entre su piel morena. No pierde ningún detalle de la mirada de Margo, de cómo reacciona ante la tentación de la carne.
Las pupilas de Vanette están dilatadas al máximo, observa como un felino hambriento los movimientos de su presa. Es la más implacable depredadora sexual que conozco, con predilecciones claramente caníbales sobre las de su propio género. Le he preguntado que si es lesbiana; me dice que no le gustan las mujeres, pero le fascina hacerlas sufrir a través del sexo ¿será una misógina hermosa? No lo sé, la verdad, lo que sí es que seguramente un tiranosaurio rex muy hambriento sería más compasivo con su presa que Vanette, ya iniciados los juegos de seducción. Es muy probable que para ese momento ya sepa lo que le va a pasar a Margo, y realmente sólo tenga dudas respecto al orden en que las cosas le irán pasando.
Vanette sigue ondeando su vestido. En el instante en que percibe que Margo ha visto lo que ella quería que viera, se cubrió rápido, puso cara de espanto y le dijo en voz de confidencia: «Ay, me asusté. Pensé que venía Manolo y me veía con las faldas levantadas. Me avisas si viene. Contigo no hay problema, porque somos mujeres.» Estaba siendo empática, haciendo que Margo viera su entrepierna con femenina camaradería. ¡Vamos! Las buenas amigas pueden verse el chocho ¿o no?
Continuó ventilándose mientras sostenía una plática amena con Margo, preguntándole respecto a su ropa y los secretos de maquillaje que la hacían verse fabulosa. Le quitó los lentes Chanel y se los puso ella. Lo tuyo es mío, ese era el mensaje. Le preguntaba de su vida y su forma de pensar, de sus sentimientos, de su estado de felicidad, nunca de sus ocupaciones, dado que eso siempre distrae la seducción y terminas haciendo el amor con cara de empleado, como diría Benedetti.
Estaba evaluando el grado de curiosidad de Margo, ahora no sólo agitaba su vestido, sino que comenzó a mover de forma discreta las piernas, abriéndolas y cerrándolas. No sé si lo hace sólo por jugar, o si ese aletear es un ancestral dispendio de feromonas en el ambiente. Volteó la cabeza hacia la cocina y me preguntó gritando: «Manolo, tendrás vino tinto. Hay que festejarte por tu cumpleaños.» Se quedó como inmóvil, como esperando mi respuesta, con el vestido levantado y las piernas abiertas. Yo no contesté, dado que Vanette sabía que siempre tenía vino tinto en mi casa. Súbitamente volteó la cabeza con Margo y la atrapó viéndole las bragas con curiosidad. Al verse sorprendida, Margo se sobresaltó, pero Vanette le sonrió como no dándole importancia al asunto, sin cerrar las piernas.
Siguiente entrega: (6/19) La magia de la curiosidad.
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Muy bueno
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