Temporada 1 – Episodio 1 – Versículo 1.
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Las historias eróticas son un ejercicio delicioso de masturbación colectiva: el que las escribe se masturba la mente y el que las lee se masturba el corazón.
Mi vida es una historia erótica, según dice Daisy, mi psicóloga. Por alguna razón mi vida se le hace entretenida, aunque yo no veo por qué. El caso es que quiere que la escriba con lujo de detalles.
Y aquí estoy, plasmándome en palabras, tratando de descifrar las complejidades escabrosas de mis emociones y mis pensamientos, desnudando las angustias de mi libido, pidiéndome prestados los recuerdos de lo cotidiano para registrarlos en hojas de papel antes de que se pierdan con la llegada de nuevos recuerdos.
Es innegable el poder afrodisíaco del miedo, y yo estoy aterrorizado ante la vastedad de una miserable página en blanco. Anticipo lo que voy a escribir y me pongo ansioso respecto al sentido erótico de mi cotidiano desvariar por el mundo, tal y como Daisy lo califica. No estoy muy seguro de querer derramarme en palabras hasta que mi memoria se quede seca de confidencias.
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Y no es que me guste escribir ni nada por el estilo. Lo que pasa es que Daisy está tratando mi problema de falta de interés por la vida y se le ha ocurrido la fantástica idea de que escriba un diario. Sí. Así es. ¡Un diario, a esta altura de mi vida! Como si fuera una señorita por primera vez enamorada del amor.
No creo que los seres humanos seamos una historia que se pueda escribir. Muy en el fondo creo que somos un bulto de carne que siente, piensa y se emociona. Somos simples pusilánimes en busca de un poco de notoriedad. Dios no sólo me hizo un pedazo de carne con apetitos, sino que me regaló dones invaluables y la capacidad de darme cuenta que los tengo. ¿Cómo ponerlos en papel sin omisiones? ¿Cómo describo mi sonrisa sin faltarle al respeto? Lo único que sé es que me entrego a la vida con entusiasmo, aunque la palabra ‘entusiasmo’ no alcance a decir todo lo que siento cuando vivo.
Soundtrack: Este episodio se lee mejor si escuchas “Vida Loca”, de Francisco Céspedes.
Siguiente entrega: (2/9) Psicólogos.
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