miércoles, 28 de octubre de 2009

(5/20) Importancia de la actitud

Temporada 1 – Episodio 2 – Entrega 5.


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5

Antes de escribir qué pasó este día, debo decir que Miranda me encanta porque carga consigo todos los argumentos que se necesitan para enamorar a un hombre. A veces me pregunto por qué si todas las mujeres cargan con el mismo equipo, algunas mujeres te apasionan y se quedan en tu mente toda tu vida, mientras otras te aburren hasta el infinito. Miranda es, en definitiva, de la primera categoría. Ella no se queda en tu mente. Se queda en tus pupilas.

No tiene que ver nada con la belleza, pienso yo, sino con la actitud. No es lo que tienes, sino cómo usas lo que tienes; conozco mujeres feas que cogen como diosas, y bellas hermosas que son un fiasco en la cama. Me quedo mil orgasmos de tiempo con las primeras.

Su cabello es de un negro lustroso, no muy largo. Hoy lo lleva recogido con la pañoleta, pero sin formalidad, cosa que agradezco infinitamente. Sólo de verlo sabes que se siente bien al tacto y que huele bien.

Su mirada es obscura, no sus ojos. No sabría precisar el color, dado que siempre me distrae la actitud de su mirada, tan misteriosa y enigmática, tan llena de secretos. Decir que la mirada es simplemente un par de ojos y que son de tal o cual color sería trivializar la belleza de la actitud. Tratar de ver dentro de sus ojos es aceptar voluntariamente un trance hipnótico que te llevará a lugares desconocidos, en donde la quietud y la calma dicen más de lo que callan.

Su cuello es un largo pedestal para su sonrisa plena y franca, blanca y uniforme. No sé por qué sospecho que al morirme, la luz de paz que dicen se lleva el alma ha de verse así de brillante. Su sonrisa y su mirada son tan contundentes que todo lo demás en su rostro es accesorio.

Le he dicho que me gusta verla llegar, tanto como me gusta verla yéndose. Y es que verla andando es comprender su figura de mujer, de contornos precisos y proporcionados donde nada falta y nada sobra. Sus pechos son del tamaño de mis manos, y de una redondez generosa además. Su vientre es plano, pero con gracia, y sus piernas están muy bien formadas, tal y como deben ser en una mujer joven pero madura.

¿Hablamos de gracias y redondeces? Bueno, creo que he recordado que su trasero es una delicia; es amplio pero sin exagerar, redondo, apetitoso al extremo. Siempre que vamos a algún lugar le abro la puerta para que pase primero ¿soy un caballero? ¡Claro que no! Quiero verle el trasero, ver como una nalga se le anticipa a la otra en cada paso, disfrutarlo sin la condena que le corresponde a un mirón que es descubierto por aquello que mira.

Todos los tonos de piel huelen diferente, eso me queda claro. Pertenecen a distintas historias y tienen predestinados diferentes futuros. La piel de Miranda es morena y apiñada, y creo que es así porque Dios en su infinita sabiduría consideró que un cuerpo tan bello debía oler a hembra de sangre caliente, de coño jugoso y latino.

Me desespero yo mismo al decir tanto detalle de Miranda, y es que se describe mejor lo que mejor se mira; ¡yo la he visto tanto y tan profundamente, y sin embargo me siento tan insatisfecho al respecto! Su imagen es dinámica; cada nueva vez que la miro hace obsoletas todas las imágenes que mi mente guarda de ella.

Cuando nos vemos ella habla. No sé qué dice por momentos. Yo me pierdo en el asombro y la contemplación de la belleza en movimiento; no por nada la mayoría de las bellas artes son ajenas al mundo de las palabras. Sólo veo su boca grande, moviéndose, reconfigurando al universo de acuerdo a la teoría del efecto mariposa. Generalmente va arreglada, pero no muy maquillada. Entonces puedo notar los pliegues de sus labios y sus comisuras. Ahí, donde me está hablando de no sé qué cosa, me imagino tocando sus labios con la yema de mis dedos. Me fascina tanto la imagen que pienso que soy feliz por un instante. Mi verga, que es una esteta confesa, amante de la belleza profunda y delicada, es decir un pedazo de carne llena de romanticismo y cariño, también opina lo mismo. Es feliz, y por tanto se me pone tiesa, dura y gorda, sólo de admirar a Miranda. Juraría que mi miembro hasta quiere decirle cosas que enamoren al oído, cosas pequeñitas, casi secretos, y probablemente lo haga.


Soundtrack:

Este episodio se lee mejor si escuchas “Te tomaré una foto”, de Tiziano Ferro. Este CD es muy recomendable.

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Siguiente entrega: (6/20) Las necesidades de las mujeres.

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